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El último bailecito

El primer Maratón de Baile-Dantza Maratoia celebrado en la gran sala de Arteleku fue toda una experiencia vital y danzante

Egilea
Begoña del Teso
Komunikabidea
Diario Vasco
Mota
Albistea
Data
2002/11/18

El primer Maratón de Baile-Dantza Maratoia organizado por el colectivo Bit.Art, dedicado a la expansión, difusión, divulgación del arte en sus maneras más urbanas, callejeras, explosivas, había acabado. De hecho, como dijo la misma Saioa, sólo quedaba echarse el último bailecito. Y los supervivientes, sus amigos, sus fans, sus parientes, los organizadores, el jurado compuesto por la fotógrafo Laura 10M, Manuela Gutiérrez, líder danzante del café cantante Kandela, el pintor Iñaki Imaz, el sicólogo Asier del Río, Kontxi López, coreógrafa, y Dani Blanco, fotógrafo, se lo echaron. Después de tomarse una taza de chocolate fuerte y muy negro preparado por las gentes de Gorrotxategi.



Se echaron todos el último bailecito. Se lo echaron los eliminados. Y los chicos de la Cruz Roja que habían vigilado de continuo las constantes vitales de los participantes. Y quienes, en un momento de bajón bajonazo, entre las seis de la tarde y las nueve de la noche, recomendaron a los organizadores -miembros de la compañía de danza y otras historias Adeshoras- ofrecieran a los bailarines azúcar, mucha azúcar, aunque no estuviera previsto en las bases ni en el reglamento donde sólo se hablaba de agua, mucha agua, y de una pequeña ración de comida.



Recomendaron azúcar. Y se trajo azúcar en forma de refrescos, terrones, higos, ciruelas, pastelines. Azúcar para que los danzantes siguieran sintiendo no las piernas (no dejaron de sentirlas, dolían, dolían mucho) sino el ritmo, la música, las vibraciones, el aplauso del público y la compañía de los otros bailarines.



Entrada la medianoche y hasta las dos de la madrugada todos se echaron el último bailecito. Todos menos Estibaliz Alvarez que había ganado el Premio del Público, consistente en un fin de semana en un paraje de agroturismo y un book de fotos profesional, un libro con sus mejores retratos, para dar el salto a la fama desde las oficinas de los agentes artísticos. Estibaliz no bailó porque tras ser eliminada por el jurado no popular abandonó los terrenos de Arteleku, el Forum de las Artes, en Martutene.



Abandonó el café danzante no por nada sino por lo demás. Hubo sin embargo quienes se marcharon ligeramente cabreados tras ser expulsados. Creían algunos que para ganar ese primer maratón era imprescindible bailar bien. Y también pero no particularmente. Hubo quien reivindicó sus muchas horas de clase, su título de profesora, su experiencia. En balde. Lo que contaba, lo que puntuaba, lo que llevó a Saioa, Ana y Unai, hasta los minutos finales, fue el pillarle el ritmo al asunto y el bailar en compañía, contacto, interacción, complicidad, rivalidad de la rica, con los demás.



Valía todo menos pararse y quedarse en blanco, grogi, zombie. Sin inspiración. Todo lo demás valió. Mirar de frente. Usar las botellas de agua como maracas. Reclamar mimos. Dejar quererse. Valió todo porque lo que importaba era echarse un bailecito, el bailecito más largo de tu vida, doce horas sin parar.

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