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Iñaki Urrutia, un baztandarra en la compañia de danza de Victor Ullate
El joven de 23 años cuenta con una beca del Gobierno de Navarra
Este es su segundo año en Madrid, donde continúa con sus estudios de danza, y el primero en el que cuenta con una beca concedida por el Gobierno de Navarra, «gracias a la cual estaré algo más tranquilo durante dos años y quizá hasta tres, porque es ampliable a uno más».
En Madrid estudia en la Escuela de Danza de Víctor Ullate, pero además toma parte en la Compañía de Madrid fundada por el bailarín. «Hay que dejar claro que de momento sólo soy aspirante. Conforme vas estudiando la técnica, aprendes muchísimo, te mueves en el escenario y como estás de reemplazante de todos, tienes que aprender muchas coreografías, maquillaje,...».
Los ensayos ocupan la mayor parte del tiempo en uno de sus días, «de 10 a 14.30 tengo ensayos y de nuevo por la tarde, de 15.30 a 18 horas. Las clases en la escuela pueden alargarse hasta las 9 de la noche». A pesar de este ritmo agotador, se encuentra tranquilo porque gracias a la beca puede dedicarse sólo a la danza, «y no como el primer año, que a todo esto había que unirle las clases que impartía en Baztán los fines de semana y mi trabajo de camarero, los sábados por la noche en la discoteca Bordatxo».
Almudena Lobón
Ya han pasado unos años desde su primer contacto con la danza clásica, pero tiene la fecha grabada en la cabeza. «Fue el 9 de noviembre de 1998, mi primera clase en la escuela de Almudena Lobón en Pamplona, y gracias a Mª Cruz Goñi de Baztango Dantzariak. En realidad todo es gracias a ella, para mí ha sido vital, si no fuera por ella no estaría en Madrid, ni siquiera hubiera sabido que la danza se podía estudiar».
Es consciente de que la base es trascendental y de que tal vez comenzó un poco tarde, pero «tenía que intentarlo y con Almudena conseguí aprender la base de la danza. Si hubiera empezado con 8 años habría tenido más tiempo, pero luego he sido consciente de la falta de información que hay en las zonas más rurales. En una gran ciudad habría empezado antes. Con 21 años me tuve que dar prisa, dejar la técnica a un lado y lanzarme a Madrid. Fíjate, yo, con lo de Baztán que soy, fue terrible, muy duro. Volvía todos los fines de semana, con lo que además fue agotador».
Es consciente de la dureza del mundo de la danza y de la crueldad, «sobre todo por la competitividad que existe. Parece que no puedes confiar en nadie, el maestro elige a sus preferidos y a los demás les queda el resto. Yo no he tenido problemas con los compañeros, quizá porque la competitividad se ve más entre mujeres. He asistido a alguna audición en la que de 160 que estábamos, 140 eran chicas y eso se nota».
Se habla mucho del culto al cuerpo en este mundo y sí que el ejercicio es la base, «hay que hacer mucho ejercicio y dependo de los gustos del coreógrafo tienes que adelgazar o hacer musculación, pero sin hacer un mundo, aunque a veces caes en la trampa y te llegas a obsesionar». Su sueño es crear una compañía de danza en Navarra. «Tengo claro que para venir cada vez más cerca primero hay que ir lejos y más lejos. Nadie es profeta en su tierra, hay que trabajar fuera, hacer un buen currículo y luego ya veremos».
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