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El festival alcanza la mayoría de edad
Haritz, Paul Curmi Dancers y Nyírseg reunieron a cientos de personas en Elgoibar para disfrutar de un festival de folclore que este año celebra su decimoctava edición.
Los primeros en subir al escenario fueron los chicos de Haritz. Ayudados por los componentes de los grupos Kezka, de Eibar, y Gure Kai, de Deba, ofrecieron en la primera parte de su actuación un repertorio compuesto íntegramente de bailes propios del litoral vasco. Así, interpretaron la ezpata-dantza que se baila en Deba el día de San Roque, rindiendo, de este modo, un pequeño homenaje a Anes Arrinda, un debarra estrechamente vinculado a la cultura vasca y al euskera que ha fallecido este año y que impulsó la formación del grupo Gure Kai. A continuación interpretaron la pieza Saliña-saliña, una danza que se baila en Ondarroa y que tiene muchas semejanzas con la Jorrai dantza de Deba. El punto final de la primera parte de la actuación de Haritz llegó con los bailes Kaskarots, de Lapurdi, y la espectacular Kaxarranka, de Lekeitio. Este último baile se interpreta el día de San Pedro, coincidiendo con el cambio del mayordomo de la cofradía de pescadores y, en él, un dantzari baila sobre una caja que porta un grupo de marineros y contiene la documentación y las cuentas de la propia cofradía.
Tras la actuación de Haritz, llegó el turno de disfrutar con la colorista interpretación del grupo maltés Paul Curmi Dancers. Este grupo, formado en los años sesenta, destacó por la alegría de sus melodías y por sus bailes, estrechamente vinculados al mundo del campo y al de la pesca. De hecho, en varias de sus interpretaciones sacaron al escenario aperos de labranza y artes de pesca, como azadas y redes, que fueron incorporadas a los bailes por los danzantes. Asimismo, hubo ocasión de disfrutar de un par canciones interpretadas por una joven que hizo gala de un voz muy hermosa. La primera interpretación destacó por su tono nostálgico, mientras que la segunda fue un canto lleno de alegría y optimismo que contagió a los espectadores que poblaban las gradas.
El colorido y la alegría del grupo maltés fueron sustituidos por las briosas danzas de los chicos y chicas del grupo húngaro Nyírseg. Apoyados por un acompañamiento musical dominado por los instrumentos de cuerda, el grupo húngaro interpretó piezas que destacaban tanto por su vigor como por sus cuidadas coreografías. De hecho, algunas piezas parecieron recreaciones de viejos musicales de los años cincuenta.
Por otro lado, la segunda actuación de Haritz fue un recorrido por diferentes formas de entender el baile al suelto en el País Vasco (Elciego, Ochagavía, Estella, Arratia y Betelu). Tras la interpretación de las diferentes piezas, Haritz aprovechó el festival para homenajear a la asociación de comerciantes Txankakua, entidad que colabora estrechamente con este grupo en la organización del festival y que este año cumple su décimo aniversario.
Este acto puso el colofón al festival, un hecho que sorprendió a buena parte de los espectadores, que esperaban una segunda actuación de los grupos invitados, tal y como se venía haciendo hasta la fecha.
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