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El iñauteri tolosarra

Carnaval urbano, consideraciones y caracteristicas

Egilea
Fernando Rojo
Komunikabidea
Diario Vasco
Mota
Kronika
Data
2003/02/27

Esta manifestación folklórica enmarcada en el calendario festivo vasco de manera subrayada, ocupa una parte importante en la agenda particular de nuestra tierra y en las enciclopedias y libros de tipo etnográfico.



Una vez finalizado el ciclo navideño con la epifanía y habiéndose iniciado el período carnavalesco, me invade una atrevida capacidad de interpretación del carnaval (diletante más que especialista). Como toda actividad festiva, necesidad innata al ser humano, el carnaval supone un vehículo de catarsis y comunión colectiva, un lugar de encuentro y un indicio de pertenencia a una comunidad sociocultural, que se canaliza por la vía de las relaciones sociales. Nuestra sociedad por evolución histórica, desarrollo económico y social o por puro modus vivendi ha cristalizado esta fiesta en algunas variantes. Hoy, con la finalidad de informar y familiarizar al lector interesado expondremos, de manera divulgativa, en base a sus características, uno de estos casos: el carnaval urbano.



Carnaval urbano



El carnaval de la ciudad ha perdido toda dialéctica simbólica –si alguna vez la tuvo-, toda semántica de carácter sagrado que reviste al carnaval del mundo campesino. El carnaval urbano lejos del constructo interpretativo que se le viene dando al carnaval rural tiene como objetivo principal la diversión. Es el mismo el fin lúdico perseguido por la indispensable dicotomía actor-espectador. Una presencia mutua necesaria e incondicional, sin complicidad excepto en casos puntuales. No desean llevar a cabo un rito ancestral recogido de sus antepasados cercanos o lejanos, sino aprovechar una excusa que la iglesia Romana dispuso en el calendario gregoriano para disfrutar de unos días huyendo, cual válvula de escape, de la tensión acumulada en el quehacer diario y descargando la presión que impone la rutina laboral o académica, una necesidad vital a fin de cuentas. Una especie de teatro popular cuya escenografía es trasladada al centro de la ciudad. Carnaval-espectáculo en formato de performance en el que ambos participantes tiene su espacio bien delimitado y separado por esas conocidas vallas amarillas colocadas por la organización: el protagonista o participante activo actúa en la carretera; el observateur o participante pasivo tras el vallado, en la acera o en unas gradas móviles dispuestas al efecto. Afamados ejemplos de estos carnavales son el de Salvador de Bahia, Barranquilla, Niza, Venecia, New Orleans o Santa Cruz de Tenerife. De manera más modesta, pero más nuestra por cercana, Bilbo o Donostia. Giran en torno a un desfile con escenarios acotados y donde la perfecta ejecución de las coreografías creadas al efecto y el apropiado vestuario juega un papel de primer orden. Unos de los objetivos más importantes para la organización es el factor turístico, la atracción de visitantes y foráneos para el fomento de la visita a la ciudad. El más paradigmático y conocido por espectacular resulta el de Rio de Xaneiro, heredero de una fusión del tradicional Entrudo portugues, danzas y costumbres de negros esclavos, Capoeiras y Candomblés, y costumbres vernáculas. Durante 2 noches ante la atenta mirada de 80.000 personas en directo y millones por TV, hasta 50.000 personas agrupadas en 14 Escolas de Samba desfilan por el Sambodromo, donde la exhibición de las garotas brasileiras, con sus movimientos a ritmo de batucada y samba y su vistosidad, acapara casi toda la atención del público asistente. Verdadero color y calor carioca.



En su origen algunos estudiosos han encontrado cierta afinidad con las fiestas de la época imperial romana en honor a Isis “Isidis Navigium”, con sus desfiles de carrozas bajo la inscripción “currus navalis”. Sin embargo se aprecia una relación o un apego más fuerte a las fiestas de locos medievales que se celebraban dentro de las iglesias, “les fêtes des fous” francesas o siguiendo las pautas del molde carnavalesco de la época moderna, los bailes y desfiles de máscaras y disfraces del renacimiento europeo, sobre el modelo veneciano adoptado en principio por las clases burguesas y aristócratas de las ciudades europeas. Durante la edad moderna la urbanización de la sociedad y el crecimiento de las grandes ciudades provocará la evolución hacia este tipo de escenario carnavalesco. Luego transportadas en el equipaje de las poderosas naos españolas y portuquesas en la cruel conquista y posterior colonización del Nuevo Mundo. Con la llegada y culminación de la Revolución Industrial en los siglos XIX y XX una sociedad de masas dirigida al consumo llevará al carnaval a sus formas actuales siguiendo las pautas y características de cada lugar.



