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Elizabeth I, por Lindsay Kemp

El actor y director británico reestrenará este mes en Donostia su obra sobre Elizabeth I, la reina virgen. Música y teatro se unen en un retrato poético y onírico

Egilea
Roberto Herrero
Komunikabidea
Diario Vasco
Tokia
San Sebastián
Mota
Albistea
Data
2008/06/03
Las dos funciones del 28 y 29 de junio retomarán una obra que se paró hace dos años en Madrid y que ahora Kemp ha variado en parte, tanto que se puede hablar de un reestreno en San Sebastián. Para ello la compañía estará una semana de ensayos en el Victoria Eugenia. Kemp parece disfrutar con ese plan de trabajo porque sus obras «nunca se terminan del todo».

Se le nota impaciente por este regreso tras dos años enfrascado en la dirección escénica de varias óperas. «Los pies de la reina han descansado este tiempo, pero los míos querían volver al escenario». Y lo va a hacer con un personaje por el que siente fascinación desde que a los cinco años vio a Bette Davis encarnándolo en el cine. «Nada más volver a casa me dediqué a interpretar la película en el salón, convencido de que yo era Errol Flyn, Bette Davis, la Reina Isabel o cada uno de los tres».

Se identifica con la Elizabeth «para la que la vida y la danza eran lo mismo que para mí». La obra comienza en los últimos años de vida de la reina, «cuando ella quería alejar la muerte con el baile». Aunque niega que ése sea también su caso. «No soy tan viejo, pero comparto esa ficción del baile como forma de alejar la mortalidad».

La obra comienza con esta imagen de la reina paralizada, que ya sólo se mueve un poco gracias a la música. «Luego retrocedemos a anteriores momentos de su vida y de su reinado para encontrarnos con una vida fascinante, tanto desde un punto de vista personal como político, ya que no era fácil entonces ser mujer y reina».

La hija de Ana Bolena no se casó y su virginidad se convirtió casi en un mito. «Pero tuvo muchos amores, sobre todo el duque de Leicester, el gran amor de su vida, y el conde de Essex, treinta años más joven y al que terminó cortando la cabeza». La mezcla de su «apasionada» vida y del tiempo que le tocó vivir las ha convertido en un «retrato poético y onírico de esta mujer de carácter tan fuerte».

Con ella en el escenario busca «los sentidos más que el intelecto». El espectador asiste a una obra «en la que confluyen el teatro musical, la ópera y las partes habladas en forma musical». La música del chileno Carlos Miranda está muy presente. Y no sólo las melodías de la época isabelina, «también hay sambas y rumbas», apunta Kemp.
Elizabeth I, por Lindsay Kemp
Kemp es 'la reina virgen'. [DV]

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