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El baile de los santaneros
Cada 27 de julio los casados ordiziarras del último año celebran su día con
La jornada comenzó para estos 19 matrimonios al llegar a la Casa Consistorial, donde plasmaron su rúbrica en un antiguo libro de actas que tiene por nombre Santaneros y que data de 1792.
Justo después, a las 11 de la mañana, tuvo lugar la misa solemne en honor a los santaneros en la iglesia de Ordizia, adonde se dirigieron en comitiva acompañados de la alcaldesa, Alejandra Iturrioz. Una ceremonia llena de cantos en honor a su patrona que emociona a más de una persona mayor de la localidad. «Este es un día muy especial para Ordizia, sobre todo por ver la ilusión con que los jóvenes matrimonios siguen participando como hace 500 años», comentan algunas vecinas del pueblo. Una vez terminada la eucaristía, encabezados por la alcadesa y unidos por pañuelos blancos, los matrimonios comienzan la kalejira desde la iglesia hasta el Ayuntamiento, donde después de un breve aperitivo, los nervios comienzan a hacerse notar.
Momento cumbre
Se acerca la hora de la Esku Dan-tza en la plaza Mayor. El lugar, situado delante del Ayuntamiento, comienza poco a poco a albergar a numerosos vecinos, turistas y curiosos, deseosos de ver el baile de los santaneros. Los maridos se colocan en fila, dispuestos a superar miedos y vergüenzas, y descienden poco a poco al centro de la plaza mientras sus esposas les observan atentamente desde el balcón del Ayuntamiento. «¡Mira que monos!», comentan entre ellas.
Después de dos aurreskus, bailados por el primero y el último de la fila de los maridos, cuatro mayordomos, que no son otros que cuatro de los maridos, suben a buscar a una de las dos mujeres a la que escoltarán para bailarle un aurresku en exclusiva. Antiguamente, la elección de estas dos chicas se hacía en relación a cuantas generaciones llevara su familia en la Cofradía de Santa Ana o a si era hija de alguien importante del pueblo, como el alcalde, pero hasta esta tradición se ha democratizado, habiendo sido este año elegida a través de sorteo una de ellas y la otra por petición voluntaria. Finalmente, todas las mujeres se reúnen con sus maridos en la plaza, bajo el aplauso del público que vibra después de cada baile.
Giran varias veces en torno a la plaza y, por fin, llega el esperado momento. Todos realizan la Esku Dantza, el arin-arin y el fandango, y una vez que terminan sus caras reflejan el estado de ánimo. La mayoría de ellos, y ellas, sonríen, ponen cara de circunstancias, resoplan e incluso uno de los santaneros se santigua, mientras el público les ovaciona. Ya ha pasado todo, ya son santaneros, ya van a poder disfrutar de la comida que se organiza hoy en Ordizia en el día en el que sólo ellos son los protagonistas.
«Es un honor formar parte de la historia»
V. M.
Una de las tradiciones con más renombre de Ordizia hace que recaiga la responsabilidad de la fiesta sobre los matrimonios celebrados en el último año. En esta ocasión han sido 19 los celebrados y, como entre ellos no figuran bailarines profesionales, los ensayos desde el mes de junio han sido una de sus ocupaciones principales. Tres veces por semana las parejas tenían una cita con los organizadores del Esku Dantza para aprender baile, posiciones y protocolo general del gran día.
Una de las parejas, formada por Maider Hernández y el segurarra Jon Agirre, que después de cinco años de novios contrajeron matrimonio el 6 de septiembre de 2003, espera nerviosa el momento del baile. «La verdad es que a los ensayos acudíamos más las chicas que los chicos», cuenta Maider. Sin embargo, la cara de felicidad de ésta y las otras parejas no se puede esconder a pesar de los nervios, «porque es una tradición que hay que mantener viva. Es un orgullo para todos poder formar parte de la historia de Ordizia», concluye la joven esposa.
Otra de las parejas, compuesta por Ainara Ezeiza y Mikel Areizaga, que también mantuvieron el noviazgo durante cinco años hasta dar el «sí, quiero» el 4 de octubre de 2003, añade que «es un día muy especial» que llevan tiempo esperando, aunque, como cuenta Ainara, entre risas, «Mikel sí que se ha escaqueado bastante de los ensayos».
Pero a pesar de las quejas hacia sus maridos, a éstos también se les nota cierta ilusión y nerviosismo, sobre todo justo antes de bajar las escaleras del Ayuntamiento, cogidos de la mano, para situarse delante de todo el pueblo a realizar los bailes en la plaza. Aunque pretenden ir de duros, el brillo de sus ojos les delata.
Es la suerte de los matrimonios que se convierten en Santaneros el día después de Santa Ana. Tienen otro día muy especial para guardar en su memoria, aquel en el que rememoraron el casamiento que les unió no hace ni un año.
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