Una vez finalizado el calentamiento previo, los dantzaris de Duguna comenzaron a preparase para perfeccionar su repertorio. Pero no era un ensayo cualquiera, sino que contó con un público excepcional formado por el pequeño grupo de niños y niñas que no pudo evitar dejar a un lado sus juegos para observar con curiosidad e imitar con empeño los movimientos que desplegaron los cerca de 30 miembros de Duguna Iruñeko Dantzariak. Los Dantzaris de Pamplona, encargados este año del Chupinazo de San Fermín.
Este grupo lo creó el Ayuntamiento de la capital navarra en 1949, pero antes de esta fecha, que este año cumple su 75º aniversario, Pamplona ya contaba con una larga tradición de dantzas que, con el paso de los años, se fueron olvidando. Hasta que Duguna se plantó. “El grupo bailó durante unos 60 años dantzas del repertorio de Euskal Herria. Pero en 2007 nos paramos a reflexionar sobre qué estábamos haciendo, si tenía sentido bailar las dantzas de Ochagavía o de Oñate cuando ya estaban sus dantzaris para bailarlas mejor que nosotros”, apuntó el director de Duguna, Aritz Ibáñez, antes de que comenzara el ensayo. Esta reflexión les llevó a un proceso de creación de nuevas dantzas basadas en las antiguas con la idea de “recrear un repertorio para las fiestas de Pamplona”, añadió.
En 2009 comenzaron con la ezpatadantza de San Fermín de Aldapa; en 2013 estrenaron un primer prototipo de la soka- dantza y en 2017 fue el turno de las danzas de troqueo, que les llevó 10 años montar. “Es un trabajo de pensar qué elementos forman parte del (imaginario colectivo de Pamplona), y cuáles se pueden insertar en esas dantzas que estamos creando, para que cuando la gente las vea y escuche le parezca que ya las conoce”, explicó Ibáñez.
Además, este proceso creativo tiene que ir acorde con el calendario festivo de Pamplona. “Vimos en qué actos en los que participaba el grupo, y otros en los que no, tendrían cabida este tipo de dantzas, para que hubiese un contexto festivo que las pudiera acoger y echaran raíces”. Es el caso de la ezpatadantza en San Fermín txikito, donde “no hace falta que traigas a la gente, porque ya están ahí”, remarcó el director.
La cantera
Todo este trabajo no sería posible sin la dedicación de sus 50 dantzaris y los cerca de 70 que conforman el grupo txiki. El carácter más “amateur” de Duguna, como lo calificó Ibáñez, hace que en cada ensayo, de dos horas y tres veces por semana, se suelan reunir unos 30 a causa de los trabajos y estudios. Al fin y al cabo, la gran mayoría de los dantzaris de Duguna no supera los 25 años y consiguen sacar tiempo de donde no hay para ensayar con sus compañeros y compañeras.
Este es el caso de los dantzaris Anne Alzórriz y Oihan Urrizola, ambos de 18 años y estudiantes. Alzórriz destacó que cuando le preguntan cómo se organiza, responde que, “aunque requiere mucha constancia, si quieres algo realmente vas a hacer lo que sea para conseguirlo”. Con ella coincidió Urrizola, quien puso en valor la gran cantidad de tiempo que invierten los dantzaris para “perfeccionar cada detalle, y sobre todo este año, que hay que sacarlo todo muy pulido y perfecto para dar las gracias a Pamplona por habernos elegido para lanzar el Chupinazo”.
Herencia o elección
Urrizola ha conseguido trasmitir su pasión por las dantzas a su hermano pequeño, que espera subir pronto al grupo adulto. A Alzórriz el amor por el baile le vino heredado de sus padres, antiguos dantzaris de Duguna, gracias a los cuales su hija llegó al grupo txiki con 7 años y al adulto hace un par. “Desde pequeña se me ha enseñado que el baile es algo de nuestro entorno. Para mí significa hacer sin presión algo que disfruto de verdad”.
Urrizola siguió una trayectoria similar. Baila desde los cuatro años, con 8 entró al txiki y hace dos al adulto. “Bailar supone libertad. Es una manera de expresarse que no puedes hacer con palabras. Es decir: ‘Este soy yo. Mira quién soy y no lo escuches’. Es un orgullo pertenecer a un grupo como este”.
Las dantzas son también un lugar de encuentro, donde dantzaris que no se conocen forjan amistades para toda la vida, como les ocurrió a Adriana Ilzarbe, Irati Gutiérrez y Garazi Astibia. A la espera de comenzar a ensayar los repertorios, las tres jóvenes dantzaris charlaban en círculo con sus compañeras Berezi Berrio y Eider Caballero, esta última una de las nuevas incorporaciones hace tan solo siete meses. A sus 18 años, Caballero ha retomado las dantzas que comenzó desde “muy txiki” y luego sustituyó por atletismo. “Pero conocí a Berezi, que me comunicó otra vez con el mundo de las dantzas, y quise probarlo de nuevo”. Después de maravillarse con uno de los ensayos de Duguna, Caballero sabía que “tenía que estar ahí algún día”. Ella ya ha cumplido su objetivo y quizás pronto sea el turno de alguno de los txikis que imitaba con torpeza pero dedicación cada movimiento del ensayo de los Dantzaris de Pamplona.