El hombre que soñaba con los pies

El Photomuseum dedica una exposición al bailarín zarauztarra Pirmin Treku. Niño de la guerra, el artista fue el primer extranjero en convertirse en primera figura del Royal Ballet

Fermín Aldabaldetreku Arruti era el hijo de un miembro destacado del PNV, que se exilió en París. Él, junto a sus dos hermanas y 4.000 niños más, fue enviado a Inglaterra en 1937. Tenía siete años. En algún instante entre su llegada y 1944, asistió a una función de ballet, Les patineurs, la coreografía de sir Frederick Asthon. Durante la función experimentó una revelación: supo que quería ser bailarín. "That's what I want to do. I know I could do it" (Eso es lo que quiero hacer. Sé que puedo hacerlo), rememoraba años después. De ahí que su amarga peripecia personal no puede desligarse de su trayectoria artística: si no hubiera vivido en Inglaterra, difícilmente habría podido contemplar Les patineurs, y despertar su vocación dormida.

Eso sí, más allá de esa circunstancia extraordinaria, el mérito le pertenece por completo. Con esa firmeza que solo otorgan las corazonadas, Aldabaldetreku se presentó a una audición con Ninette de Valois, directora del Sadler's Well Ballet, la compañía para jóvenes bailarines que permitía el acceso a la principal (hoy el Royal Ballet de Londres).

Fue entonces cuando Fermín Aldabaldetreku se convirtió en Pirmin Treku. "Decían que se notaba que yo no era inglés: ponía más temperamento. Mi nombre artístico era Pirmin Treku. Para los ingleses no era fácil pronunciar Aldabaldetreku", explicó. "De Valois era muy disciplinada, pero le gustaban las personas con carácter. Yo era rebelde, por toda esa historia personal del exilio. Ella pensó que podía apoyar a este chico que había venido aquí con catorce años y quería hacer ballet. Físicamente tenía todo lo necesario, y me dio una beca de estudios libres", evocaba el bailarín en una entrevista concedida a la publicación Danza en escena, poco antes de su muerte.

Cuatro años después de esa audición, era ya el bailarín principal de la compañía londinense, que no abandonaría hasta 1961, año de su prematura retirada por una lesión de rodilla. Bailó piezas de los grandes, como John Cranko (la importantísima El príncipe de las pagodas), de George Balanchine, de sir Kenneth MacMillan, que hizo a su medida Anon, y el propio Ashton. Y compartió escenario con Margot Fonteyn, considerada la mejor bailarina de ballet clásico de todos los tiempos. "Hicimos grandes giras por América, Europa, África... Era un trabajo duro, esclavo, porque tu cuerpo es tu herramienta. Pero fui feliz", confesaba Treku.

Su actuación en el rol del chico de catorce años en La fête ètrangemarcó su carrera. "Toda la gente me recuerda por La fête ètrange; por lo visto, nunca ha habido una persona que ha hecho ese papel como lo hice yo. Pero encarné muchos papeles y a mí me da un poco... no digo rabia pero... porque, también están Sylphide, Pastoral, Bodas de sangre, Ballet Imperial...", se quejaba. No obstante, él también transigió con esa fama y la eligió para su despedida en el Covent Garden en 1961, en la que le impusieron la corona de laureles. Mientras él triunfaba en Inglaterra, ¿qué había ocurrido, entretanto, con su familia? Lamentablemente para los Albadeltreku Arruti, sus planes de reunirse en México tras la Guerra Civil se truncaron por otra contienda: la II Guerra Mundial. El padre murió en el país americano y su madre regresó a Zarautz con tres hijos nacidos en el exilio. En los años 40 y 50 Pirmin se reunía con su familia de forma clandestina -no había hecho el servicio militar- en Hendaia. Más adelante, empezó a disfrutar de periodos de vacaciones en su tierra natal, pero hasta el final de su vida no se afincó en Zarautz.

"A MI MANERA" Porque, inmediatamente después de su despedida en el Covent Garden, Treku se trasladó a Estados Unidos, donde impartió clases durante cuatro años. "Me parecía egoísta haber hecho lo que hice y no enseñarlo, no dar lo que tengo dentro de mí", reflexionaba.

En esa segunda vida a través de la pedagogía, también se empeñó en buscar la excelencia. De Valois, su primera mentora, le pidió que se quedara en Londres como profesor, pero él prefirió hacerlo "a su manera". De nuevo repitió las palabras mágicas: "That's I want to do. And I did it" (Eso es lo que quiero hacer. Y eso es lo que hice). Fundó su propia academia de baile en Oporto, que se erigió en una de las más prestigiosas del mundo y constituyó la mejor cantera de la Compañía Nacional de Lisboa. En la bella localidad portuguesa recibió la visita de su amiga Fonteyn, a quien dedicó una aula.

En 2003, finalmente, regresó a sus orígenes. "Toda mi vida he pensado en Zarautz, desde los siete años. Quería volver a mi tierra, a mis raíces. Tengo toda mi familia aquí, salvo una hermana que vive en Londres. He venido y estoy muy bien", confesaba Treku, que ya sentía las ganas de "hacer algo", de volver a "dar clases" otra vez, según recogió Danza en escena. La muerte, desafortunadamente, no le permitió seguir extendiendo su magisterio.

Pero en Zarautz no lo han olvidado. La familia de Treku cedió material gráfico al Photomuseum, donde vieron enseguida en esas imágenes una exposición. "La figura lo merece y posee, además, una biografía apasionante", argumentan desde el museo de cine y fotografía. La exposición Pirmin Treku. Bizitza bat dantzan/ Pirmin Treku. Una vida de dantza permanecerá en la localidad natal del bailarín y coreógrafo hasta el 7 de octubre.