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El folklore del norte (IV) La danza vasca

Geografía de la danza española, por Vicente Marrero.

Egilea
Vicente Marrero
Komunikabidea
e-dnz
Mota
Iritzia
Data
2010/11/01
Lotura
e-dnz

Hay algo en la danza vasca que por si solo nos puede llevar a pensar, sin más fundamento, con el Padre Larramendi, -honrado y, con f recuencia, ingenuo filólogo del siglo XVIII-, que el vascuence fue la lengua primitiva de todos los españoles, idea que más tarde hubo de sustentar el sabio Humboldt.

No se puede negar que los vascones han vivido desde muy antiguo completamente compenetrados con el resto del pueblo español, de manera que carecen de historia popia.

Un catalán, Brossa, acertó a emitir una frase digna de toda atención: " El vasco -decia- es el alcaloide del castellano". Y  comentando ingeniosamente esta frase, Salaverría consideraba al Pirineo y la Cordillera Cantábrica a la manera de esos palos a los cuales se arrollan los mapas murales para su uso en las escuelas y del que se desarrolla el resto de la Península. Las danzas no crecen, como los hongos, en el tejado;  como el vino se hacen en el lagar. Yo, en verdad no conozco otra danza más representativa de España y mas profunda y seriamente alegre que la danza vasca, del mismo modo que no conozco en el fútbol, permítaseme esta fácil comparación, un equipo como el Atlético de Bilbao, que racialmente sea la selección española. Pruébese a hacer los mimos con las características y condiciones de cualquier danza española que no sea la vasca.

En el centro de la danza vasca está ese saludo del"aurresku" al presidente, quien ha de dar su venia con cuatro bailarines, que arrojan la boina a los pies de una joven elegida que llevan a la manera de escolta de honor hasta el centro de su inagotable riqueza, ese "Desmayo" recientemente descubierto en Estella.

(1) A propósito del salto, con una visión muy nórdica y muy poco flamenca, Kierkegaard, que consideraba lo súbito como lo demoníaco, veía los saltos de Mefistófeles en el ballet "Fausto", "no como un golpe de teatro, sino como una idea muy profunda", admirando al mismo tiempo los grandes méritos del maestro Bournonville por la representación que él mismo daba de Mefistófeles. Decía Kierkegaard: "Mefistófeles debe andar lo menos posible. No debe hablar. La palabra en si es liberación. Lo súbito se debe expresar por la mímica. Lo súbito es para él la perfecta abstracción de la continuidad, de lo precedente y de lo siguiente, y eso es lo que sucede con Mefistófeles. Aún no se le ha visto, cando  ya está ahí como un relámpago, ligero, alerta, y la rapidez no puede expresarse de un modo más enérgico que permaneciendo en la actitud de salto. Si el salto se convierte en marcha, se debilita el efecto. Mefistófeles debe revelar su esencia, que es precisamente lo súbito, en cuanto es lo demoníaco". ("El concepto, de la angustia", capitulo IV, pág. 149, traducción española).

Sorprenderá a muchos el tono de Kierkegaard. Su libro, en último término es una glosa a su visión del pecado original que no es aceptable. Habrá que perfilar y retocar mejor su idea sobre los saltos de Mefistófeles si se quiere justificar los saltos de cualquier baile. Los saltos de Mefistófeles, además de su carácter súbito y demoníaco, se caracterizan por su irregularidad y hondo desasosiego. Pruébese en el centro de la escena y perdería el efecto demoníaco. El salto tal y como se practica en los bailes vascos, es ejecutado también súbitamente y no es, sin embargo, nada mefistofélico. Pero relacionar lo uno con lo otro, me atrevo a insinuar, es algo vedado a la formación religiosa del filósofo danés.
(Fragmentos de libro "El enigma de España en la danza española" de Vicente Marrero. Ed. Rialp. Madrid 1959)

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