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El cuerpo que esculpía el aire
Fallece a los 89 años la mítica bailarina de 'La muerte del cisne', rusa de nacimiento y nacionalizada española en 1993
Maya Plisetskaya hubiera cumplido 90 años el próximo 20 de noviembre y presentaba un tipo y aspecto excepcional, con su pelo recogido y su expresivos ojos, que acompañaba al hablar con sus delicadas manos de bailarina de dedos infinitos por donde continuaba el movimiento de sus saltos, giros o simples quiebros. En 2005, cuando recibió el Premio Príncipe de Asturias a las Artes, junto a la entonces ya afamada Tamara Rojo, se reconocía por primera vez -y hasta ahora única- al ballet, pero también a toda una época de efervescencia en torno a este arte, encarnada por ella, y un futuro que prometía nuevas figuras internacionales, personificado en la española, ahora directora del English Ballet, que hoy estará llorando por quien ha sido referente indiscutible para las generaciones de bailarines de todo el mundo.
La última vez que Maya Plisetskaya bailó en España fue en agosto de 2008, como protagonista de una gala de estrellas que organizó Ricardo Cue para el Festival de los Jardines de Cap Roig (Girona). Interpretó Ave Maya, el solo que le había creado Maurice Béjart en 2000, para celebrar su 75º cumpleaños. Por supuesto que la que fuera prima ballerina assoluta del Bolshoi (título otorgado sólo a las más grandes y que heredó de Galina Ulanova, artista más «querida» por el gobierno de la URSS que ella) no bailaba en puntas, ni con tutú, pero daba igual porque sus brazos desplegados contenían la emoción de la experiencia. Béjart ya había coreografiado para ella Isadora, en 1976, casi diez años después de que el nombre de Carmen se uniera al suyo con la coreografía de Alberto Alonso y la suite que su marido creó sobre la ópera de Bizet especialmente para ella.
Su triunfo en los escenarios, desde que accediera a primera bailarina del Ballet Bolshoi en 1943, pudo hasta con el puño de la dictadura soviética, especialmente ensañado con quien consideraban «hija del enemigo del pueblo». Su padre fue ejecutado por orden de Stalin en 1937, en la época de las famosas purgas estalinistas, al haber contratado a un amigo de Trotski, tal y como dedujo años después. Con mucha más profundidad está narrado en su biografía Yo, Maya (publicada en español en 2006) en la que relata todas las vicisitudes de su vida en la antigua URSS, donde los éxitos clamorosos en el escenario del Bolshoi (mantuvo el puesto de primera bailarina hasta 1990), conviven con la odisea fuera de ellos, con una familia de artistas, los Messerer, donde sus tíos Asaf y Sulamin fueron nombres capitales.
Fue Nikita Kruschev quien le quitó el veto de viajar al extranjero que le mantuvieron hasta 1959, considerándola «no sólo la mejor bailarina de la Unión Soviética, sino del mundo entero». Con sus actuaciones ya en Occidente, ese mundo entero pudo saborear sus interpretaciones en El lago de los cisnes, Don Quijote o Raymonda, creándose para ella innumerables ballets, como Spartaco (1958), de Moiseyev, La flor de piedra (1959) o La bella durmiente (1963), ambos de Grigorovich, entre otros. Pero, sobre todo, desde que lo estrenara en 1943 en el Bolshoi, con sólo 18 años, ha sido la intérprete de La muerte del cisne, su pieza más aclamada fuera de Rusia.
En sus años en España como directora del Ballet Nacional Clásico, convertido entonces en Ballet del Teatro Lírico Nacional La Zarzuela, Maya Plisetskaya tuvo a su lado a su hermano Azari Plisetski, gran maestro de ballet, y consiguieron que la compañía llegara a poseer un repertorio mixto de obras del repertorio romántico y académico, así como obras neoclásicas y piezas contemporáneas. Precisamente fue con las actuaciones en La Zarzuela de La fille mal gardée, el ballet más antiguo que se conserva, de finales del XVIII, cuando nombraron a Nacho Duato, en 1990, como director de la hoy Compañía Nacional de Danza en su lugar. El proyecto de un repertorio mixto que mostrara todos los estilos, técnicas y coreógrafos más importantes de la danza cambió, como se vio después, por la impronta creativa del nuevo responsable.
Maya Plisetskaya, además del gran premio español, recibió decenas de galardones, entre ellos el Premio del Pueblo de la URSS (1959), el Ana Pavlova de París (1962), el Premio Lenin (1964), la distinción de Heroína del Trabajo Socialista (1985), la Legión de Honor de Francia (1986), la Medalla de Oro de las Bellas Artes de España (1991) y la más alta condecoración de su país, la Medalla al Servicio de Rusia, en dos ocasiones (1995 y 2000).
Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2005, galardón que recibió junto a Tamara Rojo, único otorgado a la danza hasta el momento, Maya Plisetskaya fue directora del Ballet Nacional Clásico de España entre 1987 y 1990, año en que le sustituyó Nacho Duato. Desde 1993 tenía la ciudadanía española. En su autobiografía, 'Yo, Maya', relata su vida con la danza y su odisea personal ante el veto del gobierno de la URSS a que saliera del país.
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