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Dos generaciones bailan a Muskilda
otsagabia - “Muy emocionante, ha sido un momento muy emocionante. Con el mayor llevo bailando 4 o 5 años, pero con los dos... Fijate tú que emoción”, decía José Javier Sagardoy, Txepi, al recordar las dantzas de la mañana en honor a la virgen Muskilda. Y no era para menos, ya que en esta edición Txepi bailó por primera vez con sus dos hijos, Julen y Joseba.
“Ha ido muy bien, muy emocionante”, explicó Joseba Sagardoy, que ayer fue uno de los 8 danzantes del día grande y bailó por primera vez junto a su padre y su hermano. “He pasado nervios antes de la iglesia y con los bailes a la Virgen. Los de última hora”, comentó Joseba, que se sintió muy arropado por su padre y su hermano.
Como cada 8 de septiembre desde hace 38 años, Txepi se levantó por la mañana y se vistió con el traje del Bobo, que se caracteriza por sus llamativos colores rojo y verde. Acto seguido, a las 8.00 horas fue a desayunar a casa del Mayordomo, Carmelo Roldán. Ahí le esperaban los 8 danzantes, ataviados con sus trajes blancos, las corbatas de colores, el gorro negro y las zapas. Una vez desayunados y con más energía, la comitiva avanzó, junto con los gaiteros, hasta la última casa del pueblo. El objetivo, despertar a los vecinos y prepararlos para el intenso día que les espera. Tras haber despertado a todo el pueblo, llegó el momento de subir hasta la ermita románica de Muskilda. El recorrido puede hacerse a pie o en coche, y esta vez, de los 8 danzantes, solo Joseba y Txepi subieron andando.
Tras hacer el primer baile del día, en el lugar en el que, según cuenta la leyenda, se apareció la Virgen, llega el momento de subir hasta la ermita y cantar a la serora. No obstante, este año fue diferente a otros, ya que, Regina Toni, la serora encargada de cuidar la ermita, no pudo asomarse a la ventana como venía haciendo desde hace muchos años. “Ya está mayor, pero la hemos echado en falta. Ahora la ermita la cuida una hija, Jone”, comentó Txepi. Llegó la procesión y tras ella el baile a la virgen, uno de los momentos más esperados. Después, como manda la tradición, el Bobo puso la imagen en la hornacina y “mientras el resto del pueblo va a misa, los danzantes y el Bobo se van a almorzar”. Y es que hay que coger fuerzas para aguantar lo que queda de día, acompañando al alcalde y el mayordomo y bailando en la plaza.
Al final de la jornada, el Bobo se refugió en su casa. Aún tenía trabajo que hacer y muchas imágenes que recordar, ya que cómo él dice “en otras partes no gusta que te llamen Bobo, pero aquí, se te hincha el pecho”.
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