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Érase otra vez un éxito

Komunikabidea
Noticias de Gipuzkoa
Mota
Albistea
Data
2015/12/13
Lotura
Noticias de Gipuzkoa

Cuando se le pregunta cómo ha vivido la respuesta del público, Thierry Malandain responde con un lacónico “Ça va”. Tras asistir a ocho minutos de rotunda ovación y aplauso ininterrumpido, “Ha estado bien” puede sonar a arrebato de humildad, pero el gesto define el carácter templado del director del Malandain Ballet Biarritz. En cualquier caso, dos años y medio después de debutar en la Ópera Real de Versalles junto a la Orquesta Sinfónica de Euskadi (OSE) con Cenicienta, ambas formaciones regresaron el viernes a la capital francesa para saborear el éxito con otro mágico cuento de hadas, quizá más oscuro que aquel: La bella y la bestia.

Al inicio de la versión cinematográfica de este relato filmado en 1946 por Jean Cocteau, el director pedía al público sumergirse en la película con la sencillez de los niños, capaces de creer cualquier historia, por insólita que sea, si comienza con “las palabras mágicas, el ‘ábrete sésamo’ de la infancia: érase una vez”. En su cuento coreografiado, Malandain también apela a la imaginación del espectador y lo hace de manera muy inteligente, con una puesta en escena de aparente simpleza pero que encierra un alto grado de simbolismo.

hallazagos Entre los múltiples hallazgos de La bella y la bestia, nuevo encargo de Château de Versailles Spectacles a Malandain Ballet Biarritz, figura la creación de un nuevo protagonista: el artista (Arnaud Mahouy), que dividido en cuerpo (Daniel Vizcayo) y alma (Miyuki Kanei), guía la historia y los pasos de Bella (Claire Lonchampt) y Bestia (Mickaël Conte). “Quienes conocemos bien a Thierry sabemos que el personaje del artista le representa a él”, confesaba el chileno Jorge Gallardo, que lleva 20 años trabajando codo con codo junto a Malandain.

Suya es la concepción de una minimalista pero impactante escenografía que cuenta con unos pocos elementos: una mesa con garras a modo de patas, un par de máscaras de caballo, un candelabro y cinco telones negros que el personaje del artista va moviendo en una u otra dirección para interactuar con los personajes, cambiar de escenario y hacer que la acción avance. De ese modo tan sutil y con algunos guiños al surrealismo de Cocteau, el espectador logra llenar con su imaginación un escenario casi vacío en el que solo importan la música y la danza, con momentos mágicos y de enorme plasticidad.

Gallardo es también autor del diseño de los vistosos trajes que, como la propia coreografía, mezclan clasicismo y vanguardia. Los tonos del vestuario dorado guardan relación con “el esplendor del amor y la riqueza del corazón”, el gris es el color “neutro” de la familia y en el atuendo de la bestia “prima la desnudez”. Una máscara de tela negra translúcida cubre su cara pero la ausencia de rostro no resta un ápice de fuerza al personaje interpretado por Conte; hacia él se dirigieron todas las miradas, pues pone cada músculo de su cuerpo al servicio de una expresividad prodigiosa, con movimientos que plasman certeramente el sufrimiento de un animal herido y torturado.

Si no se conoce o no se recuerda la versión de La bella y la bestia que Jeanne-Marie Leprince de Beamount acuñó en el siglo XVIII, la propuesta de Malandain puede resultar críptica en ocasiones. Sin embargo, la coreografía es tan sugerente que poco importa perder el hilo de la historia: siempre se imponen la emoción y la sensibilidad, presentes en cada paso de los bailarines y en cada nota de Tchaikovsky. Hay momentos de violencia, terror, desgarro y pasión, y cuando llega el beso final y se quiebra el maleficio de la bestia, lo que en el relato original era un desenlace feliz, aquí no lo parece tanto: Malandain cubre a sus personajes con un metafórico manto de tristeza y ambigüedad que planea sobre toda la obra, ofreciendo tantas lecturas como espectadores.

