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El sueño de Urtzi

Crítica, Nederlands Dans Theater I

Egilea
Iratxe de Arantzibia
Komunikabidea
Donostilandia.com
Mota
Kritika
Data
2006/10/31
Urtzi Aranburu (Donostia, 1972) acarició la gloria del reconocimiento de sus paisanos, el cariño de los suyos y la emoción de ver un íntimo sueño profesional cumplido, durante los apenas treinta minutos que duró “Wings of wax”, pieza que abrió la primera actuación de Nederlands Dans Theater (NDT) I en Donostia. Bailarín de dilatada y exitosa carrera, toda su trayectoria profesional se ha desarrollado en la formación holandesa. Comenzó en la compañía junior, NDT II (1991-1993), para entrar en las filas de la principal hace ya 14 temporadas. En 2005, los profesionales guipuzcoanos de la danza le distinguieron con el ‘Premio de la Danza’ por su trayectoria. En aquella ocasión, Urtzi se emocionó con aquellos aplausos, aunque no tanto como en esta visita donostiarra, porque, por fin, se cumplía el sueño de bailar en Donostia con su NDT.

“Wings of wax” (1997), obra de Jirí Kylián, inauguró la actuación de la formación holandesa en tierras guipuzcoanas. Basada en el mito de Ícaro, el coreógrafo checo construye una obra verdaderamente bella. Cuatro parejas, entre las que se encontraba Urtzi Aranburu y su habitual partenaire Shirley Esseboom, desgranan una impecable, precisa y limpia pieza del acervo kyliano. La sobria escenografía, con un árbol boca abajo y un foco asemejándose al Sol, ayuda a situar en el contexto mitológico “Wings of wax”. Al igual que en muchas de sus obras maestras, Jirí Kylián demuestra su portentoso sentido de la musicalidad, al emplear cada nota de la partitura en dibujar movimientos de gran sobriedad y sofisticación. Dice la leyenda que Ícaro, hijo de Dédalo, el constructor del laberinto del Minotauro, cayó al mar, debido a que el Sol derritió la cera de sus alas. De esta forma, el creador checo va estrechando el espacio escénico de los ocho bailarines, al reducirse el diámetro de la espiral luminosa creada por el foco. La música de Heinrich von Biber, Philip Glass y Johann Sebastian Bach transmite una placentera sensación de sosiego, mientras fluyen los suaves movimientos de los intérpretes, en diferentes composiciones numéricas –solos, dúos, tríos…-. En la premiere donostiarra, Urtzi Aranburu, haciendo gala de su nombre –Urtzi, antiguo dios vasco de los cielos-, brilló con su personal carisma por encima del grupo. El guipuzcoano se empleó en demostrar a sus paisanos la valía de su arte dancístico. Además de resplandecer, Urtzi disfrutó cada pirueta, salto o movimiento que realizó en el Kursaal, y eso se notó tanto como para agradecérselo con algunos de los mayores aplausos de la noche.

“Click-pause-silence” (2000), segunda pieza del soberbio recital de la NDT, permitió disfrutar del otro donostiarra que milita en la formación holandesa, Jorge Nozal (Donostia, 1978). Formado en el lenguaje clásico, Nozal perteneció al Stuttgart Ballet (1998-2003), antes de integrarse en NDT. Precisamente, su debut con su actual compañía se produjo en la anterior visita de NDT a Euskadi, con su doble actuación en el bilbaíno Teatro Arriaga (Octubre 2004). En su tercer año junto a la conocida compañía holandesa, Nozal demuestra haberse acoplado a la perfección al trabajo, dinámica y repertorio neerlandés. Para su primera actuación profesional en Donostia, el intérprete se estrenó con una de las últimas piezas kylianas. “Click-pause-silence” se asemeja más a un estudio coreográfico inacabado que a una obra finalizada. Tres hombres y una mujer –Nancy Euverink-, sobre la que descansa gran parte del peso de la pieza, construyen un nuevo universo relacional, en el que un ‘click’ se traduce en un encuentro, un ‘pause’, en tiempo suspendido, y un ‘silence’, en un clamoroso silencio. La escena vacía es testigo de los encuentros danzados entre el cuarteto de bailarines. En un momento determinado, surgen un espejo y una televisión, que proyecta imágenes del trabajo de creación de esta obra. Mientras transcurre la coreografía, el espejo comienza a girar, generando la sensación de una nueva dimensión, a la par que la televisión también realiza el mismo movimiento. Más cruda y dura que la anterior, “Click-pause-silence” no deja indiferente al espectador: encandila o incomoda. Una magnifica Nancy Euverink demuestra el altísimo control de su cuerpo en danza, mientras que Jorge Nozal, Stefan Zeromski y Medhi Warleski exhiben su buen estado de forma en una exigente coreografía.

