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Ezpata-dantza en San Mamés
De un conflicto bélico a otro. La II. Guerra Mundial propició que buena parte de los futbolistas que disputaban la Primera y Segunda división inglesa tuviesen que acudir al frente, por lo que los equipos tuvieron que buscar nuevos jugadores. Pese a las dificultades, por medio de los torneos locales, el futbol siguió su curso. Sin focos y a primera hora de la tarde, las competiciones se mantuvieron en pie. Así las cosas, Aldekoa jugaba en el equipo de la English Electric en Staffordshire, un condado en el centro del país.
Su velocidad y capacidad para desbordar llamaron la atención en el Wolverhampton Wanderers. El joven extremo vasco, rápido y elegante, sorprendió a todos tras su debut en octubre de 1943. Su calidad le convierten en un referente del equipo, anotando 11 tantos en 30 partidos. En agosto de 1945, el vizcaino se marcha al Coventry coincidiendo con la reanudación de todas las competiciones tras la guerra. Allí, coincidiría durante varios partidos con otro exiliado, el durangarra José Luis Bilbao. Y es que tal y como recoge el documental “Los niños del Habana” comandado por el periodista tolosarra Jose Larraza en el programa Informe Robinson, varios de los exiliados en Inglaterra lograron hacer carrera como futbolistas. Es el caso de Raimundo Pérez Lezama en el Southampton antes de convertirse en mito del Athletic, Sabin Barinaga triunfó en el Real Madrid, Jose Gallego jugó en el Cambridge y su hermano Antonio en el Norwich City, mientras que Aldekoa fue el pionero.
Con la reanudación completa del campeonato después de la II. Guerra Mundial, en las filas de los sky blues, el bilbaíno disputó 29 partidos aunque no logró marcar. Pese a ello, se ganó la admiración de la afición, mientras compaginaba el fútbol con otras tareas como ayudar en la reparación de la casa de la familia que le acogía en Coventry o el propio estadio del club.
Muy orgulloso de su condición de vasco, en 1947 pudo cumplir el gran sueño de su vida, jugar en el Athletic. Sin embargo, la experiencia no fue tan completa como esperaba. Apodado «el inglés», no logró congeniar ni con parte del vestuario ni con la junta directiva. En aquella época, los leones contaban con un plantel repleto de grandes jugadores, como Piru Gainza, Zarra, Iriondo, Panizo, Bertol o el también retornado Lezama. De la mano de Juanito Urkizu primero y del inglés Harry Bagge después, Aldekoa disputó 26 partidos, marcó 4 goles y fue citado por la selección española para jugar un encuentro ante la República de Irlanda. En su segunda campaña en San Mamés, fue alineado en 22 choques y logró un único tanto en un curso en el que los leones perdieron la final de Copa ante el Valencia. Sin embargo, estas cifras no convencieron a los rectores del conjunto rojiblanco, que decidieron traspasarlo al Valladolid. En el conjunto pucelano fue la gran gran estrella del equipo, llevando a los blanquivioletas a la final de Copa. Era una gran oportunidad para Aldekoa, ante el Athletic y en Chamartín. No obstante, pese a que el tiempo reglamentario acabó en empate a uno, tres tantos de Zarra en la prórroga decantaron la balanza. En total, el delantero de Mungia anotó cuatro goles en aquella final.
Su etapa en el barcelona
Tras 49 partidos y 11 goles en Valladolid, el Barcelona llamó a su puerta. El 20 de mayo de 1951, tuvo la oportunidad de desquitarse, ya que tras la semifinal ganada por los catalanes ante el Athletic en San Mamés. Tal y como narra su amigo Felipe Ruesgas en el documental de Informe Robinson, a la conclusión del encuentro, Aldekoa se dirigió al centro del campo e hizo un baile de ezpata-dantza. El gesto provocó un gran escándalo y supuso su ruptura definitiva con el conjunto rojiblanco, a pesar de que Aldekoa siempre mantuvo que su acción tenía a la directiva que le había descartado.
Con la camiseta blaugrana, ganó dos Ligas, tres Copas así como la Copa Latina y la Copa Eva Duarte de Perón. En 1953, siendo todavía jugador del Barcelona y con el permiso del club, se sacó el carné de entrenador y comenzó a dirigir al Nàstic de Tarragona. Una aventura que concluyó al fichar por el Sporting, siendo el asturiano su único club como futbolista. En los banquillos, entrenó al Hércules de Hospitalet, se convirtió en el técnico fetiche del Girona, ya que pasó por la entidad en cinco etapas distintas, ascenso a Segunda incluido. Tras entrenar al Condal, conjunto barcelonés que posteriormente se convertiría en el filial culé, retornó a Inglaterra y ejerció como técnico asistente en el Birmingham City.
El Valladolid volvió a llamar a su puerta en 1966 y tres años más tarde, el Barcelona le encomendaría las labores de ejercer ojeador y como traductor de su nuevo entrenador Vic Buckingham. En aquel momento, consciente de la necesidad de estructuras más sólidas, propuso al gigante catalán la creación de un centro formativo. Volvió a ser un pionero y un visionario, ya que su informe se redactó 10 años antes de la creación de La Masia. Aldekoa tuvo un nuevo y breve paso por Euskal Herria, entrenando al Laudio, para volver a instalarse en Barcelona, dirigiendo a pequeños clubes de la zona. Instalado en Lloret de Mar, falleció el 4 de septiembre de 1999 a los 76 años.
Fue el primero de una larga lista de vascos en el fútbol. El niño que huyó de la guerra, el elegante extremo que encandiló en el fútbol inglés, el que vio truncado su sueño de triunfar en el Athletic y el que se resarció como azulgrana. Emilio Aldekoa abrió una senda que después transitaron algunos de sus compañeros del Habana y más recientemente Jandro Calvo, Zigor Aranalde, Didier Deschamps, François Grenet, Iñigo Idiakez, Adolfo Baines, Juan Ugarte, Xabi Alonso, Joseba Barandiaran, Manolo Almunia, Iván Campo, Gaizka Mendieta, Javi de Pedro, Mikel Arteta, Asier del Horno, Mikel San José, Yuri Berchiche, Javi Garrido, Iñigo Kalderon, Mikel Alonso, Nacho Monreal, César Azpilicueta, Mikel Merino o Ander Herrera.
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