Este viernes 16 de febrero será el día en que Lagunero arderá de nuevo en Tafalla, y lo hará a partir de las 19.00 horas. Este año se cumplen 34 años desde que la Ikastola Garcés de los Fayos lo sacó a hombros por primera vez, y 29 desde que la iniciativa se expandió a nivel local. Muchas son las danzas y llamas que han sido testigo del carnavalesco juicio contra el ahora famoso José Lagunero y Guijarro, pero no pocos desconocen su origen.
Si bien se trata de una costumbre reciente, toda tradición tiene su procedencia y esta viene de una historia real. Adaptada y relacionada al festejo del milenario carnaval, Tafalla juzga a un militar que sembró terror en tiempos de revuelta y demostró que, quien ha sido preparado para la guerra, solo entiende una forma de hacer la paz.
1869: La noche lagunera
Eran tiempos convulsos, donde la política estaba en boca de todos y las armas a la orden del día. Habían pasado seis meses desde el triunfo de la llamada “Gloriosa” y los liberales se disputaban las riendas a nivel estatal. En Tafalla, sin embargo, el Ayuntamiento era de corte tradicionalista y mucha gente simpatizaba con el carlismo. La tensión era latente. Como cuenta Ángel Morrás en sus Memorias tafallesas (1821-1898), por la noche se oían gritos de “¡Viva la libertad, abajo los borbones, casta de ladrones!” y los contrarios respondían “¡Viva la religión!”. Los hechos están bien recogidos en la Historia de Tafalla / Tafallaren Historia de Jose Mari Esparza Zabalegui:
"A pesar de los intentos municipales por calmar las disputas políticas, los Voluntarios de la Libertad vigilaban las casas de los campesinos e insistían en que se preparaba un levantamiento. Aseguraban que “muchos jornaleros llevaban boinas encarnadas como medio de significación carlista”.
Así las cosas, el 30 de abril de 1869 hicieron su entrada en Tafalla las fuerzas de caballería e infantería del Coronel Don José Lagunero y Guijarro, llamadas a socavar cualquier intentona de sublevación carlista. Mientras tanto en la taberna de Genaro Rubio, en la calle la Parra, el mozo León Iriso y su cuadrilla cantaban canciones carlistas:
¿Quién es el mozo valiente
que ha de romper el guitarro?
salga que lo quiero ver,
que salgan los voluntarios
El voluntario de la Libertad Facundo Zubiri, Jolo, no se lo pensó dos veces y disparó, alegando después que Iriso sacó su trabucó y mató a su compañero voluntario Sebastián Baigorri, Patiño. Los carlistas por el contrario aseguraban que el tiro se lo había dado el propio Zubiri. Pero al llegar la noticia a oídos del coronel se desató la furia y comenzó la “noche lagunera”.
Los soldados dispararon contra Iriso “dándolo por muerto”, y clavaron la bayoneta en el vientre de Canuto Otazu, Apastegui. Hubo numerosos detenidos y las calles fueron despejadas arma en mano. A Tiburcio Pascual, Pelagatos lo mataron de un tiro y a Nicolás Ojer, Amarreco, lo hirieron.
Morrás cuenta cómo mucha gente pasó la noche encerrada en el Café tafallés, (llamado “el de los católicos”), temiendo toparse con los soldados. Estos dispersaron a tiros incluso la Aurora que salió a cantar a las seis de la mañana. Hilario Flamarique fue testigo de ello, que se llevó el bombardino a casa con un agujero de bala.
Cuando el coronel Lagunero se disponía a montar a caballo donde casa Astrain para atacar a los auroros “por el alto de Lasterra” (hoy Las Torres), le dispararon un tiro desde las casas de la plaza, hiriéndolo levemente. Colerizado, se lanzó al ataque.
Los soldados asaltaron las casas derribando puertas a golpes de hacha, y mataron a Tomás Azcárate y a Genaro Fuertes, vecinos desarmados. Juan Nicol se libró en el último instante de ser fusilado. Manuel Idoy Idoyico, echó a correr por el campo y se metió en un pozo, de donde lo sacaron los soldados y lo fusilaron dándolo por muerto.
Idoyico viviría muchos años para contarlo. Al día siguiente el concejo municipal sería destituido por la fuerza y aquella noche “pavorosa”, según la denominó el alcalde, quedaría grabada para siempre en la memoria popular tafallesa.
Varios muertos, cantidad de detenidos y el terror desatado quedan testigo de las andanzas de Lagunero por la ciudad del Zidacos. La venganza tafallesa tuvo que esperar más de un siglo para acontecerse, y no se dio por las armas, sino por una festiva condena popular a quien se ganó la etiqueta de “enemigo del pueblo”, cuyo efecto es mayor y más duradero que el de las balas.
1990: Ikastolako inauteriak
Con el objeto de enseñar al alumnado las principales celebraciones de carnaval rural vasco la Ikastola Garcés de los Fayos se propuso representar los festejos de varios pueblos navarros en su kalejira matinal. Ángel Iriso “Zaki”, exprofesor del centro educativo cuenta cómo primero vino la quema de Mielotxin o “la boda” y los momotxorros de Altsasu. Sin embargo, en las actas escritas a mano de aquel año queda constatada la idea de crear un personaje propio aprovechando la dinámica de Lantz. Se recurrió a Jose Mari Esparza para buscar un vástago de la memoria oscura tafallesa y condenarlo a las llamas. Surgió entonces el monigote que tanto apasiona y atemoriza a las muetas y muetes de Tafalla.
La fórmula fue un éxito y desde entonces la Ikastola continúa con el ciclo de carnavales populares que inició aquel año. Se va en kalejira hasta la Plaza y a la vuelta se quema el Lagunero mientras se baila el Lantzeko Zortzikoa y se canta su respectiva copla, compuesta Ángel Iriso:
Gogoan badaukagu
gaba Lagunera,
Tafallan egondu zan
triskantza sobera
gutxitan bezala.
Azkarate eta Fuertes
ankerki akaturik,
Idoi eta Iriso
larri zauriturik,
ez da justiziarik.
Oso gaizki zerade
gurekin portatu,
Lagunero gaiztoa
zureak egin du,
erreko zaitugu.
Orain zure hezurrak
dira errautsezkoak,
pozik gabiltza dantzan
bai Tafallakoak
ta Euskal Herrikoak.