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El recuerdo amistoso de una batalla

El renovado Alarde del Moro antzuolarra volvió a congregar a numeroso público. Rememora la lucha en Valdejunquera en el 920 y fusiona la tradición foral de las revistas de armas

«Gora Antzuola, Gora Euskal Herria» fueron las palabras con las que el general del ejército antzuolarra (Joseba Iparragirre) dio por finalizado el Alarde del Moro ayer en Antzuola. Centenares de vecinos al unísono se sumaron a la interpretación de 'Antzuolako Doinuak' que cantaba la coral en el punto y final de la escenificación en la Herriko Plaza, donde participaron en la singular y actualizada conmemoración de la batalla de Valdejunquera que ensalza el sentimiento, orgullo y la identidad de los antzuolarras, más pendientes que nunca del cielo porque la amenaza de tormenta fue constante durante la hora de representación.
Egilea
Mikel Lizarazu
Komunikabidea
Diario Vasco
Tokia
Antzuola
Mota
Albistea
Data
2013/07/21
Lotura
Diario Vasco

Desde 1881 sale a la calle una versión de los acontecimientos del año 920, donde el primer califa cordobés Abd-Al-Rahman III y Sancho I Garcés rey navarro libraron un choque militar entre las localidades de Salinas de Oro y Muez. La historiografía apunta que Abd-Al Rahman III consiguió la victoria el 26 de julio y conquistó el ansiado Castillo de Muez. La versión que celebró la localidad de Debagoiena es una leyenda a la inversa, donde el ganador es el vencido y viceversa.

La marcha militar muestra con orgullo la heroicidad local ante los guipuzcoanos, además de recuperar la tradición de los alardes con los jóvenes en edad militar, después de que se perdieran con la desaparición de los fueros en 1876, como la hacen Irun, Hondarribia o Elorrio.

Seña identitaria

Antzuola se independizó en 1629, con un pago de 5.000 ducados que realizó a Felipe IV, que después de las colonizaciones de América y las guerras de Flandes estaba falto de dinero. Para justificar la desanexión de Bergara necesitaban un pasado de renombre y escogieron esta batalla, adecuando la historia a sus necesidades. Un hito que ensalzaba la venganza ante Abd- Al Rahmán, la captura de su bandera y el apresamiento de un miembro de su ejército.

Era un Alarde, que en vez de contar hechos históricos, pretendía una autoafirmación ritual coreografiada, como apuntó Eusko Ikaskuntza en el estudio que realizó en 2007 para actualizar el encuentro. Investigación que junto a Mairuaren Alardea Biziberritzeko Taldea sirvió para renovar el desfile que ahora dignifica la figura del caudillo apresado y potencia música, danzas y atrezzo como refuerzo escenográfico para enganchar, evitar la monotonía y traer la tradición al siglo XXI.

Puntual, a las 19.00 horas, las primeras notas interpretadas por la Banda de Txistularis en la Plaza daban inició al desfile. Una hora antes dos centenares de vecinos cumplían con el último ensayo dentro del Frontón.

Por un lado, el ejército guiado por el general y el séquito del califa, con el caudillo (Juan Karlos Gómez) al mando, desfilaron por todo el pueblo hasta el barrio de Antigua y Beheko Auzoa, unos al son de la 'Marcha de fusileros' interpretada por txistularis y tamborreros y otros con la música de los dulzaineros en la formación del infiel. Mientras tanto, en la Plaza los dantzaris de Oinarin ejecutaron las Trokeo Dantzas.

Rendición y respeto

A las 19.30 horas los protagonistas se situaron en sus puestos en la Plaza para dar paso a la recreación. El general rememoró desde su montura los hechos sucedidos en la batalla, describió el escudo de armas situado a su lado y la bandera que ondeaba en manos de Andoni Rodríguez. Sus palabras dieron paso al otro gran protagonista de la tarde, Abd-Al Rahman III, que minutos antes fue despachado a los soportales después de la interpretación por An-tzuolako Abesbatza de los versos que dedicó al Alarde el poeta urretxuarra Iparraguirre.

Este momento culminante fue modificado hace ya cuatro años. Antes, el moro (ni siquiera era un caudillo) solía salir a la Plaza esposado y sobre un burro; ayer lo hizo, en una bochornosa y tormentosa tarde, acompañado de su corte, escolta y a caballo. Los dos máximos mandatarios juraron no volver a enfrentarse y Abd-Al Rahman III marchó junto a su séquito, pero no sin antes despedirse del dirigente antzuolarra, mostrando así un trato equitativo, en lugar de terminar preso.

Al término de esta escena, hoy en día más vistosa, dinámica y atractiva, llegó el turno de los disparos de escopetas y cañones. Las detonaciones hicieron vibrar los cristales y asustaron a más de un niño.

José Angel Arbulu, jefe de artilleros, dio la orden. Primero los 29 fusileros repartidos en dos filas ofrecieron dos salvas. Intercalado el trueno de los dos cañones y el homenaje a Angel Mujika con una tercera salva de fusileria.

El numeroso público respondió con una sonora ovación que cerró la representación.

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