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El Festival de Folclore se despide de Portugalete y continúa su periplo por la geografía vasca
Plantan un árbol con tierra de los cinco continentes. En sus 35 años de vida, el certamen ha pasado por diferentes vicisitudes políticas y técnicas.
A partir de hoy los grupos participantes en la 35
edición se repartirán por la geografía vasca para llevar a sus
habitantes los bailes y los sonidos de los cinco continentes, algo que
sólo está al alcance de una cita con raigambre como la de Portugalete
cuyos comienzos fueron todo un desafío.
Con 35
años a sus espaldas, el Festival de Portugalete es una de las citas
obligadas del calendario estatal donde se muestra la cultura con raíces
del mundo.
Desde su aparición en 1972, con tan
sólo dos grupos participantes, el festival jarrillero ha ido creciendo
hasta ser un referente del folclore que en dos ediciones, 2005 y la
actual, ha logrado reunir a representantes de los cinco continentes. En
este tiempo muchas cosas han cambiado, sobre todo técnicamente, pero
pervive el carácter de convivencia intercultural con el que fue
gestado.
"En aquellos años había muchas
dificultades desde el hecho de que no nos conocía nadie pasando por lo
dificultoso de las comunicaciones que teníamos que mantener con
aquellos grupos a los que se quería invitar", recuerda el director del
Festival, José Ignacio Beitia.
"Con los países
del Este nos comunicábamos con télex. Íbamos a Correos y mandábamos los
télex mientras que con otros países como en África o Asia la
comunicación se hacía por carta que igual tardaba un mes en llegar y
otro mes en volver con la respuesta", recuerda.
Ahora
en los tiempos de la aldea global e internet la cosa ha cambiado
notablemente, "ya con la aparición del fax se logró un gran avance en
la comunicación y hoy día, con el correo electrónico, que te permite
comunicarte en tiempo real, para nosotros ha sido muy importante",
declara Beitia.
El salto cualitativo lo dio el
festival con su integración en la Asociación Internacional de
Organizadores de Festivales, de la que José Ignacio Beitia es tesorero
dentro de la organización en el estado español. "Esta asociación nos
permite acceder a un catálogo de grupos de todo el mundo que se ofrecen
a participar en festivales y desde Portugalete gestionamos una parte
importante de las giras que los grupos realizan por varios festivales
estatales"
Esa incorporación se produjo en los
años 80, una vez que se relanzó el festival, tras unos años de parón,
"a raíz de la muerte de Franco, en los que no quisimos arriesgarnos
porque el momento político y social, con huelgas y manifestaciones no
parecían el clima más aconsejable".
Y eso que
entre los grupos participantes no había aún grupos de la Unión
Soviética, aunque si participaban grupos de Hungría o Bulgaria o la
antigua Checoslovaquia "que aunque eran países muy estrictos no ponían
excesivos problemas con los visados".
Algo que si
sucede en la actualidad, este año no ha podido concurrir el grupo de
Sri Lanka, "y tras la entrada del tratado de Schengen se nota en países
menos desarrollados, que son los que más nos interesan por que
mantienen mucho más intacta su cultura, y que ponen muchas dificultades
para dar visados para evitar que se queden aquí", relata Beitia.
En
estos años, muchos parámetros han cambiado en el Festival, tanto e el
plano organizativo -este año cuenta con más de 100 colaboradores- como
en el económico.
"Cuando empezamos el
Ayuntamiento nos dio una ayuda de 200.000 pesetas", recuerda Beitia que
este año contempla un presupuesto de 260.000 euros. Otro hito en estos
años, en los que se ha apostado por sacar el festival a la calle en vez
de hacerlo en un recinto cerrado o que incorporó la plantación de un
árbol en recuerdo de los participantes, ha sido la incorporación de
Asti Leku.
"Lograr un centro operativo donde
llevar a cabo la convivencia con todos los grupos, fue sin duda el gran
logro del festival. Allí el ambiente es fenomenal", asegura.
Dos jóvenes neozelandeses en la plantación del roble que recordará su paso por el festival. Foto: E. Zunzunegi
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