FUE en 1986 cuando Luque Tagua y Laura Etxebarria decidieron lanzarse a la aventura y crear de la nada un espacio donde se pudieran "generar miradas" sobre las artes escénicas contemporáneas. Ambos apostaron por abrir en Bilbao un espacio para acoger las artes escénicas en un gran loft industrial de 600 metros cuadrados en la calle Ramón y Cajal, antigua sede de Fundiciones Ligeras del Norte. "Nos parecía que era una ciudad muy viva, con un público estudiante muy curioso. Era una ciudad en ebullición. Hicimos esa propuesta de una manera muy generosa. Era un espacio privado y sigue siéndolo", aseguran.
Luque Tagua, un andaluz afincado en Catalunya, y Laura Etxebarria, bilbaina y cofundadora de la Escuela de Teatro de Basauri, coincidieron estudiando en el Institut del Teatre de Barcelona y conocieron la escena de la danza contemporánea en Bruselas. "Ambos empezamos en el mundo del teatro y enseguida descubrimos que lo que nos interesaba no era la palabra, sino el cuerpo. Empezamos a bucear en Europa en la danza contemporánea, fueron años de búsqueda. Después, nos lanzamos a la aventura, nuestra extraterrestre intención era colocar a Bilbao en esos emergentes circuitos escénicos de vanguardia", recuerda Luque Tagua.
Cuenta Laura Etxebarria que, al principio, fueron las clases de danza que impartían las que "pagaban el alquiler. No contábamos con ninguna ayuda pública. Iniciamos una aventura que no sabíamos a dónde iba a llegar. Empezamos a traer compañías desde Ámsterdam, Nueva York, gente que habíamos conocido. Evidentemente, no era el Bilbao que conocemos ahora, era un ciudad gris. En cuanto abrimos, aparecieron personas que querían hacer danza contemporánea, dábamos clases pero en paralelo formamos una compañía. Se compraban tiques y venía gente de jazz, del arte, música, performance... Luego, arrancamos con una semana de danza, que se convirtió en dos, en un mes, en un trimestre... Hasta que conseguimos establecer una temporada larga", explica Laura Etxebarria.
"Ha sido un mundo de pasión; si hubiéramos trabajado con la cabeza, a los diez años lo hubiéramos dejado. Aprendimos poco a poco el camino porque nosotros veníamos de la creación. En los primeros diez años hubo de todo. Poco a poco la administración fue entrando, somos una asociación de puertas abiertas, privada, sin ánimo de lucro", explica Luque Tagua.
La Fundición ya arrancó con voluntad de cruce de caminos, de fusión de lenguajes, de transversalidad.
A la danza se unió al poco tiempo el teatro y pisaron el escenario tanto artistas vascos como internacionales. En 1996, cambió de sede para instalarse definitivamente en los bajos de Francesc Macià, 1-3, también en Deusto y donde continúa a día de hoy.
iniciativas. En estos años, todos los actuales grandes nombres del teatro y la danza contemporáneos han pasado por allí: La Ribot, Angélica Liddell, Mal Pelo, Rodrigo García, Donna Uchizono, Cesc Gelabert... Además, han puesto en marcha iniciativas, como Dantzaldia, Festival Internacional de Danza Contemporánea de Bilbao, que ya va por su 22ª edición. Un festival que sigue creciendo por Bizkaia al sumar a sedes ya habituales –Guggenheim Bilbao, Azkuna Zentroa o La Fundición, sala programadora del festival– la complicidad del Barakaldo Antzokia.
Los datos facilitados por la Fundición hablan por sí solos. En estos 35 años, han programado más de 1.700 espectáculo, a la vez que 200 montajes han podido ver la luz gracias a los recursos que La Fundición pone al servicio de las compañías locales.
"Nuestra 'extraterrestre' intención era colocar a Bilbao en los emergentes circuitos escénicos de vanguardia", explican sus fundadores