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El niño que no quería bailar
‘Yuli’. En su último largometraje, Icíar Bollaín une biografía, baile y relato histórico cubano
LA carrera artística de Carlos Acosta, el primer bailarín negro que interpretó algunos de los papeles más famosos del ballet y originariamente escritos para blancos, tiene un particular arranque: no es la historia de una vocación al uso sino que, al contrario, es la de alguien que se convirtió en bailarín a su pesar y empujado por su padre. Y la relación de amor-odio de Carlos con su padre, además de su creciente atracción por la danza, fue lo que llamó la intención de la cineasta catalana Icíar Bollaín para decidirse a llevar a la gran pantalla su vida y trayectoria.
Film sobre el bailarín cubano Carlos Acosta
cubaLa relación entre Carlos Acosta y su padre es el eje de la película, en la que también se recoge la vida en Cuba, con momentos clave como la separación y exilio de algunos miembros de la familia a Miami, el Periodo Especial en el que entra la economía cubana tras la caída del bloque soviético y el final de la ayuda, la crisis los balseros... Todo ello como si de un épico viaje se tratase, según presenta Icíar Bollaín: “El del biznieto de un esclavo de la plantación Acosta, que desde un barrio humilde en la Habana, llega a convertirse en el primer Romeo negro en el Royal Ballet, rompiendo tabúes y abriendo camino para los que vienen detrás”.
El punto de partida es una narración desde el presente, en un teatro de La Habana donde el propio Carlos Acosta, interpretado por él mismo, ensaya con su compañía un montaje que relata su vida. Y, desde ahí, se inicia un viaje en el que no solo se entremezclan pasado y presente, sino que también lo harán incluso la ficción y el baile.
consagrados y novatosAdemás de contar con Carlos Acosta como protagonista, el elenco se completa con actores consagrados como Lauda de la Uz y también jóvenes talentos como César Domínguez o Andrea Doimeadiós, o Edilson, un joven actor que firma su debut en la gran pantalla. Para afrontar el proyecto de Yuli, Icíar Bollaín realizó un largo trabajo previo para diseñar las coreografías. “Con María Rovira, la coreógrafa, nos sumergimos en la creación de unos bailes que no podían ser abstractos, sino que al contrario, debían ser narrativos”, apunta. Y es que según se descubre, es precisamente el baile, apoyado por la música compuesta por Alberto Iglesias, la forma de contar alguna de las escenas de la película, como “su soledad en un internado lejos de casa, la fama y el éxito posteriores, el cariño de su padre o su violencia brutal”.
Un proceso que, sumado al trabajo realizado en los campos de iluminación, sonido o montaje, han convertido el proyecto en “una experiencia increíble”, confiesa Bollaín, a la espera de que “el espectador disfrute con la magia y la belleza del baile tanto como nosotros lo hemos hecho”. Todo ello desde una historia que versa “sobre el arte, sobre el sacrificio de dedicar tu vida a ese arte y, sobre todo, sobre lo que somos”, concluye.
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