Un montaje “bellísimo” Los salones de los Cruzados forman parte de las infinitas estancias del Château de Versalles. Decorados con enormes lienzos de escenas bíblicas e históricas, sirvieron para acoger el cocktail posterior a la primera de las cuatro funciones de estos días. Mientras degustaban un sabroso surtido de quesos y embutidos regado con vino y champán, artistas e invitados brindaban por el éxito de La bella y la bestia.

Los músicos alabaron la solera de un teatro que fue inaugurado en 1770 con motivo de la boda del Delfín, el futuro Luis XVI, con María Antonieta. Además, su acústica les pareció mucho más cálida que la de la Gare du Midi de Biarritz donde estrenaron el montaje hace una semana. También manifestaron el placer de tocar música para ballet, algo que no hacen muy a menudo y que para ellos supone un reto, sobre todo porque muchas veces deben ralentizar el tempo de partituras que conocen bien -Tchaikovsky es un autor habitual en el repertorio sinfónico- para adaptarlo a la coreografía. Solo pusieron una pega: la imposibilidad de disfrutar de las coreografías por su obligación de atender a la partitura y a las indicaciones del maestro Ainars Rubikis. “¡A ver si alguien graba en vídeo la actuación para que podamos verla! Todo el mundo dice que es espectacular pero nosotros desde el foso nos la perdemos”, lamentó el concertino Andoni Mercero.

El director general de la OSE, Oriol Roch, departió con el viceconsejero vasco de Cultura, Joxean Muñoz, muy impresionado por la calidad de un espectáculo que en enero y febrero de 2016 recalará en la temporada de abono de la orquesta en Donostia, Bilbao y Pamplona. Por su parte, Malandain recordó que el estreno de Biarritz “funcionó muy bien pero el público era cercano”. “Teníamos miedo de Versalles porque no conocemos a la audiencia pero ha respondido positivamente”, sostuvo el coreógrafo, que destacó la asistencia de periodistas especializados en danza -ayer aún no se habían publicado las críticas pero todo apunta a que serán positivas- y también de varios programadores internacionales. “Había tres directores de teatros americanos a quienes les ha gustado mucho la pieza. Han venido expresamente desde allí para verla y tenemos esperanzas”, añadió con la vista puesta en una posible gira transoceánica.

Los cerca de 700 espectadores que abarrotaron el audi’torio ya habían expresado su adhesión al ballet y a la orquesta con un largo aplauso, pero después lo verbalizaron con infinidad de comentarios elogiosos. Solange Dondi, por ejemplo, se deshizo en halagos hacia el montaje: “Ha sido precioso todo: los bailarines, la coreografía y la música. La orquesta es impresionante”. A su lado, Pascal Jean Fournier y Patrice Lombard compartieron esa opinión y recalcaron el uso de piezas de Tchaikovsky y los “símbolos” empleados por Malandain: “Han sido muy bellos, aunque no lo hayamos entendido todo. Tiene ese punto de dificultad pero es una obra bellísima y armoniosa. Conocíamos a la compañía y sus miembros han estado geniales”.

Tras la última función de esta tarde, músicos y bailarines regresarán mañana a Donostia y Biarritz. Pero como ya avanzó Oriol Roch, el objetivo ahora es ir a por la cuarta colaboración tras Maguifique (2011), Cenicienta (2013) y La bella y la bestia (2015). Colorín colorado, el maravilloso cuento de la OSE y Malandain Ballet Biarritz no ha terminado…

Los músicos de la Orquesta Sinfónica de Euskadi y los bailarines de Malandain Biarritz reciben el aplauso del público al término de la función. Foto: Juan G. Andrés

Los músicos de la Orquesta Sinfónica de Euskadi y los bailarines de Malandain Biarritz reciben el aplauso del público al término de la función. Foto: Juan G. Andrés

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