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El baile de los casados
Danza centenaria. Las dieciocho parejas que contrajeron matrimonio durante el último año en Ordizia protagonizaron ayer la tradicional Esku Dantza de los Santaneros
La jornada para los 18 matrimonios protagonistas de esta edición, uno menos que el año pasado, comenzó mucho antes de la Esku Dantza. A primera hora, los Santaneros preparaban en el ayuntamiento los atuendos con los que posteriormente bailarían y recorrerían las calles de la localidad. En esos instantes, por las calles del casco antiguo sonaba la música de los txistularis de Ordizia, que precisamente se dirigían al consistorio para formar la comitiva que a las once de la mañana marchó hacia la parroquia de Santa María, situada a escasos metros de la casa consistorial.
Las parejas formaron una especie de cadena a la hora de desfilar, pero en vez de ir agarrados de la mano, iban unidos mediante unos pañuelos. El recorrido entre ambos edificios fue admirado por los ordiziarras, que se detuvieron en su caminar para observar a las parejas. Incluso muchas personas salían de las tiendas cercanas para ver el paso de la comitiva.
Centro de las miradas
Tras la misa solemne, y pocos minutos antes de las doce del mediodía, las parejas regresaban al ayuntamiento, lugar desde el que se inicia la Esku Dantza. En esos instantes el ambiente de fiesta se había apoderado de la plaza, y vecinos y curiosos rodeaban el espacio en el que los casados bailaron. Como es habitual, los hombres eran los primeros en iniciar la danza. Mientras ellos accedían al centro de la plaza, sus mujeres observaban con atención sus movimientos desde el balcón del ayuntamiento.
Poco a poco, las mujeres se fueron incorporando a la Esku Dan-tza, entrada que se veía acompañada por la escolta de cuatro de los maridos, que eran los encargados de recoger a las mujeres. Los diversos bailes que componen este acto, la propia Esku Dantza, arin-arin y fandango, se alternaban con las ovaciones de los presentes, que aclamaban a las parejas al final de cada acto.
Entre el público, además de familiares que no pararon de saludar a sus conocidos, destacaban los colores de las blusas de las cuadrillas que ayer celebraban su día. Algunos integrantes se acercaron para disfrutar de este baile y saludar a sus allegados. Según se acercaba el final del baile, el colorido iba creciendo, ya que a la una del mediodía un cohete marcó el inicio de la salida de las cuadrillas. A esa hora, los Santaneros, que habían cumplido con nota la interpretación, se encontraban recorriendo las calles del casco antiguo de Ordizia. Tras este paseo, retornaron a la Plaza Mayor, donde brindaron un aurresku a la alcaldesa para poner un artístico broche a la celebración de este año.
Sin embargo, el festejo no terminó aquí para las parejas. Para reponer fuerzas les ofrecieron un banquete de hermandad, como nuevos miembros de la cofradía de Santa Ana, agrupación de la que forman parte todos los Santaneros. Por la noche, volvieron a ser protagonistas en la verbena de los casados.
De esta forma, un año más se ha cumplido con esta histórica tradición que se inició en 1509, y que únicamente se ha visto interrumpida dos años por sendos conflictos bélicos: la Guerra Carlista en 1876 y la Guerra Civil en 1936.
En apenas cuatro años cumplirá medio milenio y por el ánimo de los participantes y vecinos seguirá siendo uno de los principales actos de las fiestas de Ordizia. Prueba de ello son las palabras de José Ramón, que no duda en señalar que «es lo más bonito que tenemos porque es algo nuestro que no tienen los demás».
JOSÉ MARI Y JUNCAL ORDIZIA Y HONDARRIBIA
«Que dure mucho tiempo»
J. I./
José Mari fue el encargado de que Juncal conociera esta tradición. «Antes de empezar a salir con él nunca había oído hablar de este baile», señalaba esta hondarribiarra. Quizá, como les ha sucedido a otras parejas, la mayor traba ha sido aprender bien los pasos de este particular baile. «Es un poco difícil, pero a base de practicar se va asimilando», destacaban.
El apuro que significa ser el centro de atención por unos instantes es otra de las barreras que han tenido que superar. «La ventaja es que al ser una tradición sales con más parejas y no estás tú solo delante del público», declaraba José Mari.
A pesar de estas pequeñas pegas, consideran que se trata de «un acto muy atractivo», y por este motivo desean que «se mantenga por mucho tiempo y lo puedan disfrutar más matrimonios».
