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El desfile de San Miguel
Oñati volvió a salir ayer a la calle para participar en la centenaria procesión del Corpus Christi. Es un ritual con cinco siglos de historia que se renueva cada año.
Muchos de los
espectadores acudían ayer por primera vez al auto sacramental y
presenciaron con gran admiración la solemnidad del evento. «Nos ha
parecido una maravilla, la procesión es preciosa y el lugar es tan
bonito que conforma un entorno ideal. Es fabuloso ver cómo todo el
pueblo se involucra en la representación, y tanto grandes como
pequeños, se entregan de lleno a su papel, la participación es
excepcional», comentaban Jone y Antton, una pareja que se había
desplazado desde Elgoibar hasta la localidad para conocer la procesión.
La legazpiarra Isabel Sopelana, por su parte, se confesaba una asidua
incondicional de la celebración. «Vine por primera vez para ver
desfilar a mi sobrino el año que hizo la comunión y desde entonces no
he faltado nunca a la cita. Es todo un lujo ver las calles engalanadas,
cubiertas de juncos y pétalos de rosa y repletas de gente» declaraba
emocionada después de la multitudinaria procesión que anualmente reúne
a 500 personas en sus filas.
«Merece la pena»
Ante la
atenta lluvia de miradas, las figuras personificadas de los apóstoles y
Jesucristo recorrieron las calles fielmente caracterizados con sus
pelucas, caretas y vestimentas. Al frente del grupo, San Miguel
Arcángel, patrono de la villa, acaparaba con su porte majestuoso todos
los gestos de fascinación. El oñatiarra Fernando Díaz fue el encargado
de representar por tercer año consecutivo al santo, soportando
meritoriamente la armadura de 24 kilos correspondiente. «Este año he
sobrellevado mejor el traje y a pesar del calor, he realizado muy a
gusto el recorrido, intentando hacerlo lo mejor posible», manifestaba
Fernando, mientras un grupo de tres mujeres se ocupaba de desvestirlo
una vez finalizado el ritual. Entre ellas, Paulina Kernstock, vestidora
que lleva 39 años ocupándose de ataviar a San Miguel, comentaba que «la
armadura es bastante pequeña y le queda muy ajustada, pero ha sabido
llevarla muy bien».
La preparación del santo es un trabajo muy
laborioso y entre tres mujeres tardan aproximadamente una hora en dejar
todo a punto, además de contar con la colaboración de dos peluqueras
que se ocupan de los arreglos del postizo. Sin embargo, para Paulina
«el resultado final hace que el trabajoso proceso merezca la pena».
Joxe
Errasti, miembro de la cofradía y antecesor de Fernando en el puesto de
San Miguel, describía la actuación de su relevo indicando que «es ya
todo un maestro representando al santo y lo ha hecho muy bien en todos
los órdenes».
El simbolismo de la danza
Igual de
satisfecho se mostraba Julen Kortabarria, que por segunda vez, figuraba
en la capitanía de los dantzaris, ostentada por la familia Irizar hasta
hace dos años. «Para mí es un honor ejercer de capitán, ya que supone
lo máximo a lo que puede aspirar un dantzari. La temperatura era un
poco alta y se notaba mucha humedad en el ambiente, pero finalmente
todo ha salido bien», afirmaba el joven. Junto a él, otros nueve
dantzaris, ataviados con el tradicional traje blanco, falda roja y
castañuelas en mano, recorrieron las calles en un constante ir y venir
a lo largo de todo el trayecto procesional.
La makildantza o el
contrapás fueron algunas de las piezas de baile interpretadas ayer por
el grupo, que arropó y llenó de ritmo y colorido el auto sacramental.
El repertorio de danzas, de las que las primeras referencias escritas
datan de 1560, conformaron, una vez más, toda una entidad de simbolismo
en la fiesta, sin la que el Corpus no sería lo mismo.
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