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El pueblo se va de boda

Cientos de personas fueron ayer testigos de excepción de una ceremonia celebrada «a la antigua usanza» en Durango

Egilea
Raquel Calvo
Komunikabidea
El Correo
Tokia
Durango
Mota
Albistea
Data
2005/06/27

«¿A esos les han puesto ahí para que el novio no se escape!», exclamaba, entre risas, alguno de los curiosos testigos. A la cabeza iban también los bueyes que arrastraban el ajuar de la pareja. Sonrientes como corresponde, Txomin y Katalin, representados por Azibar Villa y Bea Arriaga, paseaban del brazo, seguidos muy de cerca por los padres de ambos y los tíos de América. Éstos demostraban con sus galas la fortuna adquirida al otro lado del océano.



Tampoco el notario y su esposa se quedaban atrás, a juzgar por sus vestidos. Detrás, en parejas y pequeños grupos, desfilaban los cerca de 150 invitados a la fiesta. Entre ellos, los tíos de Iparralde. Familias con el cochecito del bebé y el aya, parejas de todas las edades, amigos solteros de los novios y niños seguían el cortejo al ritmo del txistu y el tamboril, las trikitrixas y las albokas de los Durangoko Txistulariak y Txiri-txiri.



«¿Será verdad que las bodas se hacían así antiguamente?», se preguntaban los vecinos al paso de la comitiva. «Sí, pero sólo en la boda de los ricos, los demás se casaban como podían», respondía algún avispado, camino del acto central de la ceremonia: la lectura del contrato.



Contrato matrimonial



Este documento es una enumeración de los bienes que las familias de los esposos aportan al matrimonio. Ninguna de las partes salía mal parada. Los padres de él les dejaban el caserío Larrazabal en Gaztelua, con la cosecha aún sin recoger. Y la novia traía el ajuar. Las madres de ambos se encargaron de inspeccionar el carro hasta el último detalle.



Y como de unas bodas salen otras, o eso dicen, los chicos, tras la danza de honor de las mujeres a la novia, se dispusieron a probar suerte con sus compañeras bailando las 'erregelak'. Era un día de fiesta, y los novios y sus invitados acabaron la jornada junto a la iglesia de Tabira. Allí, como en toda ceremonia que se precie, les esperaba una sesión fotográfica y la comida. Después, la romería... «Y prontito a casa, como antes».

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