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"Habrá nervios en el estreno parisino de 'La Cenicienta', pero se creará un ambiente mágico"

Josep Caballé-Domenech - Director de orquesta

La Orquesta Sinfónica de Euskadi (OSE) y el Malandain Ballet Biarritz ofrecerán mañana en la histórica Ópera Real de Versalles la primera de las tres funciones de 'La Cenicienta', la obra de Prokofiev dirigida por el maestro Caballé-Domenech, que alaba la "buena forma" de la OSE
Egilea
Juan G. Andrés
Komunikabidea
Noticias de Gipuzkoa
Tokia
Donostia
Mota
Elkarrizketa
Data
2013/06/06
Lotura
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Dice Caballé-Domenech que el lunes en el estreno de La Cenicienta en el Kursaal "salieron chispas por todas partes". La orquesta y el ballet conjugaron sus respectivos trabajos "estupendamente bien". ¿Y los nervios? "Siempre los hay en el estreno, pero son siempre positivos. Alguien dijo una vez que si un día sales al escenario y no sientes esa emoción, es mejor dejarlo", afirma.

Montar un ballet parece mucho más complicado que una obra sinfónica...

Sobre todo si no conoces al coreógrafo porque en función de cómo trabaje yo, puedo destrozar su trabajo. Y viceversa. Por eso es necesario dialogar mucho con el coreógrafo, incluso antes de los ensayos. Ha sido muy fácil trabajar con el Malandain Ballet Biarritz. Son gente fantástica y todo ha resultado muy bonito y flexible.

¿Y cómo llegan a ensamblarse la música y la danza?

El primer ensayo es determinante porque los bailarines llevan cuatro o seis meses trabajando la coreografía con una grabación y cuando escuchan por primera vez la música de la orquesta tocando desde el foso no suena como ellos están acostumbrados. ¡Es una orquesta en directo!

Y lógicamente, su sonido no es comparable al de una grabación.

No hay color. Un ballet con una orquesta en directo no se puede comparar con nada. Y eso los bailarines lo notan. Hay una energía que se transmite del foso al escenario y del escenario al foso. Porque los bailarines están arriba pegando botes y les escuchas respirar, saltar... pero ellos también ven que la orquesta, abajo, tampoco para. Esa energía la percibe el público y no hay grabación que la transmita. Por eso creo que los conciertos nunca van a desaparecer: son una experiencia insustituible.

En una ópera o un ballet, el director tiene el doble de trabajo...

Claro, es diferente a dirigir una obra sinfónica porque debes ocuparte de la orquesta y, además, no olvidar que arriba, sobre el escenario, hay gente que depende de ti. Si cojo un tempo más rápido de lo habitual, puedo confundir y poner nerviosos a los bailarines. Por eso, mi trabajo es conectar a la orquesta y al ballet.

¿Qué peculiaridad tiene esta 'Cenicienta' desde el punto de vista coreográfico?

Nunca había dirigido este ballet, pero creo que la versión de Thierry Malandain tiene una particularidad interesante: es de estética contemporánea pero tiene una visión clásica y no cruza los límites. La escenografía es sencilla, el decorado lo forman un montón de zapatos que aparecen suspendidos en el aire... Tiene coherencia y conforme lo he ido viendo más veces -en los ensayos- cada vez me gusta más. Ahí se nota que hay un buen coreógrafo. Es como una buena película: si la ves una sola vez te pierdes cantidad de detalles y solo empiezas a saborearla realmente a partir del segundo visionado.

¿Qué puesto ocupa 'La Cenicienta' en el repertorio de Prokofiev?

Está considerado su mejor ballet después de Romeo y Julieta. Es interesante porque La Cenicienta pertenece a la época madura de Prokofiev, lo escribió con más de 50 años, tras regresar a Rusia después de vivir en París. La obra es de una ironía fantástica, igual que la vida del propio Prokofiev: los rusos le consideraban occidental y los occidentales, ruso. Igual no tiene tantas melodías como Romeo y Julieta, pero el dramatismo de la pieza está mucho mejor explicado.

Pero 'La Cenicienta' no deja de ser un cuento de hadas con final feliz...

Sí, pero la música es muy dramática. Todo es un juego de apariencias realzado por la música e incluso por las danzas. Por eso encuentro tan madura esta obra en la que Prokofiev parece decirle al espectador que nada es lo que parece. Ahí está su mensaje verdadero.

Mañana estrenarán el ballet ante el público francés. ¿Es una presión añadida?

