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Fusión en blanco y negro
Lucía Lacarra brilló en el 'Pink Floyd Ballet' que podrá verse hoy de nuevo en el Kursaal
Ni un alfiler. El Kursaal estaba ayer tan
abarrotado, dentro y fuera del escenario, que no cabía nadie más. No
era para menos. Las expectativas creadas ante el Pink Floyd Ballet eran
enormes y resultaban atractivas para un público variado y dispar. Los
amantes de la danza no podían faltar a una cita con la bailarina
zumaiarra Lucía Lacarra. Los jóvenes y, sobre todo, los cuarentones
seguidores de Pink Floyd acudían con curiosidad a ver cómo se podía
unir su música a un ballet clásico como es el Tokyo Asami Maki Ballet y
a la coreografía de un histórico, Roland Petit. A todos ellos se
añadieron, por supuesto, los incondicionales de Quincena, amantes, en
general, de fórmulas más clásicas.
El resultado de esta unión de
estéticas y estilos fue vistoso, pero no genial. A veces ocurre que
cuando se pretende gustar a tanta gente o unir tantas cosas en un sólo
espectáculo, éste no resulta redondo. El de ayer fue ameno, se hizo
corto, estaba bien estructurado en cuanto a las canciones escogidas,
combinando baladas con piezas más movidas e, igualmente, bien pensado
en las coreografías, de forma que se intercalaban números de grupo con
otros de solista o pareja. Presentado con una iluminación en la que
primaba el blanco del vestuario con el escenario en negro, creaba
momentos plásticos atractivos. Pero quizá se esperaba más.
El
espectáculo se abrió con Run Like Hell, en el que Ken Kikuchi en
solitario se vio obligado a romper el hielo. Viendo sus movimientos en
el escenario se pudo comprobar la esencia del Pink Floyd Ballet: música
rock bailada de forma clásica. Tras esta pieza, llegó Money, que dio la
oportunidad de ver a Lienz Chang junto al primer cuerpo de baile,
integrado únicamente por varones. Con algunas imprecisiones entre ellos
y con la música, el número fue de los más flojos del espectáculo. Fue
también Lienz Chang el encargado de interpretar la siguiente pieza, Is
The Anybody Out There?, para dar luego paso a Nobody Home.
Uno
de los mejores momentos de la velada llegó con la primera intervención
de Lucía Lacarra, en la balada Hey You, bailada con Cyril Pierre. Su
gracilidad, sus movimientos, su expresividad y sus manos de ángel
fueron un regalo para los sentidos. La zumaiarra todavía regaló tres
números más que supieron a muy poco. En The Great Gig in The Sky cambió
de pareja para ofrecer junto a Lienz Chang el pas de deux que Roland
Petit creó especialmente para ella en la revisión que hizo del Pink
Floyd Ballet en 2004. En el último bloque del espectáculo, Echoes,
volvió a danzar con Cyril Pierre. Realmente supo a poco.
El
resto del espectáculo incluyó números muy aparentes, con una treintena
de bailarines en escena que a veces tenían problemas para presentar sus
casi esculturas humanas en el escenario del Kursaal. Los movimientos de
conjunto más llamativos llegaron con el Tokyo Asami Maki Ballet en
versión mixta y One Of These Days. Obscured By Clouds con treinta y
seis bailarines en escena y el número final de Echoes, con una
iluminación muy cuidada, completaron sus intervenciones. El público,
que ovacionó sobre todo a Lucía Lacarra, consiguió algo poco habitual:
el One Of These Days como propina.
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