Dokumentuaren akzioak
Discreto paseo
Crítica, Ballet Biarritz Junior
Con una duración de setenta minutos, los diez bailarines de la
formación gala realizaron un agradable paseo por tres siglos de música
y danza. Tras la hecatombe de su primer espectáculo -Tximeleta (2005)-,
una temporada después, se aprecia una grata evolución. Los jóvenes
integrantes de este proyecto han ganado presencia y madurez escénica,
pero su actuación no consigue pasar de la mera corrección.
De
esta manera, Ibilaldi resulta entretenido y ameno, pero no brillante.
Por eso, la nueva propuesta del BBJ carece de ese sutil plus que
convierte a un espectáculo en una experiencia única. No basta con
agradar y con demostrar un buen nivel técnico, es necesario emocionar y
ésa es una lección aún no asimilada por los jóvenes participantes.
El
paseo secular se inicia en el pleno Renacimiento con la ayuda de la
música de Anthony Holborne. La decena de intérpretes del BBJ, vestidos
de blanco inmaculado, comienzan a desgranar la pieza de Christine
Grimaldi. En ocasiones, las reducidas dimensiones del escenario del
Centro Cultural de Egia coartan la amplitud de sus movimientos. Dos
siglos después, Mozart dejó inigualables muestras de su genio musical,
de las que el coreógrafo Thierry Malandain aprovecha un fragmento. Sin
duda, el pas de deux de la inglesa Vivian Ingrams con el francés Pierre
Henrion fue lo más destacable de la velada. Sin pena ni gloria pasa el
trío de Christophe García, en una primera escala en el siglo XIX, para
sobresalir más El vals de la flores.
Con la firma de
Malandain, destaca el colorido de este fragmento coral. Más interesante
es el puente entre los siglos XIX y XX, de la mano de Rimsky-Korsakov,
con un dúo de Gaël Domenger. Como broche final, la animada Obertura
cubana, con la compañía en pleno, cerró con alegría la segunda
intervención del BBJ en los escenarios donostiarras.
Dokumentuaren akzioak