Dokumentuaren akzioak
El Caserío bien recuperado, en el Arriaga
Juanjo Mena conoce el secreto del sexto sentido guridiano para la escena y conduce la música con más aire de lo que es o fuera costumbre algo tocada de ñoñez. Impone pulso teatral: se avivan algunos tiempos (procesión y reto bertsolarístico, entre otros números) y se tensan bien los pasajes de mayor lirismo (romanzas, dúos y tríos de los protagonistas) que confluyen en el emocionante desenlace.
Similar fluidez lleva la escena de Maribel Belastegi, con buen ritmo en la casi mínima acción; en las escenas de gran conjunto, el concurso numeroso no estorba un estar ágil y ordenado. De la escenografía original de los hermanos Roscubas, revisada por Carlos Barea, se llega a una gradación interesante, con un primer acto más cargado de elementos, un segundo más escueto, con fachada de la ermita al fondo, y un último, interior, con sólo el armazón y la cercha del caserío, que al final se iluminará simbólicamente.
Debe destacarse el concurso de Juan Jesús Rodríguez, un Tío Santi que canta y se mueve con autoridad, aunque siempre con más unción y jugo en los solos (Sasibil) que en combinatoria. Emilio Sánchez tiene momentos de brillo, pero su forma de rematar algunas frases o algún capricho en su guajira restan entereza a su José Miguel. La Ana Mari de Beatriz Lanza lleva porte más dramático que lírico, incluída cierta oscuridad en el agudo, pero su papel va bien cantado y actuado. Excelente la pareja Mikeldi Atxalandabaso-Izaskun Kintana en ese tandem Txomin-Inosensia que es mucho más complicado de lo que parece: el tenor anduvo diestro en música y gesto, y la mímica naive de la soprano, sin las exageraciones de rutina, es encantadora. En lo sólo actoral llena la escena Loli Astoreka, renacida Eustasia de carne, hueso y singüeso, con su pareja David Pinilla Manu; destacan asimismo Antonio Rupérez, ahora Don Leoncio, puro mester de clerecía, y el Don Jesusito que ni pintado, de Ander Iturbe. Completan retablo Susana Soleto, Irene Bau, Jorge Santos, Jon Eriz y Antón Gutiérrez. Y las danzas bien seleccionadas de Argia.
Obviando algún traspiés inicial en ambos casos, merecen mención especial la Coral de Bilbao, con dominio de escena y canto, y la BOS, que desde el foso hizo justicia al magistral hacer de Guridi, tan justamente mostrado desde la dirección de Mena.
Dokumentuaren akzioak