Desde la alborada de los tiempos, el hombre, la humanidad, se ha sentido abrumada, en ocasiones asustada y temerosa por determinadas cuestiones que veía en el correr de los días. El tránsito solar, las fases de la luna, las estaciones del año y tantos fenómenos naturales que desconocía y a las que rendía culto, igual que sortilegios y espectros que debía combatir, han ido formando al hombre a lo largo de la historia.
En el carnaval se enseñan algunos de sus recursos con los que creía, o pretendía, calmar, someter o anular malas influencias y espíritus malignos, despertar a la Madre Tierra tras el frío invierno o celebrar que vuelven la luz y el calor y la vida es más llevadera y agradable. Los participantes, joaldunak (literalmente en euskera, los que tienen o usan cencerros, yoareak, polunpak), principales protagonistas en las villas de Ituren y su barrio de Aurtitz, y de Zubieta, visten, se cubren con unas prendas o utilizan unos objetos que tienen un profundo significado. Y no lo hacen como puede ocurrir en el moderno carnaval o se pueda pensar por usar un look que llame la atención, que provoque las risas del espectador o su admiración, si no por una cuestión más profunda.
DANZA ÉTNICA
El cadencioso caminar, verdadera etnodanza de joaldunak, el desfile que les lleva de Zubieta a Ituren, con parada en Aurtitz y luego por el barrio de Lasaga en la primera jornada, y en sentido inverso en la segunda, en lo que los estudiosos denominaron unas fiestas “de buena vecindad”. A orillas del río Ezkurra y al pie del imponente Mendaur, en efecto las dos villa celebran unidas desde tiempo inmemorial, “desde siempre”, sus fiestas de invierno.
La vestimenta de joaldunak responde a lo que sería habitual en la prehistoria, a base de pieles de animales con la que combatir las bajas temperaturas. O quizás la intencionada mimetización para aproximarse a animales no domesticados para cazarlos, alimentarse con su carne y abrigarse con su piel y lana. En un tiempo cubrían su rostro con un pañuelo negro.
Y sus atributos, el hisopo (isopua), los cencerros (yoareak) que atan a su cintura, las plumas de gallo (oilar) que coronan el sombrero cónico (ttuntturro) con que se lucen, encierran por sí mismos un profundo simbolismo que justifica sus idas y venidas, ahora por calles y plazas y antes por campos y sembrados en demanda de protección y de bonanza para sus cosechas.
SÍMBOLOS
La escobilla, el hisopo de crin de caballo claveteada a un palo con el que joaldunak asperjan la tierra a su paso es un símbolo de purificación y protección espiritual y divina. Se utilizaba en tiempos remotos en los rituales de limpieza y como señal de la presencia divina, según se describe en la Biblia de forma relevante y heredada y adptada en la liturgia cristiana.
En el terreno de la mitología se creía que el cencerro posee facultades mágicas, y que su tañido sirve para ahuyentar el espíritu maligno que pudiera existir en los alrededores, y así es un elemento omnipresente en el carnaval rural que es, como ningún otro, el más racial y auténtico, el más apegado a la tierra, a sus gentes, creencias, tradiciones, usos y costumbres.
El cencerro es un elemento fundamental para el ganadero o pastor, que reconocen su sonido e identifican donde se encuentra su ganado en la distancia. Existen de muy variado tamaños que reciben distintos nombres, yoare, dunba, dulunda, polunpa, kalaxka, kalanka según tamaño, forma o uso, y aunque las herrerías han desaparecido en muchos pueblos del medio rural, continúan fabricándose (de forma más mecanizada ahora) para uso casi indispensable del ganado.
Y un objeto que llama poderosamente la atención es el gorro (ttuntturro) con el que se cubren. Estos sombreros cónicos altos son comunes a antiguas ceremonias populares tradicionales en muchas partes de Europa, particularmente en la época del Carnaval. Se pueden ver ejemplos en Italia, España y Bulgaria entre otros países, se han asociado a la cultura proto-céltica europea y se les ha dado un significado ceremonial, simbolizando el poder o presencia de dioses antiguos europeos y siendo portados por sacerdotes. O quizás hasta por las mismas deidades, si la mitología es verídica.
VECINDAD
Hasta medio siglo atrás, los mozos de ambas localidades se reunían el día de San Antón (17 de enero) y en la ermita del santo existente a medio camino fijaban de común acuerdo las fechas de su carnaval. Finalmente, decidieron que tuvieran lugar el lunes y martes que siguen al domingo último de enero, y así lo hacen desde entonces. Ni durante el franquismo se interrumpió la salida de joaldunak de Ituren y Zubieta, si bien camuflada como “fiestas de invierno” y defendida por etnógrafos, folkloristas y gente culta. Así, joaldunak marcharán entre Zubieta e Ituren hoy y mañana, para cumplir un ritual que se pierde en la noche de los tiempos.