Encanto jovial

Crítica, 'Blancanieves'

En la elaboración creativa y orquestal, llevada a cabo por Emilio Aragón, se aprecia su preparación en música clásica, en la cual los diferentes temas melódicos van consonantes y descriptivos a situaciones del desarrollo del cuento de los hermanos Grimm y sus variados personajes. Su armonización es redonda y clásica, predominando los vientos (trompetería) y percusión efectista, que introducen al público en las varias emociones de los personajes del argumento desenvuelto. La flauta y el xilófono aportan el lirismo contrastado con el repiqueteo de la caja y el estruendo de los timbales. Una acomodación descriptiva cabal. La plasticidad dancística y evoluciones y giros corporales imbuyeron al público en el arte más genuino de la danza, siendo Tamara Rojo la punta de lanza selecta con su delicadeza puntística y dúctil movimiento corporal. Complementó Iñaki Urlezaga en la evolución final bailando ambos un “Paso a Dos” memorable como colofón.



Dentro del elenco de los siete enanitos, brillaron algunos con luz propia, algo que fue advertido gratuitamente por un avezado y talentoso público ya habituado a estrenos y galas dancísticas por estos pagos. La escenografía estaba bien adaptada y era de fácil superposición. Vestuario fino y congruente con roles. Iluminación y proyecciones acertadas al momento. Una preparación y disposición conjunta envidiables.