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"Después de 14 años de bailar por el mundo por fin voy a poder hacerlo en mi tierra"
Javier Amo - Primer Solista del Ballet de la Ópera de Múnich
La guipuzcoana Itziar Mendizabal y Johannes Stepanek estrenarán el día 29 en el Euskalduna la séptima edición de la gala Los vascos y la danza la obra Kai, una coreografía de Jon Ugarriza sobre las canciones Lau teillatu y Baga, biga, higa, de Itoiz y Mikel Laboa, respectivamente. Además de Mendizabal, el otro protagonista vasco de la gala será el bilbaino Javier Amo, primer solista del Ballet de la Ópera de Múnich, quien bailará dos piezas, una en solitario y la otra con la brasileña Maira Fontes, con la que comparte vida y escenario. Entre ensayo y ensayo en Múnich, atiende a esta entrevista telefónica.
Resulta difícil de creer que después de 14 años de bailar por todo el mundo, el día 29 sea la primera vez que lo haga en Bilbao, en su tierra.
Así es. Es la primera vez que voy a casita a bailar. Desgraciadamente, allí no se pueden hacer muchas cosas. Estuve un año actuando por todo el estado, pero no llegamos a Bilbao.
¿Emocionado?
Sí, pero no solo por mí. También por mi familia y por mis amigos. Siempre me preguntan que cuándo vengo a bailar aquí. Lógicamente, mi familia sí me ha visto en Stuttgart, en Múnich, en Barcelona, pero muchos amigos y algunos familiares nunca han tenido la oportunidad de verme sobre un escenario. Por primera vez puedo decirles que voy a bailar a Bilbao.
¿La gala de los Vascos y la Danza permite cumplir estos sueños?
En Euskadi y en España en general el ballet no se ve tan abiertamente como otras cosas. La oportunidad que nos ofrece la Asociación de Bilbao Ballet Elkartea es fantástica. Yo conocía estas galas, pero nunca me habían llamado para intervenir. Ahora estoy muy contento y emocionado.
¿Lo suyo fue vocacional?
En mi familia nadie se ha dedicado al ballet, pero yo empecé con nueve años. Fue algo que me gustó sin haberlo visto nunca. Me fue atrapando cada vez más y decidí probar. Nunca me he arrepentido. Tengo que confesar que mi familia me ha apoyado mucho, sobre todo, a la hora de meter más horas en el ballet en detrimento de las de estudio. Siempre he tenido a mi familia a mi lado, están muy contentos de tener un hijo bailarín.
En 1999, debutó en el Ballet de Stuttgart.
Empecé estudiando con Jon Beitia, hubo un momento en que tuve que marcharme de aquí, como le ha ocurrido y sigue ocurriendo a la mayoría de las personas que quieren dedicarse a esta profesión. Me fui a terminar mi formación en la Escuela de John Cranko y en 1999 debuté en el Ballet de esta ciudad alemana. La facilidad que tenemos en Alemania no la tenemos allí.
Y de ahí, pasó al ballet de Múnich...
Me quedé un poco estancado en Stuttgart y decidí probar en varias compañías; al final, me decidí por Múnich. La verdad es que no me he arrepentido, desde que estoy aquí me han ido las cosas muy bien. Estoy bailando muy a gusto. Aquí he coincidido con otra figura vasca del ballet, Lucía Lacarra.
Y también ha conocido a su mujer, Maira Fontes.
Así es, supone un gran apoyo tener a tu lado a una persona con la que compartes vida y trabajo.
¿Cómo se define como bailarín?
Estoy en una compañía que tiene un repertorio muy clásico y a la vez, moderno. Me considero un bailarín bastante completo, puedo hacer un buen papel en los clásicos, pero también en moderno. Hay gente que se mueve muy bien en clásico y no tanto en el moderno. No es mi caso.
¿Tiene algún rol preferido?
He interpretado roles en obras de Forsythe, Van Manen, Ek, Neumeier, Limón, etcétera. También me he enfrentado a clásicos como Giselle de Peter Wright, Raymonda y El Lago de los Cisnes de Ray Barra, La Bella Durmiente de Petipa y Liška, Don Quijote, y a neoclásicos como Onegin y La fierecilla domada de Cranko. Me siento cómodo en todos.
Cuando se tiene reconocimiento fuera ¿cuesta mucho volver?
Para mi mujer y para mí el ballet es nuestra vida, pero hemos hablado en numerosas ocasiones que el día que se termine, a los dos nos gustaría empezar una nueva vida. No sé si en Alemania, en el País Vasco o en Brasil, de donde es mi mujer.
¿Colgarán las zapatillas?
Todavía no, es muy pronto, tenemos muchas cosas que aportar en el mundo del ballet. Pero llegará un día en el que nos apetezca hacer otras cosas. Creo que dedicar 20 años en tu vida a bailar está muy bien. Esta es una profesión durísima. Hay cosas muy interesantes que estando tan metidos en el ballet nos estamos perdiendo. Es bueno experimentar otras cosas.
¿Qué aconsejaría a los jóvenes vascos que quieren dedicarse a bailar?
Que cojan una buena base y que luego se vayan al extranjero, que es donde se da más importancia al ballet y es donde se puede aprender a ser un gran bailarín profesional. En el País Vasco y en el Estado las oportunidades son muy limitadas. No hay compañías. En Alemania, en cualquier pueblo hay una, aunque, por supuesto, no tan grandes como la de la Ópera de Múnich.
Muchos bailarines reclaman una compañía de ballet en Euskadi.
En Alemania, en Inglaterra y en la mayoría de los países europeos existe una gran cultura musical y de la danza. Los padres llevan a los niños a la ópera, al ballet... Se crea afición desde la infancia, pero desgraciamente en Euskadi y en el Estado se siguen considerando espectáculos elitistas. Esto tiene que cambiar.
En la imagen, el bilbaino Javier Amo.
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