Destino fatal

Crítica de danza

Abordar un clásico con una fuerte implantación en el imaginario colectivo como 'Carmen' supone un cierto grado de osadía, oscilando el resultado entre los extremos de la transgresión pura y la ortodoxia acérrima. En esta línea, Aída Gómez construye una 'Carmen' híbrida en todas sus manifestaciones tanto en cuanto estilo danzado-clásico español, flamenco y toques contemporáneos-, como en su traslación al hecho escénico, al ir variando su ritmo interno. Con una duración de noventa minutos, distribuidos en un solo acto, la obra de la madrileña arranca con ímpetu, celebra una explosión de colorido en la taberna de Lillias Pastia, convertido en saleroso travesti, vive su parte más carnal en el encuentro íntimo de Don José y la protagonista, y cae en manos de un destino fatal hasta un desenlace un poco anodino. Puede que, esta tarde, en su segunda oportunidad en Donostia, Gómez encuentre la visceralidad necesaria para encarnar a una mujer de bandera como la sensual Carmen.