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El fulgor de la estrella

gala de la escuela profesional de danza almudena lobón

Egilea
Latzen
Komunikabidea
Diario de Noticias
Mota
Albistea
Data
2008/06/25

Fin de curso de las escuelas de danza nos proporciona bellas y entrañables estampas de movimiento y simetrías, desde los primeros pasos hasta el nivel profesional. La de Almudena Lobón sigue marcando la pauta al programar El Lago de los Cisnes y meter en la prodigiosa disciplina clásica a sus alumnos. Alumnos que solucionan con mucho trabajo y una gran corrección las exigencias de la coreografía que se mantiene en lo fundamental aunque Almudena suprima alguna variación. El lago de este año ha tenido varias novedades que, a mi juicio, suponen avances; y eso, siempre es bueno. Por una parte, la producción ha introducido concepto modernos de tramoya, espectaculares y muy bien realizados, que superan el típico cartón piedra ; por ejemplo, el pasaje del lago embravecido y el efecto de las olas. También hubo detalles muy a tener en cuenta en la presentación del escenario, con proyecciones en primer plano, y luminotecnia muy bien lograda. Por otra, el nivel técnico de los bailarines sube peldaños hasta presentar, en esta ocasión, una Odette con categoría de estrella. Efectivamente Denise Fuentealba bordó su papel, y nos trasladó a la emoción de las grandes noches de ballet. Muy bien asistida por David Mejías, siguió un fraseo impecable de clasicismo, pero nada encorsetado, muy emotivo y con multitud de registros dentro de un baile fluido y elegante. Hizo muy bien los detalles zoomórficos del personaje, subió a las puntas con la delicadeza de la llovizna, y configuró un movimiento de brazos que no sólo dibujaba alas, sino que eran el motor del movimiento. Fueron detalles excelsos sobre las sólidas elevaciones y las nítidas caídas. Toda la belleza de la bailarina. Le dio la réplica Garazi Ostiz con una Odile potente y muy bien resuelta en lo que se le encomendó. Supongo que en otro momento le veremos la variación.

Aunque el papel de Sigfrido quedó eclipsado por la bailarina, David Mejías lo defendió con seguridad y fortaleza, haciendo alarde de algunos giros espectaculares.

Iñaki Cobos y J. Carlos Lesaca lucieron porte y clase en su no muy largo rol de amigos de Sigfrido. Su paso a dos fue elegante y de amplia envergadura. Otra sorpresa positiva fueron los tres bufones encargados a Marcelo Martínez, Egoitz Segura y Joseba Yerro. La verdad es que éstos tres jóvenes bailarines van evolucionando en un cresccendo espectacular. Marcelo domina un virtuosismo ya bastante poderoso. Egoitz se mueve con cierta elegancia innata. Y Joseba baila con una alegría y una luminosidad contagiosas. Los tres se hicieron estupendamente con el papel de bufón, con una danza saltarina y vivaz. A veces, quizás, demasiado suelta para el clasicismo, pero, en todo caso, muy apropiada al rol. Es buena idea que sean el hilo conductor de los diversos grupos que desfilan por los folklorismos de la obra. Como siempre coloristas, agradecidos y bien resueltos por el cuerpo de baile. A destacar los dúos, tríos y cuartetos; y, en general, todos los grupettos que van dando vida a la gran partitura. Y sobre todos ellos el ballet blanco: esa ensoñación almidonada, purísima, que se mueve entre la simetría impecable de las puntas, y la libertad alada de la danza. Y que guarda las esencias fundamentales del ballet. Es lo que se trata de transmitir a la multitud de chavalería que, como palomitas de maíz, abrían la función con el desfile y las demostraciones.

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