IGOR Y SHEN-LI ORDIZIA Y SHANGHAI
«Un día muy especial»
«Un día muy especial»
J.I.
Ha puesto el toque exótico al baile de los Santaneros de este año. No es muy habitual ver a una china en Ordizia y, mucho menos, cumpliendo con esta tradición tan arraigada.
Motivos laborales llevaron a Igor Ezeiza a una zona cercana a la ciudad de Shanghai, donde un fin de semana conoció a Shen-Li. Han pasado cuatro años desde que esta pareja se encontró, durante los cuales le relación ha funcionado tan bien que hace dos semanas se casaron. El inglés -a pesar de que ella dice que él habla muy bien chino- es el idioma en el que se comunican, y por lo que se ve a la perfección.
La adaptación de Igor -tiene su mérito dominar un idioma tan complicado como el chino- se ha visto correspondido con la facilidad de Shen-Li para aprender los pasos del baile de los Santaneros. «Tiene nociones de danza que le han servido para asimilarlo con facilidad», comentaba Igor. Curiosamente las dificultades han sido para él, que a pesar de ser de Ordizia y conocer el baile, le ha costado bastante. Eso sí, las clases que han tenido desde finales de junio han servido para que se desenvuelva sin problemas y no fallara en el baile del 27 de julio.
A Shen-Li le gustó mucho todo lo que rodea a esta jornada tan especial para los ordiziarras, porque es muy diferente a todas las celebraciones que se pueden festejar en su país. Esto hace que califique esta jornada como «un día especial». Para su marido también es un día muy especial, pero por motivos diferentes, ya que todos los días no se actúa delante de los vecinos de tu pueblo. Precisamente, el ser por unos minutos protagonista, junto a las demás parejas, es algo que impone. «A mí, a diferencia de otros compañeros, más que vergüenza me supone un respeto enorme actuar en mi propio pueblo», aclaraba Igor.
A pesar de los pequeños nervios que pasó, «es una fiesta fabulosa y las tradiciones sean de donde sean hay que mantenerlas, y más sí es tan bonita como esta», apostillaba el joven.
JON Y OLATZ ORDIZIA Y ALEGIA
«Hay que disfrutarlo»
J. I./
A pesar de que Olatz no es de Ordizia -nació en Alegia- la proximidad entre ambos pueblos sirvió para que conociera este baile años atrás. Los dos consideran que es una tradición muy bonita y que está bien que se celebre año tras año, porque «las tradiciones deben continuar». A diferencia de otras parejas, no han tenido muchas dificultades a la hora de aprender el baile. «Hemos ensayado tres días a la semana durante el último mes y no le veo muchas complicaciones», explicaba Jon. El mayor reto para ellos, sin duda alguna, era actuar delante de tanta gente. «Él tiene un poco de vergüenza», decía una Olatz sonriente. A pesar de ello, esa pequeña timidez no impidió que Jon bailara con soltura, porque como añadía este ordiziarra, «es un día para pasarlo bien y hay que disfrutar».
Mantones con historia propia
J. I./
Todas las Santaneras tienen un rasgo en común; en realidad son dos: se han casado durante el último año y visten un mantón. El porqué del uso de esta prenda no tiene a día de hoy una explicación muy clara. Eso sí, la leyenda guarda un razonamiento de su origen. «La tradición dice que los trajo Urdaneta de Filipinas», explicaba Iñaki Hidalgo, técnico de cultura de Ordizia. Sea cual sea su origen, el motivo de su utilización podría fundamentarse en costumbres antiguas. «En otras épocas se solía usar para esconder los embarazos de las mujeres», añadía Hidalgo.
Para que todas las mujeres cumplieran con la tradición y vistieran un mantón, el Ayuntamiento de Ordizia alquilaba esta prenda a una tienda donostiarra. Sin embargo, hace 20 años adquirió un lote de treinta mantones, que año tras año se usan en el baile de los Santaneros. Pero no todas llevan estos mantones. En esta localidad goierritarra hay algunas familias que poseen mantones y que se los van pasando de generación en generación. Prueba de ello es que ayer cinco mujeres vestían mantones familiares.
Después de la Esku Dantza de Santaneros, los mantones que son propiedad del Ayuntamiento de Ordizia se depositarán en la Casa de Cultura, donde esperarán a ser lucidos por las Santaneras del próximo año.
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