Premio Benois de la Danse en la categoría de coreografía, “Signing off” (2003) nace del fructífero encuentro artístico entre el inglés Paul Lightfood y la cordobesa Sol León. En un momento de cambio y transición en sus vidas, Paul y Sol retratan la incertidumbre a través de esta bellísima obra. Irrumpe en escena Shirley Esseboom, vestida de inmaculado blanco, para dar pie al elenco masculino - Medhi Warleski, Miguel Oliveira, Jorge Nozal- también ataviados con el níveo color. El trío formado por Nozal, Warleski y Oliveira, dibuja una de las variaciones más importantes de la velada. Absolutamente, brillante. No hay más calificativos. Frente al blanquecino tono generalizado, surge Stefan Zeromski, imbuido en un negro traje, quien corporeiza la otra parte del futuro: ¿negro o blanco? Mientras tanto, unos paneles van estrechando el escenario, dando mayores muestras de la preocupación e incertidumbre sobre el destino. La música de Philip Glass contribuye a apaciguar el espíritu de bailarines y público. También de blanco, Nancy Euverink se une al grupo, en el brillante discurrir coreográfico. Cambian las texturas y los paneles se convierten en dos inmensas telas negruzcas que engullen a las féminas, una suerte de metáfora sobre el discurrir del tiempo y de los acontecimientos. “Signing off”, del laureado tandem Lightfood-León, deja una sensación de paz y calma interior en el espectador, tras la agitación coreográfica. Por eso, mereció una buena colección de cálidos aplausos.

La NDT I tenía una deuda pendiente con Donostia. Con su doble actuación (30-31 de Octubre), no hizo sino aumentar el deseo de poder disfrutar más a menudo de una de las mejores compañías contemporáneas del mundo. En el desaparecido festival ‘Maiatza Dantzan’, ya habían recalado tanto la formación junior –NDT II- como la senior –NDT III-. Teniendo en cuenta que dos donostiarras- Urtzi Aranburu y Jorge Nozal- ofrecen su mejor arte danzado en esta compañía, mucho se ha hecho de rogar la compañía principal para su primera visita guipuzcoana. Sin embargo, la espera ha sido fructífera. Magnífico el programa seleccionado para la ocasión: dos obras de Jirí Kylián, genio coreográfico vinculado a NDT desde hace 30 años, y una premiada pieza de la pareja artística Paul Lightfood-Sol León. Con el peso de saberse en casa, Aranburu y Nozal se entregaron con pasión a sus obras, disfrutando a la par del cariño y aplausos patrios. Las tres piezas de la noche recibieron grandes ovaciones, porque no era para menos. El impecable trabajo de NDT I merecía esa recompensa. Y dentro de ese clamor de aplausos, Urtzi Aranburu sintió una emoción muy íntima y personal. Si Ícaro voló tan cerca del Sol que la cera de sus alas se derritió, Urtzi rozó con su mano ese pequeño instante efímero llamado felicidad; felicidad por un sueño cumplido y felicidad por sentirse profeta en su Donostia, aquella que le propuso como candidato al Tambor de Oro.

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