Edukira salto egin | Salto egin nabigazioara

Tresna pertsonalak
Hemen zaude: Hasiera Hemeroteka Erriberri revive las danzas de la muerte

Dokumentuaren akzioak

Erriberri revive las danzas de la muerte

Egilea
Aritz Intxusta
Komunikabidea
Gara
Tokia
Iruñea
Mota
Albistea
Data
2011/07/27
Lotura
Gara

El Festival de Teatro Clásico de Erriberri propone un nuevo viaje al pasado. Esta noche será más oscura que nunca en el escenario de la Cava, al pie de las murallas del palacio, hasta donde vuelven las danzas mortuorias. Se trata de un espectáculo donde se mezclan las distintas tradiciones peninsulares sobre ese extraño culto a la muerte que, al parecer, nació de los tétricos sermones que se lanzaban a finales del siglo XIV, después de que Europa entera hubiera sido pasto de la peste. Dos compañías, una del Estado español y la otra, portuguesa, reviven esta tradición común de la península, sin demasiado fasto, ni montajes espectaculares, y sin acomodarla -como se suele hacer y a veces con demasiada ligereza- a los gustos actuales de los espectadores. En definitiva, teatro de investigación bastante fiel a como fue porque, a veces, basta con una calavera para impactar y las calaveras, en el teatro, no sólo han servido para el monólogo de «Hamlet». También dieron miedo o ayudaron a desdramatizar a la propia muerte, que a fin de cuentas, se llevaba tanto a pobres como a ricos.

Ana Zamora, de la compañía Nao d'Amores, dirige «Dança da Morte/Danza de la muerte». «Estas representaciones nacen como una especie de ritual colectivo para luchar contra el horror», explica la dramaturga. «Tienen mucho que ver con sermones macabros. Existe, de hecho, la figura de un predicador que ejecuta ese ritual compartido. Muchos de los elementos que colocamos sobre las tablas están sacados de testimonios de la época y de representaciones pictóricas».

El espectáculo nace de un largo trabajo de investigación y de un esfuerzo compartido entre Nao d'Amores y la veterana formación lusa Cornucópia, que ya tiene 36 años de experiencia en el teatro clásico. En concreto, el director de Cornucópia, Luis Miguel Cintra, se convierte esta noche en el macabro predicador del ritual mortuorio.

Además de Cintra, se suben hoy al escenario de la Cava Sofía Marqués y Elena Rayos. El apoyo musical se realiza en directo con instrumentos de época y está a cargo de Eva Jornet (flautas, cromorno y chirimía) y Juan Ramón Lara (viola de gamba y fídula).

«Comiendo un día con un medievalista amigo, me comentó que había encontrado un testimonio de un predicador macabro que utilizaba una calavera de verdad para dar sus sermones. Y, en un momento dado, para dar solemnidad a su discurso, se ponía el cráneo delante de la cara, a modo de máscara», comenta la directora. «Nosotros también habíamos decidido usar la calavera como máscara, pero eso no lo descubrimos mediante la documentación, sino que se nos ocurrió durante los ensayos. Esas cosas surgen cuando se trabaja bien la base», confiesa.

Las danzas de la muerte que hoy llegan a Erriberri son las primeras de las que se tiene noticia, las que datan del prebarroco. «No estamos hablando de esqueletos. Aún no han llegado. En los primeros años, no aparecían los esqueletos, sino cuerpos en descomposición, con gusanos saliendo, etc.», continúa Zamora. Sin embargo, este lado gore no tenía un sentido intimidatorio, sino más bien al contrario. «Las primeras representaciones tienen un aire más festivo, son más de coña. Es un juego en el cual, si te dejas llevar, parece intuirse la idea renacentista del Carpe Diem», asegura la directora.

Las danzas de la muerte de Nao d'Amores y Cornucópia toman también elementos de esas danzas mortuorias que perviven hoy en la Península. Por ejemplo, aparece la «esquila de ánimas» que, según explican, era un cencerro que tocaba la «moza de ánimas» en determinadas noches, cuando agitando la esquila iba pidiendo oraciones para calmar a los muertos. Este elemento, en cierto modo, recuerda mucho a los joaldunak. Además de este detalle, los rituales macabros dejaron su sello en Nafarroa, donde existen representaciones pictóricas de una danza mortuoria en el castillo de Javier. También se les podría vincular, desde el punto de vista del atrezzo tenebroso, con el el cráneo humano revestido de plata que utilizan en Obanos como cáliz cuando celebran su Misterio.

