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El Carnaval y las mujeres
En muchas localidades de la Comunidad foral el carnaval es una fiesta con marcado carácter masculino. El papel de la mujer
en esta fiesta pagana anterior a la Cuaresma difiere según su situación
geográfica. Cada pueblo tiene su fiesta, su personaje y su rito.
Los personajes situados en un escenario rural con
carácter ancestral tienen nombres y apellidos masculinos. Zaku-zaharrak
(Sacos viejos) en Lesaca, Ziripot en Lanz o la Zagi-dantza de Goizueta
son algunos ejemplos de carnavales en los que las mujeres no ocupan
primeros planos. El zanpantzar de Ituren y Zubieta era
hasta hace unos años un caso similar. Sin embargo, en estas dos
localidades de Malerreka la mujer se ha integrado en el carnaval hasta
entonces reservado a los hombres. Y según han dicho, ha sido un proceso
natural. En otros municipios, sin embargo, prefieren mantenerse al
margen y dejar intacto el dictado de la tradición.
BERA DE BIDASOA
Es un caso singular. Frente a los personajes, el ritual y la tradición
ancestral del carnaval rural que se celebra en gran parte de la montaña
navarra, el de la regata del Bidasoa es un ejemplo de carnaval urbano, a buen seguro exportado el siglo pasado desde Guipúzcoa. Además de la fiesta de caldereros,
el gran protagonista es el desfile de "Iñude eta Artzaiak" (Niñeras y
pastores), una representación callejera realizada en tono de humor donde
la participación numérica entre hombres y mujeres es idéntica.
ITUREN Y ZUBIETA
Los vecinos de la localidad se remontan casi dos décadas atrás para recordar la primera ocasión en que una mujer se vistió de ioaldun. De todas formas, matizan que aquellas primeras veces lo hacían en el encuentro que ambas localidades de la regata del Ezkurra realizan
la víspera de Reyes, o bien "en el carnaval para los de casa". «Salir a
la plaza el día de la fiesta grande, el lunes de carnaval, por ejemplo,
en Ituren costó algo más. Hará unos ocho años que se salió por primera
vez", recordaron en su día las mujeres. En esta línea, fueron mujeres
foráneas las primeras que impulsaron el hecho de que la mujer se
introdujera en el carnaval. Y hubo mujeres mayores a quienes les costó
entender que sus paisanas se integraran en el zanpantzar.
En cualquier caso, el carnaval de Ituren y Zubieta es uno de los escasos
ejemplos que existen en Navarra en el que la mujer se ha integrado en
una fiesta con claro protagonismo masculino.
ALSASUA
En el carnaval rural de Alsasua el momotxorro es sin
duda el protagonista de esta fiesta pagana. Se trata de un personaje
que, cubierto por pieles de oveja, con cuernos y ropas manchadas de
sangre porta un sarde con el que trata de asustar, ahuyentar y en muchos
casos provocar a todos los que se encuentra a su paso. Al parecer, el
momotxorro era el único personaje que formaba parte del carnaval de
Alsasua antes de que se perdiera en los años 30. Y, antes sólo los
hombres se vestían de momotxorros, aunque en los últimos años se ha
unido alguna mujer.
Una vez recuperado el festejo pagano hace apenas dos décadas, se han unido al desfile carnavalesco las brujas,
que van acompañadas del macho cabrío, como si de un akelarre se
tratara. Son mujeres las que se esconden bajo los conseguidos disfraces
de las brujas, en este caso bondadosas con propios y extraños. El tercer
personaje del carnaval alsasuarra, siempre relacionado con la noche,
son las mascaritas. Se trata de un personaje propio de la localidad y muy arragaido en la misma.
En definitiva, es un carnaval en el que las mujeres siempre han tenido un marcado protagonismo.
BAZTAN
En Aniz, la localidad más pequeña del valle, también las mujeres toman
parte activa en la jornada. Pensaron tomar parte en la fiesta con la
única intención de que no se perdiera tan ancestral costumbre. Querían
que el día de orakunde, el pistoletazo de salida a este carnaval rural, permaneciera en el calendario, tal y como ellas siempre lo han conocido.
Se trata de la fiesta del gallo, en la que los niños
son los protagonistas. Además de los juegos, los mismos niños recorren
las casas del pueblo, en este caso las trece que hay habitadas, para
recoger alimentos. Después, las madres les preparan una comilona
en la sociedad y por la tarde sigue la fiesta. Las féminas tuvieron
claro de inmediato que podían hacer mucho más que cocinar para mantener
la fiesta en el calendario. Y empezaron a participar en la captura del
gallo.
Al margen de su incursión en el carnaval para tratar de salvar el
orakunde, las mujeres de Aniz recuerdan que ellas siempre han tomado
parte en la versión adulta de la fiesta.
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