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El Festival de Folclore se despide de Portugalete y continúa su periplo por la geografía vasca

Plantan un árbol con tierra de los cinco continentes. En sus 35 años de vida, el certamen ha pasado por diferentes vicisitudes políticas y técnicas.

Egilea
Emilio Zunzunegi
Komunikabidea
Deia
Tokia
Portugalete
Mota
Albistea
Data
2009/07/26

A partir de hoy los grupos participantes en la 35 edición se repartirán por la geografía vasca para llevar a sus habitantes los bailes y los sonidos de los cinco continentes, algo que sólo está al alcance de una cita con raigambre como la de Portugalete cuyos comienzos fueron todo un desafío.

Con 35 años a sus espaldas, el Festival de Portugalete es una de las citas obligadas del calendario estatal donde se muestra la cultura con raíces del mundo.

Desde su aparición en 1972, con tan sólo dos grupos participantes, el festival jarrillero ha ido creciendo hasta ser un referente del folclore que en dos ediciones, 2005 y la actual, ha logrado reunir a representantes de los cinco continentes. En este tiempo muchas cosas han cambiado, sobre todo técnicamente, pero pervive el carácter de convivencia intercultural con el que fue gestado.

"En aquellos años había muchas dificultades desde el hecho de que no nos conocía nadie pasando por lo dificultoso de las comunicaciones que teníamos que mantener con aquellos grupos a los que se quería invitar", recuerda el director del Festival, José Ignacio Beitia.

"Con los países del Este nos comunicábamos con télex. Íbamos a Correos y mandábamos los télex mientras que con otros países como en África o Asia la comunicación se hacía por carta que igual tardaba un mes en llegar y otro mes en volver con la respuesta", recuerda.

Ahora en los tiempos de la aldea global e internet la cosa ha cambiado notablemente, "ya con la aparición del fax se logró un gran avance en la comunicación y hoy día, con el correo electrónico, que te permite comunicarte en tiempo real, para nosotros ha sido muy importante", declara Beitia.

El salto cualitativo lo dio el festival con su integración en la Asociación Internacional de Organizadores de Festivales, de la que José Ignacio Beitia es tesorero dentro de la organización en el estado español. "Esta asociación nos permite acceder a un catálogo de grupos de todo el mundo que se ofrecen a participar en festivales y desde Portugalete gestionamos una parte importante de las giras que los grupos realizan por varios festivales estatales"

Esa incorporación se produjo en los años 80, una vez que se relanzó el festival, tras unos años de parón, "a raíz de la muerte de Franco, en los que no quisimos arriesgarnos porque el momento político y social, con huelgas y manifestaciones no parecían el clima más aconsejable".

Y eso que entre los grupos participantes no había aún grupos de la Unión Soviética, aunque si participaban grupos de Hungría o Bulgaria o la antigua Checoslovaquia "que aunque eran países muy estrictos no ponían excesivos problemas con los visados".

Algo que si sucede en la actualidad, este año no ha podido concurrir el grupo de Sri Lanka, "y tras la entrada del tratado de Schengen se nota en países menos desarrollados, que son los que más nos interesan por que mantienen mucho más intacta su cultura, y que ponen muchas dificultades para dar visados para evitar que se queden aquí", relata Beitia.

En estos años, muchos parámetros han cambiado en el Festival, tanto e el plano organizativo -este año cuenta con más de 100 colaboradores- como en el económico.

"Cuando empezamos el Ayuntamiento nos dio una ayuda de 200.000 pesetas", recuerda Beitia que este año contempla un presupuesto de 260.000 euros. Otro hito en estos años, en los que se ha apostado por sacar el festival a la calle en vez de hacerlo en un recinto cerrado o que incorporó la plantación de un árbol en recuerdo de los participantes, ha sido la incorporación de Asti Leku.

"Lograr un centro operativo donde llevar a cabo la convivencia con todos los grupos, fue sin duda el gran logro del festival. Allí el ambiente es fenomenal", asegura.

Dos jóvenes neozelandeses en la plantación del roble que recordará su paso por el festival. Foto: E. Zunzunegi

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