Que te ofrezcan llevar un proyecto así a París, la cuna del ballet junto a Rusia, es un reto. Implica un plus de excitación y responsabilidad, pero también de entusiasmo, porque todos, la orquesta y el ballet, queremos estrenar allí.

¿Y no intimida actuar en un recinto histórico como la Ópera Real del Palacio de Versalles?

Evidentemente, sí. Habrá nervios en París, pero todo aquello que tiene capacidad de emocionar es positivo. Yo creo que lo vamos a pasar muy bien: nunca he dirigido en la Ópera de Versalles, pero la conozco y el teatro es una maravilla, una joya del rococó en la que solo caben 700 personas, así que se puede crear un ambiente verdaderamente mágico.

Por otra parte, usted dirige dos formaciones como titular: la Colorado Springs Philharmonic Orchestra en EEUU y la Sttatskapelle Halle en Alemania. ¿Qué diferencias hay entre un conjunto alemán y uno estadounidense?

Asumiré la titularidad de la orquesta alemana en septiembre, así que aún estamos en un momento de acercamiento. En Colorado, sin embargo, empiezo ahora mi tercer año. Yo conozco bien a la orquesta y sus músicos me conocen a mí, así que hemos adquirido una velocidad de crucero. La orquesta funciona muy bien musicalmente y su público es fantástico, tiene unas connotaciones muy distintas del alemán o europeo.

¿En qué sentido?

Son sociedades distintas y le dan un valor distinto a la música. Culturalmente, en EEUU forma parte del entertainment, y eso tiene sus cosas buenas y no tan buenas. En Europa el público es de mayor edad y tiene ciertos prejuicios que en EEUU no existen. Allí, por ejemplo, la gente va a los conciertos en tejanos y no está mal visto. Dirás que en Europa también pasa, y es verdad, pero no tanto. En EEUU terminas el último movimiento de una sinfonía y, si les gusta, aplauden a rabiar, algo que aquí enfadaría a gran parte del público.

Entonces, ¿en EEUU viven la música clásica de modo más natural?

Yo diría que la viven de otra forma más relacionada con cómo está montada su sociedad. Si a ellos les gusta la música, silban, cuando para nosotros eso es peyorativo

Actúan como en un concierto de rock.

Sí, casi. Hay diferencias con el público y también con la orquesta. La principal es que en EEUU todo funciona con dinero privado, no hay aportaciones públicas. Una orquesta no deja de ser una empresa con un gerente que debe hacer cuadrar los números. Los músicos saben que quien les paga está sentado en la tercera fila, saben qué cara tiene y se crea una conexión interesante. En Europa todo son fundaciones y dinero público al que es más difícil identificar. Aunque por otra parte, ello permite que las orquestas aquí estén más seguras y puedan hacer un repertorio que allí sería imposible.

¿Y qué puede decir de la Orquesta Sinfónica de Euskadi comparada con otras formaciones del Estado?

Es difícil comparar porque cada orquesta tiene su propia personalidad. La relación entre el director y una orquesta es casi como un noviazgo. ¿Cuál te gustó más? ¿La segunda novia o la tercera? Todas tienen cosas buenas y no sabría comparar, porque además llevo mucho tiempo trabajando fuera de España. Tenía ganas de trabajar con la OSE, que me ha sorprendido por su muy buena forma. Creo que está un poco difuminada en el panorama de España, donde quizá se habla más de las orquestas de Galicia o Granada, por ejemplo, pero pienso sinceramente que una cosa es la realidad del mercado y otra tu propia experiencia: a veces, en una orquesta que en teoría no parece tan interesante, encuentras gente receptiva con la que puedes hacer un gran trabajo y al final eso es lo que cuenta. Con la OSE estoy muy contento.

¿Trabajar en el extranjero ha sido una decisión personal?

No exactamente. Estudié fuera más que en España, mi primera titularidad fue también fuera... En nuestra profesión no hay dos caminos iguales y cada uno tiene el suyo: cuando se cierra una puerta se abre otra. Por cuestiones del destino estoy trabajando más en el extranjero, pero cuando vengo aquí disfruto mucho con unas orquestas y con otras no tanto. Pero eso pasa aquí y fuera.

A la izquierda, Josep Caballé-Domenech dirige desde el foso a la Orquesta de Euskadi mientras los bailarines del Malandain Ballet Biarritz ensayan 'La Cenicienta'.

A la izquierda, Josep Caballé-Domenech dirige desde el foso a la Orquesta de Euskadi mientras los bailarines del Malandain Ballet Biarritz ensayan 'La Cenicienta'. (Foto: n.g.)

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