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«En 'Pink Floyd Ballet' lo importante no es la emoción dramática, sino la artística»
Lucía Lacarra, Bailarina
La bailarina zumaiarra Lucia Lacarra encabeza el reparto de Pink Floyd
Ballet, que representará con la compañía Tokio Asami Maki Ballet con
coreografía de Roland Petit, mañana y el sábado, dentro de la Quincena
Musical. Se muestra muy satisfecha de presentar este espectáculo en San
Sebastián porque combina el ballet clásico con la música pop rock, de
forma que se trata de un montaje para un público muy amplio.
-
Llevaba tiempo sin actuar en San Sebastián y ahora, en menos de un año,
lo hace dos veces, en enero con la Gala de la danza y ahora en la
Quincena Musical.
- No he actuado en la Quincena Musical desde
hace años. La última vez fue Coppelia con Roland Petit. Me hace mucha
ilusión venir cerca de casa o, mejor todavía en casa; saber que voy a
estar bailando y en el público van a estar mi familia, a la gente de
Zumaia, a mis amigos... es algo que no tiene precio para una persona
como yo, que está acostumbrada a bailar en el extranjero delante de
gente que no conoces. Saber que después del espectáculo vas a estar con
ellos le da un sentido especial.
- ¿También da más responsabilidad?
-
No, la responsabilidad es siempre la misma. Es más un sentimiento
especial. Si eres profesional siempre sientes la misma responsabilidad
en todos los espectáculos, ya sea uno pequeño, uno más difícil, un
teatro muy conocido o uno completamente desconocido. Una vez que estás
en el escenario la responsabilidad es con el público que ha venido a
ver un buen espectáculo en el que tú eres la estrella.
- Me refería a una especie de nudo en el estómago por ver a sus padres en las butacas.
-No,
para nada. Me da más motivación, una alegría todavía mayor. Es un
placer, pero no soy una persona que tengo el track, como se dice, antes
de bailar; no me pongo excesivamente nerviosa. ¿Si me tuviera que poner
nerviosa por tener a mi familia enfrente!
- ¿Cómo lleva una bailarina clásica interpretar una obra con la música de Pink Floyd?
-
Para mí es de lo más original. Hago el trabajo que me gusta y me motiva
tanto una música clásica como Pink Floyd cuando está hecho con gusto.
El trabajo de Roland Petit es una maravilla. Lo creó en el 73 y todavía
es un ballet actual. Puedes disfrutar mucho con la música maravillosa
de Pink Floyd dejándote llevar por el ritmo con unos pasos clásicos y
neoclásicos, en puntas, pero que le dan un sentido diferente. Es como
actualizar la danza clásica.
- ¿Al tratarse de un montaje moderno se expresan los sentimientos de forma diferente que con una coreografía clásica?
-
La forma de expresar los sentimientos no tiene nada que ver con la
música o con el estilo, tiene que ver con lo que tu quieras dar. Es un
ballet que no tiene historia, ni momentos dramáticos. Yo, lo que
intento hacer es sacar la felicidad que siento al bailar, trasmitirla
al público... la concentración, la energía. Aquí no interpretas un
papel, no tienes que hacer sentir a la gente una emoción dramática,
pero puedes hacerle sentir una emoción artística.
- ¿Danza y rock combinan bien? ¿Se atrae a un público más reacio al ballet?
-
Pienso que sí. El hecho de que en el cartel aparezca en el nombre de
Pink Ployd Ballet llama la atención. Todavía hay gente que siente que
el ballet no está hecho para todo el mundo, piensan que no lo van a
entender. Están confundidos, es para todo el mundo y todos tienen
derecho a decir si le ha gustado o no. El hecho de que sea con una
música rock, que puede sonar más a la gente joven que no ha tenido la
oportunidad de ver ballet hasta ahora, siempre anima a que acudan a la
sala. Por esta razón pienso que es positivo y se van a dar cuenta que
el ballet no sólo es clásico o aburrido, como les parece a uno, o
demasiado anticuado, como les parece a otros, sino que se puede bailar
cualquier estilo de música y puede ser muy moderno y actual.
-
Un momento clave es el paso a dos con la canción 'The Great Gig In The
Sky', considerada una leyenda en la historia del rock. ¿Se presenta en
el escenario igual que cuando tiene que interpretar 'La dama de las
camelias'?
- Le doy la misma importancia. Una vez que salgo al
escenario, aunque sea para andar de un lado a otro o para sentarme en
una silla, pongo el mismo empeño. Según el ballet que haces la reacción
no es la misma porque la concentración es diferente. Cuando voy a hacer
La dama de las camelias estoy completamente metida en la piel de
Margueritte, la heroína del ballet, no soy Lucía Lacarra. Estoy
bailando como si fuera ella, metiéndome en su problema, en su
situación, interpreto un rol. Aquí soy yo, no encarno a nadie. La dama
de las camelias es muy dramático, la gente llora y se conmueve por la
tragedia que está viendo. En el caso de Pink Floyd la gente lo que va a
hacer es disfrutar de la belleza de la danza, de la música y del
espectáculo.
- En el montaje de 1973, Pink Floyd tocaba en directo. ¿Qué le han comentado de ese espectáculo?