Ana Zamora sostiene, tras mucho tiempo de investigación, que las danzas mortuorias y este tipo de representaciones no son una obra teatral en sí mismas. «Al principio, me negaba a reconocerlo. Quería pensar que el teatro era mucho más antiguo. Pero, cuando nos pusimos a ensayar nos dimos cuenta de que faltaba algo». La parte de danza macabra más rigurosa la han extraído del Códice de El Escorial, un texto del siglo XV. «En realidad, no se puede hablar de ese texto como una obra de teatro. Es más bien un sermón macabro puro y duro. Está pensado para adoctrinar desde un púlpito, pero no termina de funcionar. Si realmente es teatro, que lo dudo, este teatro es muy incipiente», afirma la directora.

Una vez constatada esta carencia, las compañías decidieron apoyarse en otro texto, algo posterior, en el que se define el género y se pone voz a los personajes. «Hemos fusionado el códice, que sirve para articular el espectáculo, con textos propios de la danza macabra portuguesa. En concreto, el segundo punto de apoyo son las tres barcas -«Auto da barca do Inferno», «Auto da barca do Purgatório» y «Auto da barca da Glória»- del dramaturgo Gil Vicente (Lisboa, 1465-1536). «Con estos textos nuestra obra ya funciona. Gil Vicente es teatro del XVI, teatro del bueno», afirma la directora.

Una de las decisiones más arriesgadas que han tomado los responsables de «Dança da Morte» ha sido en cuanto al idioma. «La obra es bilingüe. Los personajes hablan indistintamente en castellano o en portugués. Esto nos ha generado problemas, fundamentalmente en el Estado español, porque los lusos entienden mejor el castellano», dice Luis Miguel Cintra. «Nuestra intención, sobre todo, ha sido no adulterar el texto. El portugués y el castellano que usamos en la obra son del siglo XVI y se parecen algo más que las lenguas actuales. Es una dificultad para el espectador, pero nos parecía importante recuperar la pronunciación de la época y demostrar los vínculos culturales que unen a ambos Estados», sostiene el intérprete principal.

¿Cuál era la función exacta de los rituales mortuorios? Probablemente, la respuesta no sea simple. «Se ha defendido mucho que la función de estas representaciones era democratizar la muerte. Dejar claro que la muerte llega a todos por igual, a ricos y pobres, a clérigos y laicos», explica la directora de Nao d'Amores. En la obra de esta noche, la Muerte se ceba con los personajes menos queridos, como el Papa, y se muestra algo más caritativa con los personajes más populares, con los pobres. En el fondo, las danzas de la muerte se convirtieron en un espectáculo de carácter popular, para el pueblo y, en este sentido, lo lógico es pensar que, quienes representaban el ritual, intentasen ganarse a sí al público. Sin embargo, tanto Ana Zamora como el director de Cornucópia, Luis Miguel Cintra, no descartan que estos rituales tuvieran una misión más directa: familiarizarse con la muerte, perderle el miedo, tenerla presente como algo rutinario.

En este sentido, los responsables de «Dança da Morte» destacan el contraste que genera a día de hoy encontrarse con una representación tan directa de la muerte y que proviene de una tradición muy distinta a la actual. «Ahora se ha impuesto el modelo de vida norteamericano, donde parece que la muerte no existe y todo es felicidad. En el momento en el que aparecen las danzas mortuorias la mentalidad era opuesta, con el dolor y la muerte siempre presentes».

Cintra asegura que el resultado final «es algo muy festivo, que nos permite reconciliarnos con la idea de la muerte». Además, confiesa que tiene en la oficina una calavera, aunque jamás ha hecho un «Hamlet». «Para mí es fundamental coexistir con la idea de la muerte. Los rituales mortuorios, más que un espectáculo moralizador, ponían en contacto a los vivos, con la muerte. Por eso me parecen importantes», destaca el actor.

Un festival que premia a los equipos y no a las estrellas

El Festival de Teatro Clásico de Erriberri, que aguantará hasta el día 31, cada año se centra en un elemento teatral. Ha tenido ediciones dedicadas a los actores, a directores... este año, su director artístico, Álex Ruiz Pastor, ha decidido centrar el festival en los «equipos estables de trabajo». Más allá del relumbrón de determinado actor, o de la fama de un director, lo que sustenta al teatro son las compañías, con sus tramoyistas, sus especialistas en puesta en escena, los coreógrafos, los narradores o los músicos. Ruiz Pastor asegura que gran parte del teatro clásico que hoy se mantiene se debe a varias compañías que llevan años especializándose en esta modalidad y trabajando todos de la mano para conseguir que se pierda lo menos posible de los grandes textos y géneros de la dramaturgia.

p036_f02.jpg

Dokumentuaren akzioak