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El bailarín Daniel Abreu comparte su danza con alumnos de La Faktoria
Daniel Abreu, Premio Nacional de la Danza 2014 y reconocido bailarín, llega a Pamplona para realizar un trabajo intensivo que desarrollará durante las próximas cuatro semanas con el alumnado de la formación internacional de La Faktoria Choreographic Center.
Se trata de un proyecto de creación que culminará en un espectáculo, que el grupo de 22 alumnos preparará junto a Abreu durante esas cuatro semanas de trabajo. La actividad se enmarca dentro de las residencias Lur que ofrece La Faktoria y participará el grupo de estudiantes de creación internacional que lleva formándose en el centro desde septiembre.
Esta dinámica se plantea cada año y se invita a un artista para que trabaje sus conceptos y procesos creativos con los alumnos, "para acercarles a lo que será su vida laboral y que entiendan cómo es trabajar de forma más profesional, alejándose de lo estudiantil", ha explicado Laida Aldaz, una de las directoras de La Faktoria.
La pieza que se presentará al final de la formación, el 17 de junio en la casa de cultura de Burlada, se prepara íntegramente durante el curso, y será para el bailarín "un reto" por el elevado número de estudiantes. Abreu nunca había trabajado antes con tantas personas, y para él "cada creación es un reto" porque supone entrar en "universos complejos".
Sin embargo, "lo bueno es que todos tienen mucho talento, es un grupo que se sostiene, entiende un lenguaje común y se conoce porque ha habido un trabajo previo de equipo muy fuerte en La Faktoria", ha manifestado Abreu. Y eso hace que su llegada se reduzca a "acercar mi lenguaje al que ellos manejan y el suyo al mío".
Abreu trabaja desde lo físico y así lo ha expresado en la presentación del proyecto: "Soy de los que hablan poco durante el proceso, lo cual hace que muchas veces los intérpretes estén perdidos y esperando que les cuente qué significa y por qué se hace".
"Hay una tendencia a querer traducir la movilidad y la gestualidad a la palabra", ha explicado Abreu, pero "en la comunicación solo el 8% de lo hablado tiene sentido, todo lo demás es gestualidad y física". Para el artista la comunicación "viene desde todo aquello que no se dice". Y ahí es donde quiere posicionarse Abreu, a quien le cuesta mucho hablar de lo que está haciendo porque trabaja desde la acción y el movimiento, haciendo propuestas físicas que no implican grandes acrobacias, sino "control y presencia del cuerpo".
Tampoco concuerda con que se le exija al artista tener "un mapa muy claro" de lo que va a hacer, porque las creaciones "siempre fluctúan" cuando se trabaja con personas. "No soy un creador con grandes ideas; trabajo con ellos y me dejo llevar por lo que sucede en el estudio, las ideas que traigo y los procesos dentro de esta conjunción de personas", ha afirmado.
Con 22 personas en escena es "algo más complejo, porque hay que manejar y entender qué es lo que pasa en el estudio y cómo nos relacionamos". Para Abreu, "toda creación supone romper algo". Ha utilizado el ejemplo de una hoja de papel, que debe doblarse para convertirse en un avión, para ilustrar la idea de que la transformación es dolorosa y frustrante.
No obstante, "la frustración y, sobre todo, cómo se sostiene, es muy importante" en el proceso de creación. La premisa de Abreu es que cuanto más se sostenga más ricas serán las creaciones, que el artista ve como "sistemas que tienen vida y se mueven con sus propias dinámicas".
Porque "el proceso de frustración es un conjunto de preguntas que no tienen respuesta, es estar viendo que algo no encaja, y eso es lo que genera la creación de algo nuevo, rico y complejo", ha afirmado el artista, comparándolo con un parto o la división de las células para crear una nueva vida.
Como punto de partida, Abreu propone la gestualidad, "la amplificación del gesto" en el escenario, como lugar de partida que acabará desembocando en el espectáculo final. "22 personas en escena haciendo muchas cosas nos saturarían, y las ideas que quiero probar tienen que ver con cómo el gesto se convierte en danza", ha relatado el artista. Para él, lo importante no es tanto "cómo se mueven, sino qué mueven", y un bailarín mueve el aire. "La danza se trata de cómo movemos el aire", ha afirmado.
El arte y el sentido utilitario
Para Abreu, las obras de artes plásticas tienen un contenido económico muy fuerte detrás, "porque se pueden comprar y llevar". El arte se valora según su sentido utilitario, ha explicado, porque "si no lo puedo usar y no me sirve la obra deja de tener sentido".
Las obras coreográficas no tienen una cuestión de uso, "no te la puedes llevar a casa porque es una experiencia", lo cual no significa que no tenga sentido porque propone y da algo. En opinión de Abreu, "el valor de las cosas se mide más por lo que nos toca en la piel que por lo que nos toca en la cuenta del banco". Y esa cualidad es la que hace de la danza algo "mucho más rico", porque no se lleva "de una manera material y física: se convierte en parte de nuestra vida más que en parte de nuestras cosas".
Por su parte, Aldaz ha hablado de lo efímero de la danza, que contrasta con una actualidad en la que "todo tiene que ser poseído y adquirido". Ha expresado que "una obra no se puede poseer, el movimiento cambia constantemente, es abstracto y deja mucha libertad a la interpretación", y añadió que es "bonito" que cada uno "se introduzca y navegue en ese universo con su propia experiencia".
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