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Edurne y Jon Ander Azpitarte, 20 años puliendo los 16 pasos del baile al suelto

Komunikabidea
Gara
Tokia
Donostia
Mota
Albistea
Data
2006/06/26

Ella es Edurne Azpitarte y estudia Ingeniería de Telecomunicaciones en la Universidad de Cantabria. Este año, con 23 años, termina la carrera y el próximo curso viajará a Alemania, donde redactará el proyecto de fin de carrera. En los ratos libres perfecciona el inglés, estudia el alemán y le queda tiempo para acudir al gimnasio. «Y también tengo que entrenar, naturalmente. Vivo en un tercer piso y bailo en la cocina. Por el momento, ningún vecino se ha quejado», dice. Tiene 23 años y hace pareja con su hermano Jon Ander, de 25 años, aparejador que trabaja en la empresa Urrategi Etxegintza. El pasado domingo, día 18, ganaron por segunda vez consecutiva el Campeonato de Baile al Suelto de Segura, máxima aspiración para un dantzari de esta especialidad, tras una exhibición en la que combinaron la fuerza con la agilidad (podría hablarse de ingravidez), la dificultad de los pasos con la belleza de su ejecución, las figuras sobre el escenario y la compenetración en la pareja. Tras ese derroche de maestría hay una labor callada de miles de horas. Comenzaron a bailar una vez que aprendieron a caminar.

El abuelo Patxi

«Es verdad que son unos pocos pasos, pero los vamos haciendo cada vez más complicados y difíciles. Si comparáramos una actuación de hace cinco años con la del domingo, cualquier espectador se daría cuenta de que sólo se parecen en el fondo», dice Jon Ander. Durante los ensayos, que realizan en un local que la familia ha habilitado para ellos, diseccionan los pasos y los recrean, persiguiendo siempre dos objetivos:la estilización y la dificultad. «Intentamos cambiar un par de pasos al año, introduciendo pequeños cambios y matices en los mismos, respetando siempre el canon tradicional. En cuanto a la forma, se podría decir que cada dantzari tiene unos pasos exclusivos», prosiguió Jon Ander.

Los hermanos Azpitarte llevan veinte años bailando. Según Edurne, la afición les viene probablemente del abuelo materno, Patxi Odriozola, un trikitilari de Aldama que ha logrado transmitir su pasión a varias generaciones. «Uno de los primeros recuerdos que la familia guarda de mi hermana data de cuando no tenía apenas tres años. Habíamos asistido a un campeonato en el que participaba nuestro hermano mayor, Joseba, y al volver a casa Edurne quiso vestirse con el traje tradicional, incluyendo pañuelo y abarcas, y se pasó un buen rato bailando delante del espejo de una habitación. Con cuatro años bailó en un campeonato», cuenta Jon Ander. Pero el baile no se limita a los pies. «El baile es una cuestión de conjunción y pone en movimiento todas las articulaciones y en nuestro caso es también una cuestión de compenetración», dice Edurne.

«Cuando estamos bailando controlamos perfectamente las figuras que hacemos, porque hemos ido estudiando las grabaciones. No es suficiente con la imagen del espejo. Es importante que nos veamos desde fuera. Hay días en que nos vemos en vídeo y no voy a decir que nos emocionemos, pero sí nos gusta lo que hacemos», señaló Jon Ander.

Tanto él como Edurne tienen que cambiar de registro cuando bailan en una romería. «Incluso entre las parejas que han tomado parte en un campeonato. Una vez que finaliza la competición y hacemos un corro para bailar un par de piezas, recurrimos a los pasos estandarizados», dice Edurne.

Los premios más altos, el de Segura por ejemplo, alcanzan los 600 euros. «La temporada se ciñe al verano y aunque tengamos una actuación cada fin de semana, la retribución no alcanza para mucho. Pero una vez que estás en el escenario se olvidas de las horas de sufrimiento, de los esfuerzos y de los premios irrisorios que nos dan. En ese momento sólo cuenta el placer de sacar lo que llevamos dentro», dice Jon Ander.

Un baile igualitario

Al contrario que en los bailes de salón, el pasodoble o el tango, por citar dos ejemplos, en los que el hombre manda sobre la mujer, en el baile al suelto hay una paridad total. «Nos animamos mutuamente, nos decimos cosas, y es evidente que permite una gran comunicación en la pareja, pero ninguno de los dos manda», señala Edurne. Pero es evidente que cada género tiene sus pros y sus contras. «Yo cuando salgo de noche voy, naturalmente a locales de ambiente y me gusta bailar salsa, merengue, bacalao o que se tercie. No tengo ningún prejuicio», dice Jon Ander. Todos los bailes expresan sentimientos. ¿Qué expresa el arin-arin? «Cuando estamos en un campeonato bastante tenemos con darnos ánimos mutuamente. Pero es evidente que fuera de un escenario puede expresar también la sensualidad, aunque tengo la impresión que nuestra sensualidad es más fría, más contenida, entre otras razones porque apenas nos tocamos», dice Jon Ander.


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