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El arte de explorar el movimiento
Matxalen Bilbao lleva 25 años ligada a la danza contemporánea
Dejar que los cuerpos hablen, que surja un diálogo mudo entre contornos y figuras, buscar el equilibrio entre identidades distintas,... dejar soñar al cuerpo para que expanda toda su energía y contagie pulsiones, emociones... Matxalen Bilbao sugiere esas sendas, y otras, en sus coreografías. También en la que acaba de estrenar, Self! (El yo), donde, acompañada por el australiano Robert Jackson, trata de ahondar en la expresividad del cuerpo. El objetivo es simple: acercarse al otro.
La bermeotarra presentó la obra en La Fundición (Bilbao), el mismo lugar en el que empezó su carrera profesional, hace ahora "veintitantos" años. "Arranqué con la danza clásica, pero para mí la danza clásica es como una herramienta, la base. Mientras el contemporáneo investiga, y cada vez más, en diversas técnicas corporales, la danza clásica está anclada en lo que fue. Para explorar en la danza contemporánea necesitas tener cierta madurez, porque trabajas desde las sensaciones, no solo desde el cuerpo. En el contemporáneo tienes que interiorizar mucho, y ahí encuentro un mundo infinito de posibilidades. Además, lo que hago yo está más conectado con la realidad que lo que se hace en la danza clásica, donde siguen hablando de princesas. La danza contemporánea me da libertad", resume la artista.
Sus piezas, íntimas y dotadas de una carga poética sostenida, le han servido para crecer, también a nivel personal. "Me han ayudado a conocerme mejor, sin duda, porque se trata de hacer una introspección ante la mirada de los demás, y ahí quedas expuesta. Reflexionas sobre lo que quieres que los demás vean de ti, y también tienes que controlar tu energía, porque no siempre tienes la misma, fruto de nuestro ánimo cambiante", reconoce Bilbao.
En 2002 un pequeño tsunami impactó en la conciencia de la bailarina: conoció el trabajo de una compañía de Viena, fundada por Willi Dorner, donde lo fundamental era el análisis del movimiento: "Para mí fue un punto de inflexión, un descubrimiento maravilloso, porque yo nunca había trabajado analizando el propio movimiento, trabajaba sobre otros códigos. Ellos priorizaban el movimiento sobre todo lo demás, y de ahí empecé a hacer cursos de coreología".
partir de la abstracción ¿Qué ofrece el movimiento que no ofrezca la palabra o la música? "Claro, la palabra ofrece mucho más", asegura la veterana bailarina, pero para ella "expresar cosas o sensaciones a través del movimiento es más difícil, es un reto continuo, y el mundo de la abstracción ofrece también la posibilidad de interactuar con el público. Ellos pueden completar la idea o la sensación que tú tratas de trasladarles", añade. Por ello, Bilbao entiende la danza como "un mundo poético de cuerpos donde el artista ha de ser honesto consigo mismo y con los demás. No hay literalidad en lo que hago, solo expresión poética. Ahí la honestidad es fundamental".
Su nueva creación, Self!, habla de identidad personal y del acercamiento hacia el otro, hacia el diferente, "descartando la uniformidad que impera en el mundo". "Busco la singularidad -aclara Bilbao-. A mí me gusta la gente berezi". Así, con Robert Jackson busca la afinidad, el equilibrio entre dos cuerpos distintos. "Tratamos de construir una idea común", remarca.
invisibles La danza es la hermana pobre de las artes escénicas. Las instituciones vascas destinan ayudas concretas para esta disciplina, pero no son suficientes. Así lo entiende la bailarina bermeotarra: "Por ejemplo, para producir esta obra hemos recibido subvención. A partir de ahora dependemos de los bolos, de las funciones, que supongo que llegarán a final de año, porque los programadores funcionan a largo plazo. Y al margen de eso no hay nada". Bilbao reconoce que "estamos en un contexto muy difícil", pero ella no se refiere a la crisis: "Es una disciplina desconocida, mucho más que la danza clásica. No se conoce su lenguaje. Es verdad que dentro de este contexto difícil las instituciones subvencionan las creaciones, pero luego hay muchas lagunas, sobre todo en la formación".
También resulta curioso que a Bilbao se le conozca más fuera de Euskadi que dentro: "A mí me han dicho, incluso programadores de espacios públicos, que lo que hago es raro, y a mí lo que me parece raro es que la gente compre casas que no puede pagar, algo que hasta hace poco era normal. La danza contemporánea es tan rara porque le damos la espalda, porque se desconoce. Aquí no existimos. No hay un trabajo de sensibilización, de socialización. Es una pena, porque cuando la gente ve mis espectáculos no le parecen tan abstractos, tan ajenos, porque el lenguaje del cuerpo es universal. Los programadores subestiman al público, y eso me duele".
La artista vizcaina sigue con la misma ilusión que cuando empezó. Quizá sea ese el secreto de tanta energía: "Tengo 50 tacos, pero para mí la curiosidad de seguir aprendiendo es fundamental. La danza contemporánea está en constante evolución, es muy permeable y eso la hace permanentemente actual".
Matxalen Bilbao y Robert Jackson buscan el equilibrio entre cuerpos e identidades distintas. (Juan Lazkano)
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