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El ballet de las pupilas

Komunikabidea
Diario Noticias de Alava
Mota
Albistea
Data
2009/04/08

Durante año y medio, el fotógrafo Endika Portillo se ha licenciado en danza clásica. A distancia. A corta distancia. Su objetivo ha seguido de cerca a los alumnos del Conservatorio de Música José Uruñuela, un párpado dedicado a atrapar pliés y jetés , puntas al límite y pliegues de malla. Con libertad total, ha seguido de cerca ensayos, clases y actuaciones, atrapando, poco a poco, con su particular cadencia, la estética del baile. Y también su filosofía.

¿Por qué no cruzar los caminos del conservatorio y Arte Eskola?, se preguntó la directora de José Uruñuela, Carmen Tercero. Y dio el primer paso. Invitó a los alumnos del último curso de foto artística a una sesión de tablas. "Vieron una clase de danza pura y dura, tal como es. Comprobaron, por un lado, que es muchísimo trabajo, muchísimo esfuerzo, y, por otro, vieron la parte más estética y más plástica". Carmen recuerda cómo los fotógrafos abandonaban el conservatorio charlando. ¿Respondería alguno al reto de recoger en imágenes la actividad de José Uruñuela?

Lo hizo Endika Portillo. Este joven fotógrafo de Zalla aceptó el reto. El conservatorio trazaría el final de su camino formativo. Alimentaría su proyecto final. Muchos atractivos convergían en este trabajo. Entre ellos, el camino común de ambas disciplinas, de danza y fotografía. "Nunca había visto ballet en vivo y me quedé fascinado por la forma de trabajar. Veía paralelismos entre el camino de los bailarines y el mío, entre la sutilidad y la belleza del baile, que, para conseguirse, requiere de mucha fuerza y trabajo".

Endika se convirtió en uno más. Recorría los doscientos metros que separaban su casa del conservatorio -otra ventaja, la cercanía- y trataba de mimetizarse, de pasar desapercibido, de convertirse en un elemento más de la sala, borrándose del espejo para sumergirse entre los pasos, los saltos, los gestos. "Aunque podía hacerlo, normalmente no interfería; pasar desapercibido es la forma de captar cómo ellos se comportan", apunta el autor.

Captarlo hasta introducirse en sus propios ritmos, en la "estética limpia" de la danza, que también se adhiere a las páginas del libro, una prolongación natural de su proyecto final. "Me parecía interesante que eso no se quedase ahí", reconoce Portillo, que comenzó a barajar trasladar sus imágenes hasta el papel, y que, una vez logrado, propone un modus operandi para acercarse a las páginas: "Que quien vea el libro se deje llevar por las sensaciones de cada imagen". También pueden hacerlo quienes se acerquen hasta la sala de exposiciones del centro cívico Hegoalde, que hasta el próximo día 26 acoge una exposición con cerca de una treintena de las instantáneas que componen esta nueva publicación. "La idea es que después vaya rotando", explica el fotógrafo, que ya ultima el viaje de las piezas hasta su Zalla natal.

coherencia Los pasos se suben por las paredes, dejan su huella por las páginas. Pero nadie dice que al camino fuera fácil, ya que no sólo la estética viaja en el negativo. "Había que buscar el método para que fuera un trabajo estéticamente interesante y a la par fueran posturas, posiciones correctas de ballet". Las dos maneras de pensar, la del fotógrafo en busca de la luz y el encuadre inusitados, la del profesor en pos del equilibrio y la ortodoxia de la postura, se convirtieron en pareja de baile que alcanzó la sincronía.

"Me ha faltado sólo bailar", sentencia Endika, que ahora curte su objetivo en Madrid, que hace dos años se hizo con el premio de Periscopio. Coda supone un nuevo hito dentro de su trayectoria, un compendio de imágenes tomadas -además de en José Uruñuela- en el Teatro Principal, en el Getxo Antzokia, en las tablas de Amurrio y en las del Federico García Lorca. Disparos digitales "con un trabajo bestial de pulido", reconoce Endika.

En su poderoso blanco y negro, las imágenes recogen instantes íntimos y colectivos, momentos únicos y rutinarios, fragmentos escogidos y encontrados, una colección que se zambulle en la magia del portento físico, pero no descarta el instante más humano, que se convierte en una narración del día a día, y también de los momentos estelares.

Un pie al límite. Unas puntas olvidadas. Un calentamiento cotidiano. Un ensayo. Un vuelo imposible. Un giro infinito. Un suelo tatuado. Un sueño compartido. Un músculo tensado. Una piel bañada... Son algunas de las miradas que puede encontrar el espectador al traspasar la blanca portada del libro, que remite a esa pureza, a esa búsqueda de la perfección que se refleja en el universo del baile.

Quizás, a partir de ahora, en José Uruñuela comiencen a echar de menos a Endika. Y puede que Endika añore la melodía de los cuerpos. Pero Coda significa siempre el final. El final de un proceso que ha registrado en imágenes la labor callada de los alumnos del conservatorio, actualmente en torno a los 150. Y subiendo. José Uruñuela ya ha concedido todo su carnet de baile a este joven fotógrafo que aceptó el reto. Que le quiten lo bailao .

El sacrificio de la danza 'llora' en la espalda de la bailarina.

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