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En el corazón de la comparsa: así ensayan sus ‘majestades’ los Gigantes de Tudela
Eneko se limpia el sudor que la cae de la frente y da la bienvenida con sorna. “De todos los ensayos, has tenido que elegir justamente el de hoy”, dice. Es miércoles, son las 19:15 de la tarde, y en el antiguo Seminario se filtra el calor infernal del que hablan todos los informativos. Habrá como 38 grados en el exterior. Dentro, la tempeatura baja algo aunque la diferencia ni siquiera merece un subrayado. No se trata del mejor día para cargar con unos cuantos kilos de peso y repasar coreografías. Pero eso da igual. No hay ola de calor que valga, por extensa en el tiempo que se presente. El ensayo con los gigantes no se suspende. Queda más o menos un mes para que los portadores de las mágicas figuras cambien su ropa cómoda, a modo de indumentaria de entrenamiento, por el blanco y rojo. Y eso también se palpa en el ambiente.
El céntrico lugar en el que descansan Sancho, Sancha, Juan de Labrit, Catalina de Foix, Óneca e Iñigo Arista pasaría desapercibido para cualquiera que no sepa de su existencia. Al empujar el portón de madera que da acceso al interior, la luz se vuelve más fría y todo se ve como si alguien hubiera ajustado el balance de blancos de una cámara fotográfica. Se atisban varios puntos de atención. A la izquierda, lo que queda del retablo y las cúpulas del recinto parece contemplar minuciosamente, con atención implacable, a las seis figuras, en hilera, listas para que la docena de miembros de la comparsa que ha asistido al ensayo vayan turnándose en las diferentes piezas. Íñigo organiza las tandas, aunque cada uno ya tiene claro qué toca y quién baila. “Normalmente todos tienen de alguna manera a su propio gigante”, cuenta.
En la zona central, pegados a la pared, un grupo de niños y niñas juegan y observan a los mayores en el ensayo. En el momento en el que suena la música, miran embelesados al desarrollo del baile. Los ojos bien abiertos. En ocasiones, cuando los movimientos de las figuras son rápidos y las telas de sus faldas se agitan con celeridad, encorvan sus cuerpos hacia atrás como protegiéndose de un hipotético impacto. Pero todo está bajo control. No hace falta recordar lo del calor. La parte inferior de los ropajes de las figuras es el mejor ventilador posible. Más potente que cualquiera de los que se venden en las tiendas de electrodomésticos.
Uno de los aspectos que podrían resultar llamativos para alguien que no está familiarizado con el día a día de la comparsa y el folclore local son las denominaciones de esas piezas musicales que después se danzan en las calles de Tudela o en momentos señalados de las fiestas. Mari Carmen, Buen Gusto, Valsillo. “Cuando dices un nombre ya saben cuál es y no, no son nombres en clave”, confiesa Iñigo con su particular sonrisa. En efecto, no son denominaciones encriptadas, aunque la anécdota bien daría para un relato literario.
Revisión de pasos
Quien no está bajo el gigante, no deja de ensayar u observar los avances de los demás, de una u otra manera. En la parte derecha, frente a una representación mural de los cuatro gigantes clásicos de la comparsa, el espacio se reserva para repasar pasos de algunas piezas o para ensayar las que están sonando pero sin la carga de las figuras. Dos de las chicas que se incorporaron a la comparsa en 2018, Sandra y Alicia, ponen empeño en recordar algunos detalles de varios bailes. “Ahí te das media vuelta, justo ahí”, les indica un compañero. Más tarde se incorporará Marta, la tercera de las féminas que ya es una más en la agrupación.
Guillermo también llega unos minutos después, con todo el mundo ya mimetizado con los primeros pero leves sudores que afloran. Un pequeño traspiés en una de las coreografías da pie a algún que otro chascarrillo. El humor también forma parte, cómo no, del ambiente de camaradería. Hay quien incluso se ofrece como jefe de prensa para canalizar la información ante la presencia de un plumilla en el ensayo. Labia y don de gentes, desde luego, no le faltan a este ‘gigantero’ en cuestión.
Los bailes van tocando a su fin y para los instantes finales se guardan piezas de marcado significado en las fiestas. Una de ellas, la que las figuras bailan en el cénit de la Novena de Santa Ana, dentro de la Catedral de Santa María la Mayor. Suena la minicadena en la que se reproducen las piezas. Afloran los versos que engalanan a la “excelsa patrona”. Esta parte del ensayo la completan todos los presentes y todos por igual: sin el gigante a la espalda. El punto final llega con una pieza de los auroros para la Ofrenda Floral del 25 de julio. También sin carga. La grabación la tiene Guillermo en el móvil y el silencio se hace necesario en medio de ese baile. El sonido de tantos pies arrastrando por el suelo parece contagiarse también de solemnidad. Son cerca de las ocho. Ya queda menos para el día 24.
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