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“En este pueblo, cada momento tiene su danza”
Iñaki Irigoien
Hace ya 63 años empezó a bailar danzas vascas en el grupo de las Juventudes Franciscanas de Bilbao. Un año más tarde entró en Dindirri, uno de los grupos referenciales en la capital de Bizkaia y en el resto de Euskal Herria. Después, Euskal Dantzarien Biltzarra, la Federación de Danzas, con presencia en todos los territorios vascos, sería su gran proyecto. Iñaki Irigoien va desgranando cómo se forjó una pasión por el folklore partiendo de la danza, una de las pocas expresiones culturales de Euskal Herria que Franco no prohibió. Es un importante investigador cultural que ha recorrido muchos kilómetros a lo largo de su vida para ver in situ, en los pueblos, los bailes más antiguos, observar sus costumbres y poder diferenciar las dantzas urbanas de las autóctonas. Y ha desempolvado
archivos para poder contar la historia a través de las tradiciones, para escribir artículos e investigaciones y para recrear bailes que habían caído en el olvido.
Esta labor la realizó en su día compaginándola con su trabajo en el sector bancario y con su familia, compuesta por su mujer y cinco hijos. En verano es fiel a
Lekeitio, un pueblo que siempre ha considerado como suyo. Ahora, ya jubilado, sigue con su labor investigadora: “Pero hago menos de lo que pensaba”, dice. El 13 de abril, Euskal Dantzarien Biltzarra (Federación Vasca de Danzas), organización a la que lleva fuertemente vinculado casi cuatro décadas, le rendirá un homenaje en el Museo Histórico de Bilbao. En este acto se reunirá mucha de la gente que ha trabajado con él en el mundo de la cultura vasca y se le reconocerá la intensa labor que ha realizado y que ha permitido a varias generaciones relacionarse con su historia y tradición.
¿Cuántos años ya en el mundo de la danza vasca?
Empecé a bailar en 1950. Mi hermano ya lo hacía; estaba en el grupo Dindirri, que tenía cierta fama entonces, y cuando él se fue a la mili en 1951, yo entré en el grupo, así que desde entonces y hasta ahora estoy en este mundillo.
¿Había tradición de dantzaris en su familia?
No. Mi padre y mi madre eran de caserío. Vinieron a Bilbao, mi padre a trabajar a Euskalduna y mi madre, como todas las mujeres de caserío de entonces, a servir. Aquí se conocieron, hicieron su nido y tuvieron a sus cinco hijos.
Lleva 63 años en el mundo de la danza, ¿se han perdido muchas tradiciones?
Por la fecha de mi nacimiento, 1935, se puede decir que soy republicano. Luego ya vino el levantamiento franquista, y el franquismo, para la cultura vasca, supuso un derrumbe, aunque una de las cosas que Franco dejó funcionar fueron las danzas. En Bilbao, para muchos, la danza fue una primera aproximación a la cultura vasca. En el año 1945 surgió Dindirri, el grupo donde empecé a bailar, que alcanzó bastante nombre. Y también fue muy importante para la cultura vasca Euskaltzaindia, que entonces estaba en Ribera, 6.
Quizá la única institución que no fue deshecha por Franco.
Había unos cuantos personajes carlistas con cierto renombre en su Junta y su presidente era Resurrección María de Azkue, que nunca se metió en política. En 1952 mi hermano Alfonso entró a dar clases de euskera. Yo por aquel entonces conocía las danzas vascas urbanas y hacíamos espectáculos, pero para mí fue un descubrimiento encontrar las danzas que había en los pueblos, las autóctonas. En el año 1956 cogí un tren hasta Oñate y cuando llegué me encontré con una sorpresa: había dantzaris y había imágenes. Cuando vi aquello el día del Corpus pensé: Esto no tiene nada que ver con lo que hacemos nosotros en la
ciudad. Entonces se abrió otro mundo distinto en mi concepto del folklore.
¿Cambió tanto la concepción de las danzas que tenía usted ver las tradiciones de los pueblos?
A partir de ese descubrimiento, el ritual, me iba a Garai, a Berriz y a otros pueblos. El concepto que tenía cambió bastante, pero no solo en mí; también en otros con la misma afición. Uno de los que años más tarde se movió mucho en estos temas fue Juan Antonio Urbeltz. Por mi parte, fui avanzando y llegué a ser director de Dindirri durante diez años. Después hice estudios de Sociología y lo que más me atraía ya no era el grupo de danzas como enseñante y organizador, sino otras cosas: la Federación de Danzas, los movimientos de grupos urbanos y todo el conocimiento que hay alrededor del mundo de la danza.
