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Estrellas y humor

Crítica, Les etoiles de la danse

Egilea
Ana Remiro
Komunikabidea
Diario Vasco
Mota
Kritika
Data
2003/09/08

La decimotercera edición del Festival de Danza de Biarritz se inaguró el sábado con una variada soirée de danza en la que el público se deleitó con grandes calidades artísticas en su primera parte y disfrutó del humor y del divertimento en la segunda.



Erina Takahashi y Jan-Erik Wikström, estrellas del English National Ballet, ofrecieron las piezas de corte más clásico con el paso a dos de La Belle au Bois Dormant de Petipa y Double Concerto de Hampton en una interpretación de elevada precisión y corrección tanto en la técnica como en la forma, aunque interpretativamente algo contenida.



Por el contrario, Dmitry Simkin y Daniela Severian dejaron sobre el escenario un emotivo y expresivo trabajo no falto de control técnico y hasta de virtuosismo en un lenguaje coreográfico contemporáneo.



Al interesante dúo Feed the bird, coreografía del bailarín, se añadían dos sólos Les Bourgeois y Non, je ne regrette rien de Ben Van Cauwenberg que estos dos solistas del Ballet de la Ópera de Wiesbaden interpretaron con espectacularidad. Dmitry Simkin se mostró absolutamente genial, manejando el escenario con amplitud y libertad de movimentos (poderosos al tiempo que fáciles y naturales) con un finísimo control y unas capacidades físicas excepcionales, consiguiendo una contundente e impresionante interpretación.



La esperada actuación de Lucía Lacarra y Ciryl Pierre, estrellas de la Ópera de Munich, no defraudó. Una vez más, esta diva de la danza expresó con sencillez su enorme talento dancístico combinando sublime delicadeza y firme elegancia. Sus exageradas y armoniosas líneas, sus exquisitos brazos y expresivas manos, su dulzura y su genio, su delicada y magnética presencia, así como su total entrega en el movimiento, encandilaron al público, que ovacionó a la pareja en sus dos intervenciones, Adagio for strings de Bohbot y Light Rain de Arpino, ambas piezas ya conocidas por el público donostiarra de la Quincena, pero igualemte ejecutadas por la pareja con solidez, armonía y enorme conjunción entre ambos.



Antonio Márquez también supo extraer merecidos aplausos y ovaciones del respetable en su magnífico Zapateado de Sarasate en el que derrochó energía y calidad en rapidísimos y cambiantes taconeos, en una interpretación en la que exhibió una grandiosa presencia y una gran comunicación con el público.



En la segunda parte de la soirée, Les ballets Grandiva hicieron reir al público con sus trabajos humorísticos en los que parodian el ballet. A lo largo de cuatro coreografías caricaturizan distintos estilos de danza clásica con desigual fortuna, recurriendo en general a un humor fácil y grueso, y utilizando gags nada originales aunque no por ello menos efectivos con el público. Uno de los valores del trabajo de esta compañía reside en la elevada técnica de puntas desarrollada por sus intérpretes (todos ellos masculinos) y en el divertimento que provoca el bailarín travestido en sí mismo.

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