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El Vaticano prohibirá aplaudir en las iglesias y que las niñas ayuden en misa

El borrador de una próxima Instrucción del Papa establece 37 «abusos» de la liturgia y no duda en animar a los fieles a la delación para evitarlos. El texto veta también los bailes, pese a las frecuentes danzas ofrecidas a Wojtyla

Egilea
Íñigo Domínguez
Komunikabidea
El Correo
Tokia
Roma
Mota
Erreportajea
Data
2003/09/24

Se trata de un documento ya anunciado en la última encíclica del Papa el pasado mes de abril y en el que trabajan dos congregaciones vaticanas, la del Culto y la de la Doctrina de la Fe, para presentarlo a finales de este año o principios de 2004.



Juan Pablo II, que se lamentaba de las «innovaciones inconvenientes» introducidas en las misas, avisó en aquel texto de que había encargado «un documento más específico, incluso con rasgos de carácter jurídico, sobre este tema de gran importancia». Se esperaba mano dura , pero el adelanto del borrador publicado por la revista de los Paulinos ha sorprendido por su exhaustividad. Oficialmente no es definitivo, pero los cambios sobre la marcha no son costumbre en el Vaticano.



Con el sutil estilo de la Curia, el documento detalla que las niñas no pueden actuar como monaguillos «desconsideradamente o sin causa justa», aunque no dice cuál sería. Por si acaso, aclara que «los sacerdotes nunca deben sentirse obligados a llamar a las niñas para esta labor». Pero casi tanta perplejidad como esta norma ha causado la prohibición de aplausos y bailes «dentro del edificio sagrado, también al margen de la eucaristía». Aplaudir en las bodas, a veces en bautizos e incluso en funerales es una tradición asentada en Italia y España. Es más, si hay alguien a quien se aplaude en las misas es a Juan Pablo II, que recibe grandes ovaciones en San Pedro, por no hablar de la infinidad de veces que ha presenciado danzas de todo el mundo desde el altar. Sin embargo, el Vaticano deja claro que los aplausos deben ser «estrictamente excluidos» sin «ningún pretexto».



Sólo lecturas bíblicas



La lista de abusos continúa con otras llamadas al orden de todo tipo. Además de la prohibición ya conocida de celebrar la misa con oficiantes de otras confesiones o comunidades cristianas, como ortodoxos o protestantes, los sacerdotes tienen que respetar las vestimentas litúrgicas, los fieles nunca pueden leer el Evangelio en las ceremonias y queda abolida la figura del «asistente pastoral», divulgado en las zonas donde hay carencia de curas. La comunión no debe distribuirse bajo las dos especies -pan y vino- y sólo debe repartirla el sacerdote. Tampoco se pueden sustituir las lecturas bíblicas con textos ajenos, como por ejemplo Gandhi y otros pensadores.



Pero el final del texto, el párrafo 197, reserva una última sorpresa con una llamada en toda regla a la delación. «Cada católico, sacerdote o diácono o fiel laico tiene el derecho de presentar denuncia sobre los abusos litúrgicos», declara. Las quejas pueden ser dirigidas al obispo correspondiente, pero también directamente a la Santa Sede. En previsión de la caza al chivato , el documento advierte de que «todos deben respetar a quienes se lamentan de los abusos».



Prácticas arraigadas en Euskadi

ISABEL URRUTIA/BILBAO



La Instrucción vaticana rechaza dos pautas de conducta que, casualmente, la realidad eclesial vasca lleva años asumiendo como habituales. La sugerencia de que no intervengan chicas en funciones de monaguillo -«sólo salvo causa justa»-, choca de lleno con el trabajo cotidiano de niñas y adolescentes como auxiliares del sacerdote; asimismo, la prohibición de bailar ante el altar pone en entredicho la legitimidad del aurresku dentro del marco de misas de carácter solemne.



El documento de la Santa Sede también advierte de que prorrumpir en aplausos desvirtúa la dignidad del rito. No obstante, esta indicación -de acuerdo con especialistas en teología consultados por este periódico- no proscribe la costumbre hispana de vitorear a la pareja tras la administración del sacramento del matrimonio. «No forma parte de la liturgia, así que, en principio, no sería lógico que se vetara», razonan.



El consejo de que se evite la presencia de niñas monaguillo en las iglesias no es novedoso; sirve de recordatorio de la normativa canónica, que desautoriza la participación de mujeres como ayudantes del cura, máxima autoridad en la ceremonia eucarística.



A pesar de estas pautas oficiales, la comunidad creyente española está habituada a la asistencia femenina en labores secundarias. En el caso de las jóvenes auxiliares, su responsabilidad se reduce a sostener la Biblia cuando se procede a la lectura o la patena en la comunión, «porque los clérigos -explica un teólogo- son más activos que antes». Se ha superado el concepto de pureza que les obligaba a evitar el contacto con objetos que podían «mancillar sus manos».



Y ante la exclusión del baile, no faltan quienes recuerdan que está sumamente arraigada la costumbre católica de bailar en honor a Dios. «Condenar esta costumbre sería un brindis al sol», alertan.

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