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Impactante y oscuro
El flamenco y la danza contemporánea se combinaron en 'Arena', ayer en el Kursaal
El negro
fue el color dominante de un espectáculo de algo más de hora y media
que pudo resultar un poco lento al principio, pero que poco a poco fue
atrapando, sobre todo por la calidad de los intérpretes y por la fuerza
y la expresividad del baile de Israel Galván. El encuentro estaba
dividido en seis coreografías distintas, dedicadas cada una de ellas a
un toro que ha matado a un torero famoso. Este planteamiento y la
afirmación previa de que en la fiesta taurina la muerte es el público
eran el hilo conductor de una reflexión en torno al mundo de los toros
de difícil comprensión. De hecho, para una persona no iniciada era
prácticamente imposible comprender la simbología que rodeaba a cada una
de las coreografías y entenderlas. Otra cosa era disfrutarlas, y para
eso no hacía falta saber nada de toros, sólo había que dejarse
embriagar por un espectáculo minimalista pero expresivo y bien
trabajado.
Arena se abrió con una coreografía un tanto dura.
Bailador, nombre del toro que mató a Joselito El Gallo en 1920, era una
pieza en la que Galván bailaba descalzo unos movimientos más cercanos a
la danza contemporánea que al flamenco. El cante de Miguel Poveda,
magnífico, y la extraordinaria guitarra de Alfredo Lagos pusieron la
parte musical. Siempre en riguroso negro, Israel Galván afrontó una
segunda coreografía que resultó mucho más atrayente. Esta vez con el
Grupo de Percusión de la Orquesta Joven de Andalucía en el escenario y
música de Francisco Guerrero, un compositor andaluz que ha muerto
recientemente siendo aún joven, Granaino, el toro que quitó la vida a
Sánchez Mejías, inspiró un baile con una mecedora a la que Israel
Galván toreó, bailó y dominó. Fue uno de los números más espectaculares
del encuentro.
Sin prisa pero sin pausa, se pudo disfrutar de
Pocapena, esta vez con cante, guitarra, palmas, jaleos y gaita del
Gastor, una especie de alboka. Siempre con una importante economía de
medios y precediendo cada número de un vídeo en el que aparecía el
público en la plaza y Enrique Morente cantando, llegó Burlero, esta vez
acompañado por palmas y jaleos y con los primeros toques de color, un
rojo sangre. Luego vino Playero, con el magnífico piano de Diego
Amador. Aquí, con luces y una valla de madera se simbolizaba una plaza
de toros. La última coreografía, Cantinero, presentó a la Charanga los
Sones desde el patio de butacas. El Paquito el Chocolatero que tocaron
nunca fue tan trágico con la danza de Galván con cuchillos puestos en
los pies. El público, ése que en Arena es la muerte, se rindió a un
espectáculo original que se despidió con el I'll survive de Gloria
Gaynor tocado por la charanga. Desde luego, original.
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