Mientras Pamplona amansa la energía del encierro, los corredores se miran el chasis y el gentío devora las imágenes, los hay que ya para las 8.30 tienen antojo de chocolate con churros y de danzar el cuerpo. Los socios del Nuevo Casino se hacen hueco de punta en blanco en el “Baile de la Alpargata”, en el primer piso del número 44 bis de la Plaza del Castillo, un lugar de tanta tradición como de exclusividad.
La celebración de esta fiesta se remonta a los días en que los socios del Casino desayunaban chocolate con churros después del encierro. Con el tiempo, estos desayunos se convirtieron en una celebración amenizada con música y, eventualmente, en un baile. Pero no un baile concreto, sino multitud de ellos, con las canciones populares de cada época. Lo que comenzó como una costumbre se ha convertido en una cita diaria de los Sanfermines, eso sí, reservada aún a sus socios. Así lo explicaba su presidente, José Luis Pujol: “Tenemos un aforo muy limitado, pero se llena. Cada socio tiene un número de invitaciones para venir con sus familiares y amigos. Todos los días viene gente conocida, por decirlo de alguna manera, pero no suelen avisar. Vienen con un socio o con un amigo y disfrutan del Baile de la Alpargata”.
El nombre de la tradicional fiesta “de la alpargata” se mantiene, aunque no la tradición de llevarlas. Las alpargatas eran antaño el calzado ideal para correr por los las calles adoquinadas de Pamplona; sin embargo, no cumplían con las exigencias de vestuario del Nuevo Casino. Aun así, los socios rompían la norma y, posteriormente, el desayuno asumió el nombre del calzado. Ante la pregunta de si quería recuperar la tradición de llevar alpargatas, el presidente de la sociedad respondió con una sonrisa que el año pasado “lo intenté y los pies van mejor con deportivas”.
La consejera del Gobierno de Navarra, Mari Carmen Maeztu, presente ayer en el tercer Baile de la Alpargata, confesó que se estrenaba en el acto. “Es la primera vez que vengo. Me he acercado con Amparo López (la consejera de Interior) y la verdad es una satisfación enorme ver a la gente a estas horas de la mañana ya bailando y disfrutando de los Sanfermines, con esa alegría tan característica de estos días.”
El salón estaba lleno y los asistentes ocupaban incluso los balcones que dan a la Plaza del Castillo, observando desde la altura cómo empezaba en la calle la fiesta para algunos y terminaba para otros. Aunque había especialmente adultos mayores y personas de la tercera edad, también algunos jóvenes disfrutaban de la fiesta. Es el caso de cuatro jóvenes navarros que se hicieron hueco en una esquina de la sala. “Tenemos invitaciones de familiares y además a alguno de nosotros este repertorio nos encaja bastante bien”, dijo riendo Jon Antomás Pascual, mientras miraba a sus amigos.