E interrelacionar esas danzas con la historia.
Sí, y descubro que esa historia está en buena medida escrita en muchos ayuntamientos. Me he dedicado durante años a revisar los archivos y a hacer publicaciones sobre nuestro folklore.
¿Cómo ve a las nuevas generaciones?
En estos momentos, si quieren, tienen una base muy superior a la que nosotros tuvimos, porque salimos de la nada. Hay muchas publicaciones en las que poder basarse y una facilidad terrible para poder ir a ver bailes. Por ejemplo, la primera vez que yo fui en 1959 a ver las danzas de Luzaide, en Navarra, cogí un autobús en Bilbao, comí en Pamplona, y luego cogí otro autobús para llegar a la noche a Luzaide. Y a la vuelta, lo mismo. Ahora, con un coche no tienes ningún problema. Hay base, aunque si la juventud tiene otros atractivos y no se dedica tanto a esto, ya es otra cosa.
La danza ha sido una parte fundamental de su vida, ¿no?
Efectivamente, primero practicándola y después investigándola. Me casé y mi mujer y yo hemos tenido cinco hijos. Y tengo que decir que ella ha soportado todo el esfuerzo para sacar a la familia adelante. Yo he colaborado, pero igual no tanto como debía.
¿Bailaban su mujer y sus hijos?
Ella no, y de mis hijos, alguno ha bailadoen un momento dado, pero no es una tradición que haya quedado en la familia. Alguno de los nietos sigue bailando ahora, pero no les veo metidos como yo lo estaba cuando tenía su edad.
¿Queda mucho por descubrir del folklore vasco?
Lo mejor es que los grupos de los pueblos están cogiendo una gran conciencia de lo suyo y se están recreando nuevas situaciones de danza. Y a nivel de investigación aún quedan muchos papeles, pero hay que revisarlos.
¿Se ha descubierto mucho vestuario?
Se ha recreado a partir de grabados, dibujos o escritos, porque la ropa no supera los cien años de vida.
¿El folklore debe ser eterno en su tradición o debe adaptarse?
Las formas que tú ves ahora han podido ser distintas antes y serán distintas después. No con una gran variación, pero hay nuevas recreaciones. La danza se va adecuando a los nuevos tiempos.
¿Cuántos kilómetros ha recorrido usted gracias a la danza?
Muchos, primero con el Dindirri, luego investigando y también con la Federación. He dado numerosas charlas y conferencias y eso también me ha llevado a muchos lugares.
Hay una danza para cada momento, ¿no?
Sí. Hay unas danzas que son para bailar en el Corpus, otras de carnaval, festivos, bailes en ciertos rituales... En este pueblo cada momento tiene su danza, porque todo el folklore que está integrado en la sociedad tiene su momento.
Parece que el aurresku sirve para todo.
Porque se ha conservado a lo largo de los tiempos.
¿De dónde le viene a usted esa pasión por el baile primero y por la investigación del folklore vasco después?
Aunque nací en la República soy hijo del franquismo y mi hermano mayor fue el impulsor de la cultura vasca en casa. Ese movimiento cultural me lo metieron en casa mis hermanos. Fue ese interés por la cultura lo que después me llevó a la danza.Y siempre he tenido un afán por hacer mejor las cosas. Eso fue lo que me llevó a hacerme cargo de Dindirri en un momento dado, y de la Federación también.
¿Tuvieron en algún momento problemas con el franquismo?
Nos consentía lo que hacíamos, pero estábamos controlados. Bailando en Dindirri, la policía nos llegaba a pasar una lista de quienes estábamos o no estábamos, es decir, nos dejaban hacer, pero controlados. En el mundo de la danza la iglesia amparó a cantidad de grupos. Cuando se inauguró la Feria de Muestras de Bilbao pasaron una nota muy clara a todos los grupos de danzas de Bizkaia: o vais a la recepción de Franco o desaparecéis.
¿Y qué pasó?
