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Diáfana fisicalidad
Crítica, Matxalen Bilbao Cía Danza
Esta
propuesta coreográfica que ya nos fue mostrada en primicia en la pasada
edición de la Feria de Teatro de Donostia es una obra honesta y directa
que basa su composición exclusivamente en la búsqueda y experimentación
del movimiento danzado. Un movimiento que resulta de la escucha
corporal y de la experiencia de los sentidos que la coreógrafa denomina
«el tacto en el movimiento» y que en esta obra se desarrolla a través
del cuerpo del otro.
Los bailarines, lejos de toda teatralidad, son transcriptores del movimiento que se presenta como único protagonista en esta pieza en medio de un espacio escénico abierto y diáfano. Diáfana también es la presencia y neutro el talante de la pareja de intérpretes que, con desigual preparación técnica e igualmente desequilibrada calidad, desgranaron los diseños corporales de la creadora vizcaína. Ésta desarrolla una escritura coreográfica personal, coherente y elegante; muy estética al tiempo que sobria. La música que envuelve la obra nos hace converger hacia las mismas sensaciones de desnudez, sencillez y sobriedad alternándose con prolongados silencios que realzan el valor del movimiento. Sin embargo, la continua permanencia de tiempos lentos y largos hizo que la obra desprendiera cierta monotonía.
La excelencia del bailarín contrastó con la escasa calidad de movimiento y la posible inmadurez escénica de su pareja femenina. En este punto echamos de menos la precisión de Matxalen Bilbao en su faceta interpretativa en su anterior visita a Donostia. La obra se completó con dos trabajos audiovisuales de calidad que se mantuvieron en sintonía con el tono y tempo de la obra. Una pena que no pudieran apreciarse en su totalidad por la mala preparación de la pantalla sobre la que se proyectaron.
Los bailarines, lejos de toda teatralidad, son transcriptores del movimiento que se presenta como único protagonista en esta pieza en medio de un espacio escénico abierto y diáfano. Diáfana también es la presencia y neutro el talante de la pareja de intérpretes que, con desigual preparación técnica e igualmente desequilibrada calidad, desgranaron los diseños corporales de la creadora vizcaína. Ésta desarrolla una escritura coreográfica personal, coherente y elegante; muy estética al tiempo que sobria. La música que envuelve la obra nos hace converger hacia las mismas sensaciones de desnudez, sencillez y sobriedad alternándose con prolongados silencios que realzan el valor del movimiento. Sin embargo, la continua permanencia de tiempos lentos y largos hizo que la obra desprendiera cierta monotonía.
La excelencia del bailarín contrastó con la escasa calidad de movimiento y la posible inmadurez escénica de su pareja femenina. En este punto echamos de menos la precisión de Matxalen Bilbao en su faceta interpretativa en su anterior visita a Donostia. La obra se completó con dos trabajos audiovisuales de calidad que se mantuvieron en sintonía con el tono y tempo de la obra. Una pena que no pudieran apreciarse en su totalidad por la mala preparación de la pantalla sobre la que se proyectaron.
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