De todas formas en su favor hemos de reconocer que el carnaval urbano no se limita a ser una mera fiesta de disfraces. El disfraz actúa como elemento del que disponemos para huir momentanea o circunstancialmente de la realidad y adquirir un nuevo rol que nuestro código ético nos prohibe el resto del año (deseo colectivo de adoptar otra personalidad). La transformación imaginaria de la realidad extrayéndose del comportamiento habitual: la transgresión sexual, de oficio, de identidad personal. La costumbre de convertirse en mujer por un día exagerando las partes y los movimientos más sensuales de ésta está muy arraigada entre el sector masculino de la población tolosarra, por ejemplo. Es nuestra propia caricaturización, el reirnos de nosotros mismos y de los demás con cierta permisividad. Son 3 días de licencia para subvertir, de forma transitoria, el orden establecido dentro de unos límites bajo consentimiento y autorización de los centros de poder político.



El factor gastronómico goza de gran importancia en estas fiestas. Claras referencias las tenemos en denominaciones como el Jueves gordo de Tolosa o el Mardi gras neworleansiano.



El carnaval de la ciudad a diferencia del de ámbito rural (variable) se circunscribe a los días que anteceden a la cuaresma o, a lo sumo, al fin de semana anterior; y el reglamento viene dado por la organización, una comisión de fiestas presidida por concejales y técnicos municipales; las normas, a su vez, vienen dadas con un principio y un fin que se materializa en el programa de fiestas, financiado incluso muchas veces por patrocinadores comerciales. De todas formas por la propia condición de la fiesta no es anormal que muchas de estas normas sean quebrantadas, sobre todo en lo relacionado al horario de cierre y finalización.



Carnaval urbano vasco: Tolosako Iñauteriak



En el universo vasco encontramos, por el contrario, otro tipo de carnavales de profunda raigambre que no por pertenecer al ámbito de la ciudad dejan de tener un carácter tradicional. El de Tolosa es un botón de muestra, el más claro ejemplo de carnaval urbano tradicional en cuanto a celebración y popular en cuanto a participación. Los elementos que la configuran no indican que sea un carnaval especificamente vasco. Apreciable es como el castellano se impone en los desfiles de carrozas y comparsas donde la presencia del euskera es vergonzosamente mínima aún hoy día. Salvo alguna jota y algun arin arin propio de la tierra, también los bailes son foráneos: habaneras (de origen cubano) y valses (de origen centroeuropeo), universales en su extensión y ejecución; y una indudable presencia cada vez más importante de música decibélica emitida con potentes equipos acompañados de sus respectivos generadores en detrimento de la música en vivo y en directo (¿se apropiará Operación Triunfo de nuestras calles?). La música inunda todos los txokos de Tolosa.



Sin lugar a dudas, este período festivo precuaresmal ocupa un lugar importante en la villa foral. Los Iñauteriak de Tolosa son uno de los pocos que se vino celebrando bajo el epígrafe de “fiestas de primavera” en los años que estuvo proscrito (orden de 3 de febrero de 1937 “...en atención a las circunstancias excepcionales que atraviesa el país”), muy a pesar de la represión franquista y de ciertos elementos de la iglesia local que aún hoy muchos recuerdan. En su génesis, morfología y formas de organización es un carnaval de tipo urbano, sin lugar a dudas. Pero está imbuida de rasgos que la hacen especial: la improvisación y la participación popular; el papel que cumplen las cuadrillas u otro tipo de entidades culturales y populares es esencial. La clave de su éxito reside en las comparsas y pequeños grupos de personas que actúan formando infinidad de shows improvisados en todos los rincones del pueblo. Sin dejar de lado el papel de las txarangas, su música anima las calles y las imbuye de vida y sonoridad. La participación popular y las txarangas son, pues, su columna vertebral. Todo un conjunto festivo que forma un cuadro destacado por su vistosidad y colorido.



El ritual gastronómico también invade estos días a los tolosarras. Las comidas en sociedades, garages, locales u otro tipo de comedores improvisados es parte de la agenda a la hora de organizarse. La bebida abunda en las comparsas y carrozas, además del tradicional poteo barero. Incluso podríamos considerar el Jueves Gordo como rito iniciático o de paso de la adolescencia al mundo de los mayores, al acceder, por primera vez en muchos casos, a las txoznas y bares a consumir bebidas alcohólicas sin la presencia paterna.



Para finalizar con este panegírico (cuando uno comienza a realizar la descripción de su fiesta favorita no puede evitar empuñar el bolígrafo o teclear el ordenador con cierta emoción) añadiré que, a mi humilde modo de ver, hemos de hacer la fiesta a nuestra manera, sin dogmas ni discursos morales, cada uno a su estilo, como él lo entienda y sienta, solo siendo fiel a las propias esencias de la fiesta porque esa es la base del desarrollo carnavalero y su evolución. ¿o tiene que ser, a modo de foto fija, lo que fue antaño? Un servidor no lo cree así. Txantxoz jantzi! Gora Tolosako iñauteriak!

Fernando Rojo Tolosa

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