Que fuimos. Eso sí, utilizábamos un cruce de cintas y si poníamos azul, rojo y blanco, con la luz el azul se convertía en verde. Lo que la gente veía era verde, rojo y blanco. A mí me ha pasado, en el teatro Arriaga, subir el delegado y decirme: Esto es rojo, blanco y verde; y yo contestarle: No, señor, esto es azul. Nosotros en Dindirri jamás hemos sacado una bandera a bailar, y si nos hacían sacar la lazada de la bandera española, decidíamos no bailar. Censura había,
pero teníamos que buscar las fórmulas para saltárnosla.
¿Malicia?
Toda. Luego llegó la muerte de Franco, que supuso mucho para la cultura vasca en general. Después de hablar con los grupos de danza de Navarra organizamos el primer Dantzari Eguna, en Pamplona en 1978. Y a partir de entonces hemos seguido funcionando, mejor o peor, pero funcionando.
Y ahora le van a hacer un homenaje…
Eso dicen, a ver si es cierto... En serio, es de agradecer que se acuerden de mí.
Supongo que en su momento no contaron con muchas subvenciones, ¿resultaba caro bailar?
Más que costar dinero, costaba mucho esfuerzo y sudor. Además de bailar en Dindirri, también he bailado en Olaeta durante muchos años. Ensayaba dos días en Dindirri y otros dos en Olaeta. En el franquismo la gente sentía mucho más estas cosas, se refugiaban en las danzas buscando la cultura vasca. Cuando íbamos a bailar a Gipuzkoa, o a Iparralde, y pasabas por los pueblos, porque muchos no tenían carreteras de circunvalación, la gente veía el autobús con el cartel de Dindirri y aplaudía. Una de las sensaciones mayores que he tenido fue durante una actuación en el frontón de Azkoitia, por cómo retumbaron los aplausos y los irrintzis. Aún se me pone la carne de gallina al recordarlo. La gente entonces sacaba todo lo que llevaba dentro, porque se vivía muy duramente.
Además de dedicarse a la danza y a la investigación del folklore, ¿qué hacía usted en su tiempo laboral?
He trabajado en la Caja de Ahorros Municipal, después en la BBK, y en donde no he trabajado es en Kutxabank, porque eso ya me pilló jubilado. El horario y tener un salario me han permitido poder dedicarme a todo esto que tanto me apasiona: la danza y la investigación del folklore.
¿Es usted un jubilado activo?
En estas cosas sí, aún sigo publicando, y ahora mismo tengo en imprenta otros dos artículos.
¿Qué tal lleva la jubilación?
Muy bien. Yo creía que iba a hacer más cosas, pero no; la familia, los nietos, te arrastran mucho. Y luego hay una verdad: es muy bonito no hacer nada.
Su refugio ha sido el verano en Lekeitio.
Y muchos fines de semana. Se han hecho de Lekeitio todos mis hijos. Es más, dos de ellos viven allí y todos menos uno se han casado con gente del pueblo. Lekeitio para mí es algo familiar: vas por el pueblo y la gente te conoce y te saluda.
PERSONAL
Nombre: Iñaki Irigoien Etxebarria.
Lugar y fecha de nacimiento: Deusto (Bilbao), 30 de julio de 1935.
Estudios: Sociología en la Universidad de Deusto.
Vida laboral: En 1955 ingresó en la plantilla de la Caja de Ahorros Municipal de Bilbao, donde se jubiló en 1995.
Familia: Casado con Maribi Garitaonandia y padre de cinco hijos.
Aficiones: La cultura tradicional vasca, sobre todo a través de la danza. A ella se ha dedicado como practicante (dantzari), y como investigador, divulgador y promotor del movimiento asociativo y de desarrollo de esta importante parte de la cultura popular.
Trayectoria: Ingresó en 1950 en el grupo de danzas de las Juventudes Franciscanas de Bilbao, y al año siguiente pasó a Dindirri, donde bailó hasta 1970 y fue su director artístico desde 1959. En 1953 entró en el grupo de teatro, música y canto Txinpartak, a través del cual conoció Euskaltzaindia. A partir de 1956 empieza a recorrer los pueblos de toda Euskal Herria tomando contacto directo con su folklore autóctono. En 1959 ingresó en el Ballet Olaeta, que simultaneó con Dindirri. Participó en la creación de Euskal Dantzarien Biltzarra y en 1975 fue nombrado delegado por Bizkaia. Fue el primer presidente de Bizkaiko Dantzarien Biltzarra. Ha hecho numerosas recuperaciones de danzas, investigaciones folklóricas, artículos y publicaciones.
* * *Fotos: Oskar Martínez
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