La ceremonia de entrega del Premio Ondare a Ikerfolk-Argia se ha convertido este miércoles en una reivindicación de la tradición vasca de la danza, la indumentaria, la música y el pensamiento. Como no hay puntada sin hilo, a través de una hebra tejida por Aracne y con múltiples referencias a Ítaca –a la mitológica y a la del poema de Konstantino Kavafis–, la ceremonia ha cosido los distintos trajes que las asociaciones lideradas por Juan Antonio Urbeltz y la que fuera su esposa, Marian Arregi, han vestido desde hace más de medio siglo.
Fue en la década de los sesenta del siglo pasado cuando Urbeltz y Arregi se pusieron al frente del grupo de danza Argia e iniciaron el camino de la recuperación de bailes y trajes tradicionales del País Vasco. Llevaron lo que se consideraba popular, lo que se bailaba en las plazas, al escenario. Hace 30 años, con el objetivo de llevar esas prácticas a otros terrenos del folklore. Este, por supuesto, ha vertebrado la ceremonia de entrega del premio con el que el Departamento de Cultura de la Diputación reconoce la protección, investigación y difusión del patrimonio cultural de Gipuzkoa.
La diputada del ramo, Goizalde Álvarez, ha sido la encargada de entregar el galardón al folclorista y etnógrafo, en una gala celebrada en el convento de Santa Teresa de Donostia y en el que miembros de Argia han bailado varias piezas, desde una soka-dantza a un fandango, bautizado en portugués como Fandango de Vizcaya a moda antiga, que Urbeltz dedicó a su mujer. “En nuestras danzas hay cientos de fandangos, pero me parece muy interesante darle nombre en portugués. Seguro estoy que seguidores nuestros, sin consultar, irán a las bibliotecas de Lisboa, a ver de dónde carajo ha salido esto”, ha reído el etnógrafo, que también ha tenido palabras de agradecimiento para todos los que fueron jóvenes y pasaron por Argia, así como para todas otras agrupaciones del país que les ayudaron en sus proyectos.
Urbeltz, visiblemente emocionado y con los ojos llorosos, ha hecho gala de su erudición al recordar cómo conoció a la que fuera su compañera de vida y de investigaciones. Fue en el año 1958, Marian tenía catorce años; Juan Antonio, diecisiete. Todo apuntaba a una relación “acausal”, carente de conexión entre una causa y consecuencia, término tomado del psicoanalista suizo Carl Gustav Jung. Este folklorista nació en 1940 en Pamplona; su padre, en cambio, era de Ureta. “Por lo tanto, siendo hijo de mi padre yo también soy, en parte, de Ureta”, ha continuado. Su mujer nació en 1944 en Donostia, en la calle Pescadería, una vía que hasta 1813 se llamó calleja de Ureta. Es en esa coincidencia donde para Urbeltz se da la “sincronicidad” que enunciaba Jung, la relación no causal pero sí coincidente entre dos hechos. Es decir, un primer factor –o paso de baile, si se prefiere–, que hizo que la relación entre dos personas se convirtiese una sucesión –ahora sí– causal, que ha llevado en un último término, a que Urbeltz recoja un Premio Ondare, que también pertenece a Arregi y a todos los que les han acompañado en este viaje.
Es el caso de sus hijos, Mikel y Maider, que, al violín y al arpa, respectivamente, han puesto el contrapunto musical a la velada, junto con otros músicos que han manejado la percusión, el acordeón y también un txilibitu de Isturitz con aire ancestral. Por su parte, la cantante Ihitz Iriarte, a capella, ha rescatado del cancionero tradicional temas como Txoriñoa, norat hoa? y Hartzaren kantoria, mientras que la filóloga Ane Albisu ha hablado de otra de sus áreas de conocimiento, la recuperación de la indumentaria tradicional, labor que ha podido desarrollar en Ikerfolk. El cineasta Oskar Alegria también ha participado en la ceremonia, a través de un original laudatio de sombras, luces y fragmentos fílmicos del rural vasco.
La diputada Goizane Álvarez, desde el punto de vista más institucional, ha subrayado el ímpetu de la entidad premiada y su encomiable labor “rescatando del riesgo del olvido instrumentos, melodías, indumentaria y danzas” y también recuperando del pasado las formas en las que se articulaban “las relaciones socioculturales, a través de la música y la danza” o mediante los ropajes de los “ancestros”.