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Despertar a la naturaleza

58 'joaldunak' de Ituren y Zubieta revivieron una de las más antiguas tradiciones del carnaval rural. Hoy, la cita se repite en Zubieta

Egilea
Alicia del Castillo
Komunikabidea
Diario Vasco
Mota
Albistea
Data
2006/01/31

Esos sonidos y esas imágenes se volvieron a repetir ayer en Ituren. Es la tradicional ceremonia que, según las creencias ancestrales, se intenta despertar a la naturaleza y de esta forma se consigue adelantar la llegada de la primavera. Se cree que el sonido de los joares y al agitar los hisopos, sirve también para ahuyentar las plagas y los malos espíritus, y además, para proteger las cosechas.



Sobre las diez de la mañana comenzaba una intensa jornada sobre todo para los encargados de hacer sonar esos cencerros. En Ituren y en Zubieta, los joaldunak se reunían en torno a un almuerzo para coger fuerzas. Después, llegaba la hora de ataviarse para la labor encomendada. El carnaval se celebra en estas dos localidades desde el pasado jueves y se basa principalmente en cuestaciones y comidas. Pero el lunes y el martes se impone esta sonora tradición con cierto carácter mágico. Todos parecen iguales, y sin embargo hay sutiles detalles entre las vestimentas de ittuindarras y zubitarras. Todos llevan pantalón azul, enaguas, abarcas y zapiñas, además de una piel cubriéndoles los riñones, sobre la que se sujetan los dos grandes cencerros de cobre. Pero los de Ituren también llevan camisa de cuadros cubierta por una pelliza y dos pequeños cencerros, y un pañuelo de colores al cuello, mientras que los de Zubieta visten camisa blanca sin piel por encima, además de un pañuelo de cuadros. Todos llevan el ttuntturro, un gorro cónico adornado con cintas de colores y coronado con plumas de ave, y todos sujetan con su mano el hisopo hecho con crin de caballo.



En el barrio de Latsaga se reunieron ayer 24 joaldunak de Ituren, 12 de Aurtiz y Latsaga y 16 más de Zubieta. Cerraban la comitiva 3 joaldunak txikis de Ituren, 1 de Aurtiz y 2 de Zubieta. Este año la única chica participante era una pequeña de Zubieta. En ese momento crucial, el del encuentro, el espectáculo sonoro-visual resulta asombroso, con 116 cencerros sonando rítmicamente, sin parar, al unísono. Poco a poco se fueron acercando a Ituren, donde esperaban cientos de personas a las que ni el frío ni la fina llovizna de ayer logró desanimar. Eran las tres de la tarde cuando esos 58 joaldunak llegaron a la plaza de la localidad. Y con ellos, como a lo largo de todo el recorrido, el oso hartza, y su cuidador. Atado, pero aprovechando cada descuido, cada despiste para abalanzarse sobre los asistentes. En la plaza ambos ocupaban el centro, mientras eran rodeados por dos largas hileras de joaldunak que seguían marcando el paso, haciéndose uno con el sonido. Mientras, desde el monte Mendaur, que ayer no era sino un fantasma envuelto en la niebla, iban surgiendo los seres extraños que también querían participar de este carnaval. Ruidosas cuadrillas y carrozas que aportaban una imagen casi irreal. Son los otros personajes del carnaval rural. Mozorros salidos de mezclar máscaras de animales, pieles, pañuelos y telas de colores.



Todas estas escenas se repiten, pero a la inversa, a lo largo de la mañana de hoy. Los de Ituren y Aurtiz devolverán la visita a sus vecinos de Zubieta. Es el ansiado despertar a la naturaleza esperando la primavera.

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