Egilea
Iratxe de Arantzibia
Komunikabidea
Diario Vasco
Tokia
San Sebastián
Mota
Albistea
Data
2009/10/06
«Detuvieron de nuestro lado tu cuerpo los civiles de
Franco. No saben que tu luz ha sido para nosotros el camino y la
estrella». Así comienza la emotiva carta que José María Arístegui
dirige, setenta años después de su muerte, a su padre, Julián, fusilado
el 28 de octubre de 1936, en las afueras del cementerio de Hernani. Y,
precisamente, éste es el hilo argumental de Unerwartet/Ezustekoa, obra que Mikel Arístegui -nieto de Julián e hijo de José María- estrena el próximo sábado en el Teatro Principal.
El trabajo actual es una evolución del dúo original
creado en 2006, para el homenaje del Ayuntamiento de Hernani a los
doscientos fusilados, asesinados por simples «acusaciones
indocumentadas». El Museo Chillida Leku acogió cuatro actuaciones, en
las que, José María con la palabra y Mikel con la danza, buscaron como
objetivo «plantar cara a los acontecimientos, rompiendo círculos
viciosos; sin buscar culpables, simplemente, poniendo los hechos sobre
la mesa y haciendo vivo un tema olvidado para el debate; recordando
para que no vuelva a suceder».
Enseguida se dio cuenta el intérprete donostiarra
afincado en Berlín que había potencial suficiente para desarrollar una
pieza completa. Esta vez, el sábado y el domingo, sobre el escenario
del teatro Principal, no estará físicamente José María, «aunque,
moralmente, su presencia es muy significativa; este trabajo me ha unido
al aita y me ha ayudado a entender y aceptar cosas», señaló, en rueda
de prensa, el bailarín guipuzcoano.
Impotencia
Se incorporan nuevos personajes al espectáculo como la
amona, la izeba Mari Carmen o el guardia civil, completando a los roles
de aitona, José María -joven y de mediana edad-. Cuatro son los
bailarines que forman parte del espectáculo final, cuya duración
rondará los sesenta minutos. Para realizar esta obra, el coreógrafo se
ha basado «en las emociones que quedan como vestigio en mi familia; en
el hueco que queda por la separación brutal de un miembro. La amona
quería que sus cinco hijos se criaran en una situación de paz y tuvo
que retener emocionalmente esa impotencia», añadió Arístegui.
Desde una difícil asepsia, el intérprete donostiarra
reconoce que ha sufrido «una lucha interna por abstraerse», gracias a
su herencia germánica, aunque «me emocioné muchísimo en cada
espectáculo en Chillida Leku y ahora en los ensayos, tengo que
mantenerme frío para reconocer qué funciona o qué no». Tanto la
escenografía como el vestuario también buscan esa «sencilla desnudez»,
porque «mi objetivo es desdramatizar un conglomerado de emociones. Te
puedes perder en la emotividad y hay que limpiar para representar la
esencia».
Mikel Arístegui ha trabajado la coreografía a partir del
material generado por las improvisaciones nacidas de situaciones
concretas planteadas a los bailarines. «Es difícil de clasificar la
obra, porque ofrece un abanico muy abierto. Interpretamos situaciones
mediante danza-teatro o danza contemporánea. Gracias a palabras clave,
los bailarines transmitieron, a través del movimiento, cierto tipo de
situaciones».
La actuación de este fin de semana tiene una connotación
muy especial para Aristegui. Debutó en el teatro Principal, hace
veintidós años, con el grupo Katatonix, y va a ser la primera vez, que
presente un espectáculo como único director -«me he dado cuenta de que
no puedo consultar más que conmigo mismo sobre este espectáculo», ríe-.
Se ha producido un intenso debate entre el Mikel nieto
de Julián y el Mikel coreógrafo, según se deduce de sus palabras. «La
verdad más clara es que soy yo el director y coreógrafo; soy yo quién
se pone en la situación de cómo ha vivido el aita toda esta contienda».
Como artista, Arístegui ha planteado el proyecto y ha permitido que
crezca -«creo que hay que respetar a rajatabla la dirección que toma un
proyecto», añade-. Pero, continúa, «directamente, pienso en el aita, en
la izeba, en los tíos, cuando estoy trabajando las
emociones que ellos han vivido; tienen una emoción retenida, y creo que
ese dolor se puede transformar en algo que les pese menos».
En 2006, el Ayuntamiento de Hernani decidió homenajear a
los dos centenares de fusilados; entre otras cosas, se incrementó el
suelo santo del cementerio, incluyendo la zona en la que estaban
enterrados los represaliados. Los restos de Julián Arístegui se
encuentran en una fosa común. «Personalmente, me gustaría poder
encontrar los restos del aitona; aunque sea medio centímetro, y poder
enterrarlos junto a la amona. De manera espiritual, sería una situación
en la podría sentir que el aitona descansa en paz. Al estar el aita y
mis tíos, no me siento en la autoridad moral de pedirlo, además, las
pruebas de ADN costarían mucho dinero», finaliza Mikel Arístegui.