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Desembarco en Cataluña
En poco más de un año, el pequeño equipo que ha tenido la
responsabilidad de poner en marcha el Instituto Vasco Etxepare,
encabezado por Aizpea Goenaga y Mari Jose Olaziregi, ha conseguido que
el organismo creado para promover el euskera y la cultura vasca en el
mundo navegue a velocidad de crucero. Aunque en los últimos meses su
acción en el exterior ha sido incesante tanto, hasta ayer no se había
presentado oficialmente fuera de Euskadi, y lo hizo en Barcelona. «No
podía ser de otra manera, para nosotros es un lugar estratégico»,
aseguraba Aizpea Goenaga, que recordaba también las excelentes y
estrechas relaciones que mantiene el organismo que dirige con su
equivalente catalán, el ya muy rodado Institut Ramon Llull.
La nave capitana del desembarco ha sido el espectáculo 'Hostoak' que, al igual que el Etxepare, se presentaba por primera vez fuera de Euskadi. 'Hostoak', que se estrenó en el Kursaal donostiarra el pasado mes de febrero, es una propuesta que funde música, danza y teatro de la mano de los txalapartaris de Oreka TX, la compañía de danza Kukai y el grupo vocal de Iparralde Amaren Alabak, todos ellos bajo la dirección de Mireia Gabilondo.
El espectáculo, que hunde sus raíces en la tradición para dar un fruto absolutamente moderno, se representó en L'Auditori, el complejo diseñado por Rafael Moneo que es uno de los principales focos de la vida musical barcelonesa. Al acto asistieron la consejera de Cultura del Gobierno Vasco, Blanca Urgell, a la que acompañaba una amplia representación de su departamento, así como la directora de San Sebastián 2016, Eva Salaberria.
Para cuando comenzó el momento más vistoso de la arribada del Etxepare en Barcelona, no obstante, ya se habían desarrollado otras acciones no tan lucidas pero no por ello menos relevantes, como el foro de artes escénicas que dio la palabra a una cuarentena de profesionales del ramo -creadores de distintas disciplinas, productores, distribuidores, promotores, programadores...- vascos y catalanes. Durante más de dos horas, debatieron acerca de los temas que se les habían propuesto -¿nos conocemos suficientemente los unos a los otros?, ¿hay margen para la acción conjunta...?- y otros que fueron surgiendo sobre la marcha.
En torno a algunos de los temas, como el referido al modo en que la cuestión identitaria afecta a la producción cultural, no hubo unanimidad, pero nadie contradijo a la representante del Ramon Llull, María Lladó, cuando afirmó que foros como el que se ha planteado en Barcelona a instancias del instituto Etxepare van más allá de la mera búsqueda de vías de promoción y tienen como objetivo «entender y hacer entender algo que, pese a parecer obvio, hay que explicar una y otra vez: que esa creación pertenece a un contexto concreto, es un elemento de identificación cultural».
Quedó también meridianamente claro que, pese a no andar falto de problemas, el sector cultural catalán está mucho más estructurado y es más fuerte que el vasco, tanto en la vertiente privada como en la pública por lo que, como aseguró Goenaga, «tenemos mucho que aprender». Por el camino cayeron también -sin estrépito y sin causar bajas- algunos mitos como los referidos a la supuesta hermandad vasco-catalana que está en la base de muchas iniciativas de intercambio. «Somos, como máximo, exvecinos y amigos», afirmó uno de los participantes y, en general, se asumió la evidencia de que «no somos una unidad cultural», lo que no implica que no existan «lazos de unión estratégicos» que convierten la colaboración en una práctica muy recomendable. En cuanto al grado de conocimiento mutuo, no hubo acuerdo -«el conocimiento que tenemos es que queremos tener», afirmó una voz pragmática-, pero tanto vascos como catalanes coincidieron al considerar que, de momento y sin cerrar la puerta a otras opciones, basta con aprovechar las redes y las plataformas existentes para dar a conocer la producción vasca en Cataluña y viceversa, así como plantear acciones conjuntas, «cuando sea conveniente», en el exterior.
Y hubo una idea que despertó la adhesión unánime: «La única mejor forma de dar a conocer nuestro arte es defender a nuestros creadores». No fue un creador quien realizó la propuesta, sino un participante vinculado a la vertiente empresarial de la cultura. La sesión de trabajo no tenía como objeto llegar a propuestas o a acciones concretas, sino intercambiar ideas y experiencias. Como indicó el productor y director teatral Fernando Bernués, «está muy bien que perdamos el miedo a contarnos cosas», y eso es lo que hicieron. No obstante, Aizpea Goenaga, que ayer ejercía de directora del Etxepare pero es, básicamente, una profesional de la escena, extrajo muchas conclusiones, se mostró sorprendida por la riqueza y la variedad de las aportaciones -«nos ayudarán en el proceso de reflexión en el que nos encontramos»- y adelantó que también servirán para orientar el programa de acciones conjuntas que prevén el Instituto Etxepare y el Institut Ramon Llull y acercarlo a las inquietudes y las necesidades reales del mundo de la cultura. «De este encuentro saldrán acciones conjuntas concretas», adelantó.
Nuevos espacios
De lo necesario que resulta en estos momentos proyectarse más allá del entorno inmediato saben mucho Mireia Gabilondo (Tanttaka), Jon Maia (Kukai) e Igor Otxoa (Oreka TX), que en los últimos meses reman juntos impulsando 'Hostoak'. Los tres, que también comparten la experiencia de haber trabajado varias veces en Cataluña con sus respectivos proyectos, coinciden al afirmar que en estos momentos de crisis en los que la programación en Euskadi se está desplomando es más necesario que nunca buscar nuevos espacios. «Y también es más difícil que nunca», subraya Mireia Gabilondo, porque con todo el sector en condiciones similares lo que en tiempos más boyantes se consideraba enriquecedor ahora, con frecuencia, se considera competencia. Y, por esas y otras razones, las apelaciones a la amistad entre los pueblos no son suficientes como para que a los profesionales de la cultura vascos les resulte particularmente sencillo trabajar en Cataluña. «Más bien todo lo contrario, es una de las plazas más difíciles», aseguran. Por lo tanto, acuerdo unánime en cuanto a la necesidad de que, especialmente en tiempos revueltos, las instituciones y el sector privado actúen de manera coordinada.
De hecho, la presentación del Etxepare en Barcelona ha
sido precisamente fruto de la colaboración entre el instituto público y
la Euskal Etxea de la ciudad condal, que organiza desde hace catorce
años el festival EH Sona en el que se enmarca la representación de
'Hostoak', posible gracias a la ayuda de Etxepare. Uno de los pocos que
en el foro no hablaba de planes sino de realidades era, precisamente,
Aitor Arruti, miembro de la joven directiva de Euskal Etxea que, hace
unos años, decidió darle la vuelta a un centro que languidecía y
convertirlo en «una plataforma de difusión de la cultura vasca en
Cataluña». Este año EH Sona ha dado el salto y ha pasado a recintos de
primer nivel, como la sala Razzmatazz o el propio Auditori. Desde
finales de noviembre, han llevado a Barcelona a grupos e intérpretes tan
diversos como Ken Zazpi, Zea Mays, Vendetta, Mikel Markez, Anari o
Joseba Irazoki,entre otros muchos. «Y todos han funcionado muy bien»,
asegura Arruti. Etxepare ya tiene parte del camino hecho.
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