-
Debió ser algo impresionante. La hija de Roland Petit estaba emocionada
con el grupo. Por estar con ella fue a un concierto. Es una persona que
sabe relacionarse muy bien con la gente y después del espectáculo fue a
ver al grupo y empezó a hablar con ellos. Mientras veía el espectáculo
le vino el proyecto a la cabeza de hacer un ballet sobre la música con
Pink Floyd en escena. El grupo estaba encantado con la idea. En Francia
fue un boom enorme. He leído artículos y son impresionantes. Se
rompieron muchos esquemas porque fue la gente de los dos mundos: del
rock y del ballet. Después, para el nuevo montaje tenía miedo de que no
funcionara porque el grupo no estuviera en escena. En la primera
representación se le fueron todos los miedos. A la gente que le gusta
el rock va a ir por curiosidad.
- ¿Que cambios ha realizado?
-
Petit, como todo coreógrafo, gusta de jugar con las coreografías.
Siempre modifica, cambia el orden del espectáculo. Por ejemplo The
Great Gig In The Sky ha estado creado para esta ocasión, la de Tokio;
en la original no existía. La primera era estaba basada sólo en Meddle
y The Dark Side of the Moon. Luego ha ido añadiendo trozos, cambiando
la instrumentación. Para él toda creación es un juguete, sobre todo en
esta ocasión que tiene carta abierta al no tener que respetar una
historia. Le ha añadido toques de color. Como bailarín siempre te
aporta algo nuevo.
- Roland Petit le llevó a Marsella y luego han trabajado juntos en muchas ocasiones. ¿Qué ha supuesto en su carrera?
-
Para mí ha sido un personaje clave. Antes de llegar a Marsella no
conocía el mundo artístico de la danza, donde tienes que interpretar
algo, vivir la vida de otra persona. Me dio mucha confianza cuando era
muy joven ofreciéndome papeles de mucha responsabilidad. Me hizo creer
en mí misma, sentirme segura de lo que estaba haciendo en el escenario
y experimentar con cosa que no había vivido hasta entonces. Lo que he
aprendido con él lo he seguido aplicando a lo largo de mi carrera.
- Hace unos años decía que una bailarina, por necesidad, tenía que ser nómada. ¿Sigue manteniendo esa idea?
-Sí.
Un bailarín no está hecho para quedarse en un mismo sitio. Nuestra meta
es bailar para el público, pero no para el mismo, sino de todo el
mundo. Nuestro mayor interés es viajar, trabajar con compañias y
estilos diferentes. La única riqueza que tenemos es nuestra
coreografía. No puedes estar toda la vida bailando lo mismo porque con
el tiempo se vuelve rutinario. Necesito motivarme, trabajar con
coreógrafos que me enseñen cosas nuevas, incluso de mi personalidad.
Nuestro trabajo es bailar y hay que tocar todas la variedades que tiene
el mundo de la danza.
- ¿Qué tal es la experiencia de trabajar con la compañía Tokio Asami Ballet?
-
Llevo con ellos tres años y acabo de llegar de Japón. Me siento como en
casa. Es muy profesional, con un nivel de organización maravilloso.
Trabajan muy duro con la sonrisa puesta. Tienen mucha sensibilidad por
la danza y eso se nota.
- El año pasado el Ministerio de Cultura
le dio el Premio Nacional de Danza. ¿Ha supuesto algún cambio en su
trabajo o es un reconocimiento más?
- Ha sido muy importante. El
hecho de estar reconocido por tu trabajo no tiene precio. Pero soy una
persona con los pies en el suelo y sé que un premio no me va a ayudar a
bailar mejor. Para eso necesitas trabajo y sudor. Todos los premios son
un regalo que agradezco, pero no dejo que se me suban a la cabeza.
-
Su pareja también es bailarín. ¿Es difícil convivir con alguien con
quien se comparte profesión o es más fácil porque le entiende mejor?
-
Me considero la persona más afortunada del mundo. Ciryl Pierre y yo nos
conocimos hace doce años, en Roland Petit. Fue mi primer parteiner.
Tener a mi lado una persona que me conoce al 100% y sabe lo que vivo en
cada momento, porque tenemos las mismas situaciones, problemas y
tensiones, es una suerte increíble. Con todo lo que viajo, todas
invitaciones con las compoñías, poder ir con tu pareja es como estar en
unas pequeñas vacaciones, aunque el viaje sea duro. Siempre te puedes
reir con él. Esta profesión es muy dura y poder bailar con tu pareja,
que te conoce tan bien, crea una conexión que se trasmite al público y
da cierta diferencia. No somos dos bailarines sobre el escenario sino
una pareja. Para mí es muy importante saber que tengo algo más que la
danza, no me siento sola.
- Este año las vacaciones no existen. Empiezo la temporada el 30 de agosto y en San Sebastian acabamos el 19. En septiembre tengo muchos espectáculos: una gala en Berlín, varias en los Campos Elíseos de París, dos en Finlandia, luego vamos de gira con la compañía a Venecia para hacer Romeo y Julieta. En octubre me voy a México, de ahí me reúno con la compañía en Taiwan. En noviembre tenemos varios espectáculos en Munich.
- ¿Durante su estancia en San Sebastián le va a dar tiempo a darse un bañito en Zumaia?
- Espero que sí. La compañía, después de una actuación en Canarias, se va a Barcelona, pero nosotros iremos a Zumaia. Si no me baño, me dará tiempo a dar un paseo por el faro y ver a mi sobrina que tiene dos años y a la que no conozco lo suficiente.
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