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«Donde se aprende es en las romerías»
Una veintena de personas participa en el cursillo de baile al suelto de Eitza
«Que nadie se quede con ganas de bailar porque no sabe. Estas clases sirven para quitar la vergüenza y aprender lo básico. Donde más se aprende es en las romerías, ahí es donde se coge soltura. Con esto pasa como con el carnet de conducir...», dice Oihane Vicente.
Ella y Eneko Galdos, ambos dan- tzaris de Irrintzi, son los monitores del cursillo de baile al suelto que se imparte los sábados por la mañana en el topaleku de Eitza y al que acuden «entre 20 y 25 personas». Arrancó el pasado 23 de enero y finalizará el 7 de mayo. La convocatoria sigue abierta. El precio de cada clase es de cinco euros. Los interesados se pueden presentar el mismo día del cursillo. Las clases se imparten de las 11.30 a las 13.00 horas.
El cursillo se organizó porque «queríamos dar un poco de vida a Eitza, además de recaudar fondos para las fiestas del barrio. Tenemos idea de organizar una jornada con un mercadillo de objetos de segunda mano, una comida y una romería. No sabemos si será el fin de semana anterior al de fiestas o el mismo domingo de fiestas, la fecha está por concretar», explican.
Nerea y Óscar, vecinos de Eitza, son dos de las personas que acuden al cursillo desde el primer día. «Yo sabía bailar a mi manera. Ahora me doy cuenta de que hay pasos que hacía mal», dice Nerea. Óscar, por su parte, «no tenía ni idea». A él le gusta especialmente «el banako. Me hace ilusión aprender lo que bailan mis hijos», dice.
Agustín Aizpuru es a sus 76 años el veterano del grupo. «Siempre me ha gustado bailar», afirma. De hecho, «he estado tres años con el grupo de euskal dantzak del hogar del jubilado Gure Txoko. A mi edad es difícil cambiar las constumbres adquiridas, pero lo seguiré intentando», sostiene.
Maider Mateo, Amaia González e Itziar Intxausti son tres veinteañeras que también acuden a las clases. «Siempre me ha gustado bailar, pero no sabía. Me venía bien acudir a las clases los sábados por la mañana. Además se hace ejercicio y conoces gente», dice la última. «Yo de pequeña hice euskal dantza, pero no aprendí fandango y arin-arin. Ahora he aprovechado», mantiene Amaia. «Yo soy de Donostia y allí aprendí a bailar fandango y arin arin, pero quería bailar de la misma forma que lo hacen aquí», indica Maider. Las tres están de acuerdo en que el cursillo es «una buena iniciativa».
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