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Impactante y oscuro

El flamenco y la danza contemporánea se combinaron en 'Arena', ayer en el Kursaal

Egilea
María José Cano
Komunikabidea
Diario Vasco
Tokia
San Sebastián
Mota
Albistea
Data
2006/08/17

El negro fue el color dominante de un espectáculo de algo más de hora y media que pudo resultar un poco lento al principio, pero que poco a poco fue atrapando, sobre todo por la calidad de los intérpretes y por la fuerza y la expresividad del baile de Israel Galván. El encuentro estaba dividido en seis coreografías distintas, dedicadas cada una de ellas a un toro que ha matado a un torero famoso. Este planteamiento y la afirmación previa de que en la fiesta taurina la muerte es el público eran el hilo conductor de una reflexión en torno al mundo de los toros de difícil comprensión. De hecho, para una persona no iniciada era prácticamente imposible comprender la simbología que rodeaba a cada una de las coreografías y entenderlas. Otra cosa era disfrutarlas, y para eso no hacía falta saber nada de toros, sólo había que dejarse embriagar por un espectáculo minimalista pero expresivo y bien trabajado.

Arena se abrió con una coreografía un tanto dura. Bailador, nombre del toro que mató a Joselito El Gallo en 1920, era una pieza en la que Galván bailaba descalzo unos movimientos más cercanos a la danza contemporánea que al flamenco. El cante de Miguel Poveda, magnífico, y la extraordinaria guitarra de Alfredo Lagos pusieron la parte musical. Siempre en riguroso negro, Israel Galván afrontó una segunda coreografía que resultó mucho más atrayente. Esta vez con el Grupo de Percusión de la Orquesta Joven de Andalucía en el escenario y música de Francisco Guerrero, un compositor andaluz que ha muerto recientemente siendo aún joven, Granaino, el toro que quitó la vida a Sánchez Mejías, inspiró un baile con una mecedora a la que Israel Galván toreó, bailó y dominó. Fue uno de los números más espectaculares del encuentro.

Sin prisa pero sin pausa, se pudo disfrutar de Pocapena, esta vez con cante, guitarra, palmas, jaleos y gaita del Gastor, una especie de alboka. Siempre con una importante economía de medios y precediendo cada número de un vídeo en el que aparecía el público en la plaza y Enrique Morente cantando, llegó Burlero, esta vez acompañado por palmas y jaleos y con los primeros toques de color, un rojo sangre. Luego vino Playero, con el magnífico piano de Diego Amador. Aquí, con luces y una valla de madera se simbolizaba una plaza de toros. La última coreografía, Cantinero, presentó a la Charanga los Sones desde el patio de butacas. El Paquito el Chocolatero que tocaron nunca fue tan trágico con la danza de Galván con cuchillos puestos en los pies. El público, ése que en Arena es la muerte, se rindió a un espectáculo original que se despidió con el I'll survive de Gloria Gaynor tocado por la charanga. Desde luego, original.

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